Cuesta encontrar un momento para hablar con Tijana Postic; los turnos de trabajo interminables se suman reuniones que añade a la agenda con pocas horas de antelación. Y no es para menos, porque es la directora del servicio de enfermería del Hospital de Igualada. Hace apenas dos meses que en la capital de la Anoia detectaron los primeros casos positivos de coronavirus, que se expandió entre la población como un incendio e hizo de Igualada el foco de la pandemia en Catalunya.
Igualada suma apenas el 1% de la población de Catalunya, pero las tres primeras semanas de la pandemia, esta ciudad contaba con el 10% de los muertos. Sin embargo, cuando la joven enfermera, de 38 años, habla de un mes de marzo que define como “caos”, lo hace con una fluidez y timbre de voz que dejan entrever, con todas las dificultades de la conexión telefónica, una sonrisa cándida. Sus palabras son duras, y el relato estremecedor, pero Tijana Postic habla desde la calma. Y es calma lo que transmite.
Explica que hoy, a dos meses del inicio de la pandemia en Catalunya, los profesionales sanitarios están mejor, pero sentencia, con aplomo, que “están cansados”. Ella, directora del servicio de enfermería, habla de su equipo en tercera persona, destaca el cansancio de los suyos, el esfuerzo de los suyos. Pero ella, que apenas hace un año que ostenta el cargo, tuvo que hacer lo imposible para dirigir un servicio en la lucha contra un adversario que no veían y no conocían.
“Cada día cambiaba todo”, dice, preguntada sobre la organización de las primeras jornadas. Aunque aquí, a finales de febrero, el coronavirus parecía algo ajeno, Tijana afirma que “ya estábamos al tanto de los protocolos de China e Italia y habíamos preparado respuestas, fase a fase…”, recuerda. Deja respirar un poco la conversación y, tras un breve silencio, continúa: “lo teníamos todo previsto, pero lo que pasó superó nuestras expectativas”.
“Pocas horas”. Esta es la franja de tiempo que, según Tijana, separó los primeros casos detectados en Igualada con el caos. Un caos que duró muchas semanas y que no ha comenzado a relajarse hasta “finales de la semana pasada”. Estaban ante un virus que no conocían y que, a la vez que iba desbordando los hospitales de enfermos y muertos, también iba disminuyendo las fuerzas de los profesionales sanitarios. Y es que “el problema de las primeras semanas no fue la carga asistencial, sino la falta de profesionales”.
El personal sanitario está cansado. Cansado porque esto aún no ha terminado
En el Hospital de Igualada hay un equipo de casi 400 personas. Durante el mes de marzo, el 40% estaba fuera de juego. Ya fuera por haber dado positivo en las pruebas o por haber estado en contacto con algún paciente o compañero enfermo -o sospechoso de serlo. Más de 150 profesionales sanitarios fueron enviados a casa.
“Gran parte de la población era positiva y nosotros, con casi la mitad del personal contagiado o confinado”, recuerda la enfermera. “Las primeras semanas fueron durísimas, el que no estaba confinado doblaba o triplicaba turnos. La implicación fue del 100%, haciendo lo que hiciera falta para atender a la población, a menudo, dejando de lado la familia “, afirma Tijana, quien tiene una hija que, apenas, llega al año.
“Hay que hacer lo que se debe hacer y hay que hacerlo bien. No tenemos más opción que seguir adelante”, afirma, rotunda, mostrando agradecimiento a los profesionales que respondieron a la llamada de Igualada y llegaron allí a dar ayuda. “Pero están cansados”, repite Tijana, en referencia al personal sanitario, no sólo de Igualada, sino de todo el país. “Están cansados, porque esto no ha terminado”. Reconoce que trabajan con esperanza, pero con la duda, no ya de si habrá un rebrote, sino de cuándo será.
Preparados, ante el rebrote
Los primeros días, recuerda Tijana, los protocolos cambiaban sobre la marcha. “Mañana harás lo que hoy no has hecho porque las recomendaciones son otras. Y el día sólo tiene 24 horas…”, se queja, recordando que, además del trabajo asistencial, el día se les escurría entre los dedos en las reuniones de planificación y en prestar atención a las nuevas recomendaciones. “Había médicos que estaban en cuarentena pero se encontraban bien, que nos ayudaban a redactar nuevos protocolos, porque no dábamos más de sí”.
“Ahora estamos más preparados”, asegura la enfermera, pero no por ello deja de estar preocupada por un rebrote que, asegura, llegará. “Todos los sanitarios tenemos miedo al desconfinamiento”, reconoce, pero también es consciente de que la vida tiene que volver, de alguna manera, a una cierta normalidad. Pero una normalidad poco rígida: “debemos estar atentos para poder dar marcha atrás en cuanto veamos que todo vuelve a empezar”.
La igualadina se muestra tranquila y segura que, ante una segunda ola, la cosa será muy diferente. Los protocolos ya están claros, el personal organizado y, sobre todo, la población está concienciada. “Aunque miremos las noticias y parezca que la gente no respeta las normas, la vida ha cambiado y nuestra manera de comportarnos también”, afirma. Las personas mayores irán con más cuidado y las mascarillas se han convertido en parte imprescindible de nuestro outfit. Todo ayuda. “Pero el personal está cansado. Y después de lo que ha vivido, tiene miedo “, reitera, de nuevo, en tercera persona.
Pero ella no ha sido ajena al miedo y al cansancio. Ni ella ni su madre y su hermano, una enfermera, y el otro auxiliar de enfermería, ambos en el mismo centro. “Cada día hacemos una videollamada para vernos y contarnos lo que vivimos y lo que sentimos. Para descargar tensiones, porque por mucho que pares algunas horas, lo que vives es demasiado fuerte”, explica, pero sin perder la vitalidad alegre a la voz.
De Sarajevo a Igualada
Esta familia, además de acompañarse en su lucha contra la Covid, también se acompañaron en la lucha de sobrevivir a una guerra. Y es que estos igualadinos son originarios de Bosnia. Hay que remontarse a 1992, para encontrar una joven Tijana de 9 años que llegaba a Catalunya acompañada de su hermano, con un año de vida, y su madre. Tuvieron que abandonar su casa, en Sarajevo, por culpa del conflicto: “pensábamos que sería cosa de dos o tres meses, porque al fin y al cabo estábamos en Europa y lo no podía alargarse”. Pero se alargó.
Fue un convoy de la Cruz Roja el que los llevó a Igualada, después de haber pasado unos meses en Belgrado (Serbia). “Se nos ofreció la posibilidad de venir a España y mi madre me preguntó qué hacer… ¡Pero yo sólo tenía nueve años!”, recuerda, mientras su voz denota una sonrisa. Sus padres decidieron que debían alejar a las criaturas del conflicto, así que se fueron, los tres, porque sólo permitían salir del país a las madres con hijos pequeños. Pocos meses después, en 1993, perdieron al padre en la guerra.
Igualada debía ser un hogar temporal, pero su madre encontró trabajo enseguida: “por suerte o por desgracia, el trabajo de un sanitario es necesario en cualquier lugar del mundo”. Poco después, los acompañó a su abuela, porque la madre tenía que trabajar en tres centros diferentes para poder llegar a fin de mes. Así que ya estaban todos en Igualada y los pequeños comenzaron la escuela. “Vamos a esperar a que Tijana termine la escuela. Esperaremos a que termine el instituto”, recuerda que decía su madre.
Y cuando todo esto pasó, la familia Postic se dio cuenta de que no querían volver a una posguerra. “Hasta que, de repente, te das cuenta que no volverás nunca”, explica. Así que se hicieron igualadinos de todas todas y Tijana cursó sus estudios, por casualidad o no, en enfermería. Su madre fue enfermera en Bosnia, y ella ahora lo es en la batalla contra la Covid. Asegura que nunca tuvo claro que quisiera ser enfermera, pero “la experiencia de mi madre me dio seguridad”, afirma, terminando la conversación para poder recuperar, al menos, diez minutos de paz antes de volver al hospital.


