Disminuido el número de contagios entre la población, el Hospital de Bellvitge, al igual que el resto de hospitales, ha comenzado a encarar ‘la nueva normalidad’. Poco a poco, se ha ido recuperando la habitual rutina en el hospital, que había quedado completamente invertida con el inicio de la pandemia. Los equipos integrados por profesionales de especialidades diversas para asistir a los pacientes de Covid-19 han vuelto a sus correspondientes puestos de trabajo habituales y los pacientes de coronavirus han vuelto exclusivamente al servicio de enfermedades infecciosas.
Con el inicio de la desescalada, la intención ha sido reorganizar la asistencia hacia un sistema más eficiente y seguro. Progresivamente, se ha ido retomando la actividad quirúrgica, que había quedado casi totalmente interrumpida durante la pandemia, sólo haciendo operaciones de urgencia. “Primero hacíamos unas tres operaciones diarias y luego fuimos aumentando el número hasta que el lunes 18 de mayo ya volvían a estar operativos todos los quirófanos”, explica el subdirector médico del Hospital, Alvaro Arcocha. Esto se ha hecho dando prioridad absoluta a las cirugías oncológicas que no se podían demorar.
También se han ido reprogramando las consultas presenciales, con las medidas de seguridad adecuadas y ampliando el horario también por la tarde para evitar aglomeraciones. Pero la mayoría de consultas, para minimizar riesgos, se hacen de forma telemática. Sin duda la no presencialidad es uno de los grandes cambios que ha instaurado la crisis sanitaria. “Con la pandemia nos hemos visto obligados a emplear la telemedicina, pero esta ha llegado para quedarse. Obviamente no perderemos la presencialidad, pero sabremos escoger más y mejor en qué casos vale la pena que el paciente se desplace al hospital y si es o no eficiente que venga. Se tomará la decisión que beneficie más al paciente”, señala José Jerez, enfermero de práctica avanzada del Hospital.
Incertidumbre continuada
La parálisis de la actividad habitual en los hospitales durante las semanas más críticas ha tenido, obviamente, impactos en las listas de espera, tanto en cuanto a las actividades quirúrgicas como las pruebas diagnósticas. “Hay otros procesos que tendrán un impacto indudable en las listas de espera. Haciendo las mejores estimaciones posibles para finales de año, llegaremos al mismo nivel que el año pasado. En algunos procedimientos quizás llegamos a las cifras de intervenciones del año pasado, pero en otros será imposible”, destaca Arcocha. “Confiamos en que el primer trimestre de 2021 podamos volver a recuperar la normalidad de antes de la pandemia”, añade.
Esto, sin embargo, todavía es una incógnita, y dependerá también de si se produce o no un rebrote del virus. Sin embargo, en caso de producirse, los profesionales del Hospital no tienen dudas en que están mucho más preparados para afrontarlo que al inicio de la pandemia. “Tuvimos que aprender sobre la marcha a tratar un virus que desconocíamos completamente. Hemos aprendido a reorganizar el Hospital rápidamente, por lo que si nos encontráramos de nuevo en la situación, tendríamos una respuesta aún más rápida y más claras las directrices sobre qué hacer “, explica la Dra. Carlota Gudiol, del servicio de enfermedades infecciosas.
En cuanto a la posibilidad de un rebrote, Gudiol lo considera bastante probable. “Quiero pensar que durante los meses de verano tendremos una tregua, pero del mismo modo que hay un brote de gripe cada invierno, el coronavirus no desaparecerá. Seguirá circulando y es posible que tengamos un rebrote”, señala. Sin embargo, destaca que la incertidumbre es enorme y, aunque ahora se tenga un mayor conocimiento de la enfermedad, hay muchas incógnitas por resolver. “Todavía no podemos poner la mano en el fuego sobre algunas de las hipótesis que tenemos, por ejemplo, con respecto a la capacidad inmunológica del virus, que algunos estudios preliminares indican que es baja, o la afectación o no del calor sobre éste”, indica.
Por su parte, Jerez se muestra preocupado por la actitud relajada de una parte de la ciudadanía. “Los números son números, y al final ya no resuenan tanto. La gente se queda con la idea de que la curva ya ha ido bajando, pero lo cierto es que aún no nos hemos deshecho completamente del riesgo “.

El punto álgido de la pandemia
“Nos lo encontramos encima de repente. De un día para otro nos encontramos inmersos en un número exponencial de casos graves de coronavirus”. Así describe Gudiol el inicio de la pandemia. Los primeros casos de coronavirus ingresaban al servicio de enfermedades infecciosas, pero cuando el número de pacientes comenzó a sobrepasar la capacidad de este servicio, se incorporaron otros servicios en la atención de estos enfermos. “En lugar de tener servicios especializados, nos convertimos en un Hospital transversal”, explica.
Los pacientes críticos fueron llevados al servicio de cuidados intensivos y de anestesia; los semicríticos, fundamentalmente a neumología con el apoyo de medicina interna y enfermedades infecciosas; y en la parte de hospitalización se crearon los equipos Covid, con un infectólogo, internista o neumólogo al frente y con personal sanitario de otras especialidades, tanto quirúrgicas como médicas, que se tuvo que formar rápidamente para asistir a los pacientes de coronavirus. También se tuvo que aumentar la dotación de camas de UCI deprisa, hasta triplicar los que había anteriormente.
“Los protocolos cambiaban cada día y la presión asistencial era elevadísima. Combinar esta presión asistencial con la formación de urgencia en función del conocimiento y evolución de la enfermedad, provocaba un estrés brutal”, explica Jerez, jefe de Enfermería. Además, muchos profesionales tuvieron que aprender a utilizar aparatos tecnológicos que no estaban acostumbrados a usar. “En los momentos más duros, sabías cuando entrabas, pero no cuando salías. Eran horas y horas de trabajo sin parar”, señala Jerez.
Habiendo vivido este punto álgido de presión asistencial, lo que más valoran los profesionales sanitarios ha sido contar con el apoyo de sus compañeros y compañeras. “Una de las vivencias más positivas que me llevo es que todo el personal sanitario hemos ido a la par. Hemos unido fuerzas, nos hemos arremangado todos y hemos tenido una capacidad de comunicación y de trabajo en equipo impecable. Hemos sacado lo mejor de nosotros”, destaca Gudiol. En la misma línea, Arcocha señala que con esta crisis “nos hemos sentido desbordados todos, pero el personal ha respondido de una manera excelente, con disposición y esfuerzo enormes, ante una situación tan imprevisible y dramática”.
La crisis ha supuesto para los profesionales sanitarios salir de manera drástica de su zona de confort. “Nos hemos quitado la capa de nuestra especialidad y hemos apostado por la ayuda multidisciplinaria, trabajando con el servicio que sea. Hemos sido solidarios con los compañeros y con los pacientes, dando el máximo de nosotros para que se sintieran lo mejor posible, en un momento en el que no tenían a sus familiares para acompañarlos. Ha supuesto una humanización total”, señala Jerez.
La desescalada emocional
Sin duda, a pesar de que los aprendizajes que ha llevado la crisis son inmensos, vivir una situación tan dura y estresante también ha pasado factura al personal sanitario en el ámbito emocional. Según explica Gudiol, la curva emocional es caprichosa. “Las primeras semanas estábamos tan metidos en la situación y en la asistencia a los pacientes que hicimos un despliegue de adrenalina muy grande, con una capacidad de trabajo enorme”, explica. “Esta adrenalina inicial nos hacía imparables”. Pero con la bajada de la presión asistencial, dice, es cuando se empieza a tomar conciencia de la situación vivida. “Durante las semanas de máxima actividad, he tenido la sensación de vivir una vida paralela a la mía. Cuando coges distancia y empiezas a digerir los procesos, sentimientos y experiencias vividas es cuando haces el descenso emocional”, dice.
Para José Jerez, ahora los profesionales sanitarios están haciendo su propia desescalada. “Los que hemos pasado por eso, sabemos que la cicatriz de todo lo que hemos vivido quedará para siempre, y es una herida que costará de cerrar”, explica. “Hemos vivido momentos durísimos con los pacientes, hemos visto a compañeras caer enfermas, hemos tenido miedo a volver a casa para no contagiar a nuestras familias e, incluso, muchos compañeros han ido a hoteles por este motivo. Y con todo esto, no hemos podido ni darnos un abrazo”, dice. En este sentido, destaca que sería bueno que la ciudadanía hiciera un ejercicio de memoria y que dentro de unos meses no olvidara que el personal sanitario lo dio todo para paliar esta crisis y que hay que tomar conciencia de que se debe cuidar la sanidad pública.


