La crisis sanitaria ha supuesto, está suponiendo, un terremoto que ha hecho saltar por los aires muchas seguridades, ha desmenuzado muchos espejismos que parecían verdades incuestionables y nos ha mostrado con toda la desnudez lo que las mujeres sabemos y practicamos durante toda nuestra vida: el valor de las tareas de cuidado que sostienen nuestro día a día, nuestra salud física y emocional individual y colectiva, haciendo evidentes las profundas interdependencias sociales y personales que nos construyen como sociedad.
Para hacer frente a este terremoto social y emocional, la mayoría de nosotros nos hemos tenido que reinventar, y multiplicar, para apoyarnos, para cuidarnos, para articular respuestas solidarias, colectivas y construir redes de apoyo más allá de las dificultades de un confinamiento que nos separa. La gente, la mayoría de la gente, hemos percibido claramente qué es y quiénes son realmente “imprescindibles”.
Ciertamente, como se encargan de recordarnos un día sí y otro también gran parte de los discursos que se están articulando sobre la crisis, se ha roto la vieja “normalidad” que conocíamos y en la que vivíamos. Nada será igual a como era, nos dicen, nuestras vidas nunca volverán a ser como eran… Pero ¿cuál será la nueva “normalidad”? ¿Cómo podemos construirla? ¿De qué y de quién depende? Para podernos responder tantas incertidumbres y empezar a repensar, y construir, esta “nueva normalidad” puede que necesitemos, sin embargo, tener muy presente de dónde venimos y dónde estamos.
Vivimos una crisis sanitaria que es global, transversal y profunda para toda la sociedad. Pero, a pesar de esta transversalidad global, sus impactos y los de la crisis económica y social que ha abierto, tienen género, clase y raza y no están siendo iguales para todos.
La pandemia estalla en el marco de un sistema que ya hacía aguas, deprimido por la crisis financiera de 2008 y, sobre todo, por las políticas neoliberales y austericidas impuestas a su amparo. Una crisis que ha tenido como resultados más que evidentes una sociedad dual y extremadamente precarizada, con retrocesos importantes en derechos básicos y condiciones de vida para las mayorías sociales, y con efectos particularmente críticos para las mujeres.
La pandemia estalla en el marco de un sistema que ya hacía aguas, sobre todo, por las políticas neoliberales y austericides impuestas a su amparo. Una crisis que ha tenido como resultado retrocesos particularmente críticos para las mujeres
En este marco, acelerado por la pandemia sanitaria, emerge una nueva crisis económica y social, que ya estaba anunciada antes y que, como se amenaza desde las grandes instituciones financieras mundiales, el FMI especialmente, será más profunda y de mayor impacto social que la anterior.
Y en el momento de articular las salidas, de nuevo, como ya ocurrió en la crisis de 2008, lo que tenemos delante es un estrato social en el que se expresan las tensiones por avanzar por caminos que son muy diferentes, y a menudo claramente contrapuestos. Como explica muy gráficamente Naomi Klein en su Doctrina del Shock, el objetivo de salir de las crisis profundizando beneficios, desigualdades y control social, concentra el esfuerzo y las energías de las élites económicas globales y nacionales.
En el otro extremo se concentran los esfuerzos de sectores importantes de la sociedad civil y sus organizaciones, para encontrar salidas solidarias, desde el trabajo colectivo, comunitario y autogestionado, que no descarguen sobre los grupos más débiles las facturas de la crisis, empeorando y precartizando aún más las condiciones de vida de las mayorías sociales.
Es, en definitiva, un pulso entre volver a la vieja “normalidad” o construir una radicalmente diferente, que nos permita avanzar hacia una sociedad con equidad de género, socialmente justa y ecológicamente sostenible. Un nuevo modelo que es radicalmente contradictorio con el mantenimiento de un sistema capitalista y heteropatriarcal, depredador y generador de desigualdades.
Los riesgos evidentes, visto lo que está pasando, es que se ensanchen las desigualdades ya existentes y se creen nuevas. Porque en la gestión de la crisis sanitaria, vemos cómo las medidas políticas oscilan sistemáticamente entre defender la economía y defender la vida protegiendo especialmente los derechos y las necesidades de los y las más débiles.
Los retos son hacer que el terremoto provocado por la pandemia sanitaria sirva para tomar conciencia de que otros modelos son posibles y que cambiar de rumbo es imprescindible para la supervivencia humana y del planeta. Es desde esta perspectiva que podremos abrir camino hacia una nueva “normalidad” que haga más habitables y sostenibles nuestras vidas y la del planeta.
Hay que hacer que la pandemia sirva para tomar conciencia de que otros modelos son posibles y que cambiar de rumbo es imprescindible para la supervivencia humana y del planeta
Una normalidad que, como reclama desde hace tiempo la economía feminista, ponga la vida en el centro, rompiendo con las lógicas económicas y sociales que nos han llevado hasta donde estamos hoy. Que ponga en el centro los sectores económicos y sociales que hoy se han evidenciado “imprescindibles”: salud, educación, servicios sociales, sectores de cuidados y atención a las personas. Estos sectores deben ser los principales motores de la salida de la crisis, generadores de empleo de calidad en una lógica orientada hacia el bien común y para dar respuesta a las necesidades de las personas y su satisfacción.
Esta es la “normalidad” que queremos construir, y para hacerlo, para transitar por este camino, es imprescindible que las medidas que se toman ahora para hacer frente a la pandemia sanitaria y sus impactos económicos y sociales, pongan también en el centro la vida, la salud y las necesidades de las personas, asegurando especialmente las de los grupos que se encuentran en situación de mayor desventaja social y vulneración de derechos, para reducir, ya ahora, las brechas sociales y de género.
Por eso nos sumamos a las voces que desde sectores y organizaciones sociales diversas están exigiendo que se pongan en marcha, de inmediato y sin más dilaciones, planes de medidas sociales para gestionar la situación actual y para asegurar salidas arraigadas en la equidad de género y la justicia social.


