Hablamos alrededor de una hora. Josep Maria Ricart, a sus 70 años habla con una energía y vitalidad contagiosa. La historia de la covivienda sénior, o covivienda para personas mayores, de Sant Feliu de Guíxols será una realidad, si todo va bien, a principios del año 2023. Pero su historia -o al menos la semilla que le dio forma- se remonta muchos años atrás, tantos como los que se necesitan retroceder para volver a la juventud de Josep Maria, hoy ya felizmente jubilado, cuando estuvo viviendo en una comuna situada entre Cardona y Solsona durante los últimos años del franquismo.
“Estuvimos unos años hasta que la Guardia Civil nos echó: ya sabes, venían de madrugada y no había alternativa…”, dice. Esto no quita que aquellos años de compartir vida en una comunidad, cuando la filosofía hippie y la lucha contra el sistema se cogían de mano, le marcaran de por vida: “Tanto entonces como hoy, con el proyecto de covivienda en Sant Feliu, el espíritu comunitario está en la base”. Curiosamente (o no), algunos de los compañeros con los que cincuenta años atrás compartían aquella pequeña comunidad anti-sistema, hoy se han reencontrado para sacar adelante el proyecto de Walden XXI. Esta vez, con la intención de pasar el resto de sus días compartiendo lo que llama “filosofía de vida: has de tener claro que se trata de ayudarse conjuntamente, de crear red”.
Walden XXI nace de algunas personas que, cincuenta años atrás, convivieron en una pequeña comunidad anti-sistema
El proyecto Walden XXI es una covivienda sénior situada en la localidad costera de Sant Feliu de Guíxols. Una comunidad formada por 31 apartamentos de entre 40m y 50m, que dispondrán de una cocina, una sala-comedor y un baño amplio y adaptado. Walden XXI toma el nombre del libro Walden, o la vida en los bosques de Henry David Thoreau, y es fruto del trabajo conjunto con Sostre Cívic, una entidad que consta de más 900 socias y que tiene como objetivo “promover un modelo alternativo de acceso a la vivienda, más justo y accesible, sin ánimo de lucro, no especulativo y transformador”.
Los apartamentos están diseñados para satisfacer todas las necesidades básicas de privacidad e intimidad de la persona que habite en ellos, pero el corazón de las viviendas estará en los espacios comunes y en las relaciones que se puedan ir tejiendo entre sus miembros. Por ello, el proyecto contará con una serie de espacios compartidos polivalentes, de cocina, de biblioteca, de lavandería, entre otros. Una parte privada, otra compartida, y todo bajo una lógica de utilizar lo necesario para tener una buena vida, sencilla, y digna.
Josep Maria Ricart lo resume con una frase del libro de Thoreau: “con tres sillas ya hacemos. Una para cada uno, otra para las amistades y otra para quien quiera venir a visitar”. La idea para crear este proyecto, explica, le llegó de repente, “en uno de esos días que te levantas con una especial lucidez mañanera”; pero una idea que llevaba toda una vida cociéndose.
“La pregunta que me surgió, fue: ¿cómo quiero vivir cuando tenga ochenta años? Y me dije: soy un hijo de la posguerra, he trabajado mucho toda mi vida y no quiero que mañana mis hijos tengan que encargarse de mí y que me tenga que pasar la vejez siendo objeto de turismo familiar: cuando te visitan por teléfono y en la residencia”. Aquel pensamiento le llevó a emprender la búsqueda de algún de co-housing para personas mayores en Catalunya (porque el término covivienda sénior, que él mismo patentó, todavía no existía), pero al no encontrar nada interesante, se terminó formulando la segunda de las preguntas cruciales para la creación del Walden XXI: “y ¿por qué no lo monto yo?”
Fue entonces cuando contactó con Sostre Cívic, una entidad que empezaba a nacer y que contaba tan sólo dos técnicos y alrededor de cien socias. De ahí, con un núcleo promotor de gente que compartía la misma filosofía que Josep Maria, iniciaron una aventura particular en busca de una localidad que cumpliera sus preferencias; un pueblo costero, pero suficientemente cercano a la ciudad de Barcelona: buscando, buscando, pusieron el ojo en un antiguo hotel en venta de Sant Feliu de Guíxols. Para hacer efectiva la compra, la fórmula económica fue la adquisión mediante un régimen de compra en cesión de uso.
Esta fórmula permite evitar la especulación, así, “es la Asamblea General de la Cooperativa la que retiene la capacidad de tomar decisiones sobre patrimonio y cuestiones clave como la aprobación de varios proyectos, una cuestión básica para evitar la venta o usos inadecuados del patrimonio y prácticas no éticas “, tal como explican en su dossier informativo.
Es decir, y en el caso concreto de la covivienda sénior de Sant Feliu de Guíxols, cada uno de los habitantes tiene que hacer un pago inicial de 45.000€ como parte del pago de la hipoteca para la compra del antiguo hotel. Este dinero, en caso de que la persona en cuestión decida marcharse, le sería devuelto con un incremento relativo al IPC, para evitar que se pueda especular; en caso de fallecimiento, irían a parar al heredero o heredera en cuestión, que, si lo decidiera, podría tomar la plaza. La cuota de uso es de unos es de unos 1.600 € mensuales de media, en función de cómo de grande sea el apartamento, que se repartirían de la siguiente manera: 850€ para hacer frente al pago del crédito la hipoteca, y una cuota llamada “de servicios” por valor de 600€.
De estos, 300€ van dirigidos a hacer frente a los cuidados (asistencia médica, servicio de enfermería, etc.) y 300€ más sirven para pagar los servicios diversos de la pequeña comunidad – dentro de los cuales se incluye una comida diaria conjunta – así como los suministros de agua, luz, etc. Saben que al envejecer requerirán de más ayudas, y este fondo irá para ayudar a quienes más lo necesiten y a contratar un buen servicio de enfermería.
No queremos vivir ligados al modelo disciplinario escolar que se impone en las residencias. No queremos ser huéspedes en nuestra casa
1.450€ es ciertamente un precio no al alcance de todos, pero, en todo caso, es notablemente inferior a la mayoría de las residencias privadas convencionales. Y lo que es más importante, dice, es que no quieren vivir ligados al modelo disciplinario escolar que se impone en las residencias. Quieren vivir en una comunidad que se ayude, que se abra al barrio, pero sobre todo lo que no quieren ser huéspedes en su casa: “queremos estar cuidados, por supuesto, pero también queremos tener la libertad de no estar restringidos a unos horarios y unas dinámicas impuestas”.
Esta cantidad embargo, será la que tenga que pagar la primera generación de usuarios de la covivienda, ya que una vez se haya liquidado la hipoteca y el edificio sea propiedad de la cooperativa Sostre Cívic, ya no habrá que pagar la parte de 850€ correspondientes. Pero la primera generación de residentes, probablemente, ya no lo llegue a ver. “Es nuestro legado para la siguiente generación. Cuando en Catalunya ya existan cuarenta o cincuenta coviviendas sénior, habremos contribuido a tejer la red”.
Y es que, según afirma rotundamente Ricart, “este será un modelo exitoso en un futuro no muy lejano”, asegura en una entrevista hecha en el contexto de la pandemia de coronavirus, que ha evidenciado la tristeza y la soledad de un modelo que no cuida la vida. “Ya nos estamos anticipando a posibles pandemias con la compra de un respirador, y habilitando algunas zonas de aislamiento”, porque, según apunta, “no queremos que nuestros hijos tengan que encargarse de nosotros, queremos seguir autogestionando nuestra vejez”.


