“Nunca imaginé que llegaríamos a estar en primera línea contra la Covid-19”, expresa Carlos Marrero, médico especialista en cirugía vascular del Hospital de la Vall d’Hebron. Actualmente, hace más de un mes que casi no hace ninguna intervención quirúrgica, sino que se dedica exclusivamente a la asistencia de pacientes con Covid-19, salvo algunas guardias respecto de su especialidad. Es residente de segundo año y, por este motivo, tiene los recuerdos de los estudios mucho más frescos que otros profesionales. Sin embargo, se ha tenido que reciclar rápidamente y lo ha hecho gracias a la ayuda de profesionales más experimentados en la sintomatología del coronavirus. “Nos sentimos muy acogidos por el servicio de medicina interna. Ellos se ocuparon de que al menos en cada equipo hubiera un internista, que nos guió durante las primeras semanas y nos enseñó todo lo que hacía falta para asistir a los pacientes de coronavirus”, explica.
Marrero forma equipo, entre otras personas, con el neurólogo Manuel Requena, que antes de la pandemia trabajaba en la unidad de ictus. “Mi día a día ha cambiado radicalmente”, dice. “Antes trataba con pacientes con patologías graves, ahora trato con muchos pacientes previamente sanos que, de repente, han tenido una insuficiencia respiratoria aguda”. Por ello, explica, ha tenido que actualizarse y adaptarse a ver un perfil diferente de enfermo. En este sentido, destaca también la importancia de la comunicación con el médico internista presente en el equipo, por quien pasan todas las dudas y decisiones importantes.
En la misma línea se expresa la cardióloga Blanca Gordon, que ahora mismo está trabajando en una unidad de cuidados intensivos del hospital. “La adaptación ha sido muy rápida, gracias al apoyo de los profesionales de las UCIs, que nos han formado de manera express”. Según explica, ha afrontado el reto con muchas ganas, y destaca la cooperación y coordinación entre el equipo como medida clave para alcanzar el éxito.
Una adaptación constante
El choque ante la incertidumbre y excepcionalidad de la situación se ha vivido desde todas las áreas de especialización. Alicia Sánchez, enfermera especializada en la atención a enfermos críticos, dice que cuando vio que el hospital se estaba movilizando de aquella manera, dando de alta a pacientes y abriendo nuevas camas de UCI, fue cuando tomó conciencia de la gravedad de la situación. En su caso, ella ha tenido que encargarse de formar un equipo entero, al ser la más experimentada en el tratamiento de pacientes críticos. “He sentido mucha responsabilidad en este aspecto. Una presión que, hasta ahora, en los tres años que llevo trabajando aquí no había sentido”, explica. Ahora, sin embargo, una vez todo el personal se ha formado y adaptado a la situación, es más fácil estionar el volumen de trabajo.
El Hospital de la Vall d’Hebron es el más grande de Catalunya, por lo que el despliegue de recursos ha sido especialmente importante, ya que se disponía del espacio suficiente para reestructurar el hospital por completo. “Ha pasado a ser un hospital dedicado casi exclusivamente a pacientes de Covid-19. Los pacientes negativos en coronavirus se han trasladado al Hospital Maternoinfantil”, explica Requena. En cuanto a las unidades de cuidados intensivos, se han ampliado de manera considerable, habilitando espacios que no estaban destinados a esta tarea, y se ha pasado de tener una cincuentena de camas de UCI a tener 200. Además, se ha habilitado un pabellón deportivo del lado del hospital para acoger pacientes de coronavirus más leves.
Gracias a ello, a principios de abril, la Organización Mundial de la Salud (OMS) felicitaba al Hospital por su gestión, antes y durante la crisis sanitaria. Así lo afirmaba el Dr. Bruce Aylward, Assistant Director-General de la OMS durante una visita al centro en la que aseguraba que “Vall d’Hebron ha hecho un gran trabajo para convertirse en un centro Covid, reformulando todos los espacios y preparando a sus profesionales para adelantarse al virus”.
El aumento de la carga de trabajo debido a la presión asistencial ha pasado factura al personal
Los mismos profesionales del Hospital califican el despliegue de los recursos de impresionante. “Pone la piel de gallina que todo el mundo se haya volcado con entusiasmo y dedicación para paliar esta situación”, afirma el médico internista Ferran Martínez. Sin embargo, el aumento de la carga de trabajo debido a la presión asistencial ha pasado factura al personal. “Hay muchísimo cansancio, estamos trabajando 24/7 para combatir este virus”, explica Martínez. Además, los profesionales sanitarios se encuentran completamente absorbidos por la pandemia. “Cuando estamos en casa también trabajamos, ya que cada día cambian los protocolos y nos tenemos que ir adaptando a la situación”, explica el internista.
Aparte del estrés a consecuencia de la presión asistencial, muchos profesionales se sienten angustiados por la posibilidad de contagiarse y contagiar a sus familias. En este sentido, una de las grandes preocupaciones es la falta de material de protección, un problema generalizado en todos los hospitales del territorio. “Al principio teníamos un montón de material de un solo uso, pero luego tuvimos que empezar a reciclar las gafas, las batas … Entramos en las habitaciones con la misma bata contaminada, intentando hacer equilibrios para no contagiarnos cuando nos la ponemos”, explica Alicia Sánchez, enfermera del hospital. Otra de las quejas es que, a veces, la esterilización de los materiales de protección no se ha hecho de manera adecuada, y tanto las gafas como las batas han quedado sucias. Esto, dice Sánchez, expone mucho más a los trabajadores al contagio.
Que los enfermos se marchen solos, lo más duro
“Siempre es muy duro ver cómo alguien se muere y, cuando lo hace solo, aún lo es más”, afirma Martínez. Y es que uno de los mayores dramas de la crisis del coronavirus ha sido que los pacientes no puedan recibir visitas de familiares. “Los pacientes se sienten muy solos, ya mí lo que me sabe peor es que muchas veces entramos, miramos que esté bien y salimos enseguida, por nuestra propia seguridad”, explica Laia, otra enfermera del hospital que ha preferido que su nombre real no aparezca en este reportaje. “A mí me gustaría hablar un rato con ellos y hacerles allí compañía, pero sí nosotras nos ponemos enfermas, no queda nadie más”, añade.
El hecho de que estén restringidas las entradas de familiares a los hospitales para evitar posibles contagios es muy duro para los pacientes que están solos, pero también por los familiares. “Hay mucha sensación de soledad en las familias”, expresa el neurólogo Manuel Requena. “Muchas veces se despiden de los enfermos en el momento que se los lleva la ambulancia, sin saber si los volverán a ver”, explica.
Todo depende de una llamada y es muy difícil poder transmitir todo lo que quieres decir o aliviar la angustia que sienten los familiares
Dar las noticias por teléfono hace que todo sea más difícil de gestionar para los profesionales, acostumbrados a hablar con los familiares cara a cara. “Por teléfono es más frío, no puedes ni tocar el hombro, ni ver cómo está anímicamente la persona con la que estás hablando… Un silencio en el teléfono no sabes cómo gestionarlo. No sabes si la persona está llorando ni qué necesita en ese momento, si es necesario que la dejes sola o le digas algo”, explica Requena. En la misma línea se expresa la cardióloga Blanca Gordon. “Todo depende de una llamada y es muy difícil poder transmitir todo lo que quieres decir o aliviar la angustia que sienten los familiares”. Pero, según los profesionales, están muy agradecidos por la labor que se está haciendo. “Es muy emotivo cuando llamas a alguien por teléfono para darle una mala noticia y lo que hace es darte las gracias”, señala Martínez.
Todo ello ha generado una situación complicada de gestionar emocionalmente para los profesionales sanitarios. Por ello, los equipos de psicólogos de los hospitales se han puesto también al servicio de los profesionales para ayudarles a digerir la situación. Seguramente, sin embargo, será cuando la crisis sanitaria se haya superado cuando los profesionales necesiten más esta ayuda. “Creo que en el frente de la batalla, por decirlo de alguna manera, todo el mundo está colapsado por trabajo, pero que después saldrán muchas cosas, y habrá mucha gente a la que toda esta situación le habrá dejado marcas”, destaca Martínez.
Menos presión asistencial, pero no baja la guardia
“Cada semana se iban añadiendo camas de UCI nuevas, porque se llenaban todas. Era un no parar”. Así expresa Carlos Marrero como vivió el momento de máxima presión asistencial en el hospital. Las últimas semanas, sin embargo, esta afluencia de ingresos ha disminuido considerablemente. “Estos últimos días han bajado los ingresos y tenemos la sensación de que viene menos gente a urgencias, incluso algunas plantas se están empezando a vaciar”, explica el internista Ferran Martínez. Sin embargo, remarca que no hay que bajar la guardia, ya que, al igual que el número de ingresos ahora está bajando, puede volver a subir si se produce un repique del número de contagios.
Todo ello genera mucha incertidumbre entre el personal sanitario, añadido al poco conocimiento que hay todavía sobre la enfermedad y la falta de tratamiento efectivo para combatirla. “Los sanitarios estamos muy acostumbrados a trabajar con la evidencia, apoyada en estudios clínicos para intentar demostrar lo que sirve y lo que no”, explica la cardióloga Blanca Gordon. “A estas alturas, estos estudios aún no los tenemos, así que iremos viendo cómo avanza todo y nos iremos adaptando”, añade.
A pesar de la grave situación que todavía se está viviendo en los centros hospitalarios y médicos debido a la pandemia del coronavirus, también hay buenas noticias. Lo que alienta más a los profesionales es cuando los pacientes salen de las UCIs, aplaudidos calurosamente por el personal sanitario. “Cada enfermo que se va a casa es una victoria y más combustible para continuar”, concluye Martínez.


