El descenso de los contagios e ingresos por COVID-19 ha propiciado que los hospitales y centros médicos pongan ahora el foco en retomar aquellas actividades que habían sido suspendidas o aplazadas debido a la presión asistencial durante la pandemia y también en el tratamiento de las secuelas de los pacientes que han sufrido el coronavirus. Estas secuelas son diversas y dependen, habitualmente, del grado de gravedad en que se ha sufrido la enfermedad. Los expertos calculan que entre un 15% y un 20% de las personas curadas desarrollarán algún tipo de secuela que, a veces, no es inmediata, sino que se puede manifestar semanas después de haber tenido la infección vírica.

La primera secuela importante, y una de las que más preocupa, es la fibrosis pulmonar, derivada de neumonías graves provocadas por el virus. “Es como una especie de cicatriz reparadora que se crea como respuesta natural de nuestro organismo ante la amenaza del virus”, explica Francisco Cegri, coordinador del Grup de Gent Gran de la Associació d’Infermeria Familiar i Comunitària de Catalunya (AIFiCC). Esta fibrosis limita la capacidad pulmonar y provoca que, a lo largo tiempo, el paciente tenga una limitación para realizar esfuerzo físico y que deba recibir un tratamiento para mejorar esta capacidad ventilatoria.

Esta afectación más grave puede llegar a ser crónica. “El miedo que teníamos era que después de haber sufrido de manera grave el coronavirus los pulmones hubieran quedado dañados permanentemente”, señala el jefe de enfermedades infecciosas del Hospital Parc Taulí de Sabadell, Manel Cervantes. Sin embargo, el seguimiento realizado a los pacientes post COVID-19 parece apuntar que la tendencia es a la mejora. “Una vez pasa la fase inflamatoria de la enfermedad, que puede durar un mes o dos, la tendencia es ir recuperándose, eso sí, de forma progresiva”, señala el doctor. Recuerda, sin embargo, que en algunos casos sí que puede causar un daño permanente de los pulmones y algunos pacientes, incluso, han necesitado que se les hiciera un trasplante de pulmón. Estos, sin embargo, son casos muy poco frecuentes.

Otra secuela muy común del coronavirus es la afectación en la coagulación de la sangre, que causa, en muchos casos, trombosis en las piernas y embolias pulmonares. En este caso, se trata de una secuela que tiene tratamiento a través de anticoagulantes, y con rehabilitación la tendencia también es la mejora. Esta alteración en la coagulación de la sangre empeora con la reducción de la movilidad que supone una larga estancia en una unidad de cuidados intensivos (UCI).

Haber sido ingresado en una UCI también provoca problemas de fatiga y pérdida de masa muscular, secuelas que también tienen repercusiones en el ámbito respiratorio. “Normalmente asociamos la pérdida de musculatura a las dificultades para caminar, pero va más allá, ya que la fuerza muscular es imprescindible para poder respirar bien”, remarca Cervantes. En este sentido, es muy importante realizar ejercicios pautados por especialistas, tanto ejercicios de movilidad como técnicas respiratorias, según convenga en cada caso. “En función de las particularidades de cada caso aconsejamos unos ejercicios u otros. La cuestión es que los pacientes integren estos ejercicios en su día a día, que es lo más importante para que la recuperación física sea la máxima posible”, remarca Cegri.

Cegri también destaca las consecuencias psicológicas que se pueden haber producido en personas que han pasado por el coronavirus. “Hay personas que han visto cambiado el sueño y no descansan igual de bien, por la intranquilidad, ansiedad y nerviosismo que les ha provocado pasar por esta situación”, señala. Por eso, dice, es importante reducir el estrés y reflexionar sobre las causas que nos lo provocan, también con la ayuda de ejercicios de relajación para cuidar la calidad de nuestro sueño. “Mantener una adecuada higiene del sueño es fundamental para nuestra salud y para sentirnos mejor durante el día”, destaca.

Muchas incógnitas aún por descubrir

A pesar de que cada vez hay más conocimiento sobre las posibles secuelas del coronavirus, a través del seguimiento de los pacientes una vez han pasado la enfermedad, aún quedan muchos interrogantes por resolver. “Es una enfermedad nueva y aún nos quedan muchos aspectos per conocer. Los especialistas debemos tener la mente muy abierta a que puedan surgir nuevas secuelas”, señala Cervantes. En la misma línea, Cegri remarca también la incertidumbre de la evolución de la enfermedad y de sus secuelas y recuerda que hay personas que hace muchos meses que las padecen, y que esto les provoca un trastorno emocional muy grande.

Una de las incógnitas es qué afectaciones de tipo neurológico puede provocar el coronavirus. En el ámbito de la investigación, este tipo de secuelas aún son bastante desconocidas, pero ya hay algunos estudios que señalan diversas repercusiones del virus en la salud cerebral. “Estudios hechos en China señalan que el coronavirus produce en el cerebro una especie de envejecimiento, que afecta tanto a la memoria como la capacidad de respuesta del organismo. Esto, según dicen, con el tiempo puede provocar enfermedades tipo Parkinson o Alzheimer”, señala Cegri.

Otra secuela desde el punto de vista neurológico es la pérdida del sentido del gusto y el olfato. Esta afectación se ha producido en algunos casos por la penetración del virus en el sistema neurálgico a través de las fosas nasales, provocando pequeñas lesiones que, por lo que se ha visto hasta ahora, suelen ir progresivamente a mejor.

Por otra parte, según explica Cervantes, hay una evidencia muy grande que los enfermos que han estado mucho tiempo en una UCI por una enfermedad grave suelen tener, durante las semanas y meses después de sufrir la enfermedad, problemas de concentración, mal de cabeza o vista cansada. “Estas secuelas neurológicas podrían estar más relacionadas con un periodo de estancia largo en la UCI por haber sufrido una enfermedad grave que al coronavirus en sí, pero eso no lo podemos asegurar al 100%”, destaca el jefe de enfermedades infecciosas del Hospital Parc Taulí.

El estudio de los casos, pues, aportará más luz a estas posibles secuelas. Lo que sí está claro es que la reacción inflamatoria que provoca la COVID-19 puede afectar a cualquier órgano del cuerpo, disminuyendo su funcionalidad. Por ello, señala Cegri, es muy importante hacer un seguimiento exhaustivo de estas secuelas, tratándolas para poder minimizar sus efectos y haciendo que las personas que han sufrido el coronavirus puedan recuperar al máximo su normalidad anterior.

Coordinar esfuerzos

Para combatir estas secuelas, el Hospital Universitario Parc Taulí de Sabadell puso en marcha la primera unidad funcional de todo el Estado dedicada exclusivamente al tratamiento y conocimiento de las consecuencias de haber sufrido el coronavirus. “El objetivo es coordinar los esfuerzos entre los diferentes especialistas del Hospital y los profesionales de atención primaria para que se pueda hacer la atención al paciente de la mejor manera posible, haciendo que se sienta cómodo y optimizando los esfuerzos entre los distintos profesionales”, explica Cervantes.

De este modo, el Hospital se coordina con los CAP para mejorar la atención sanitaria con un sistema de seguimiento presencial y telemático para potenciar la recuperación de los pacientes y el conocimiento de aquellas secuelas que se puedan cronificarse. Hay dos vías de entrada a la unidad: una, por haber sufrido la enfermedad de manera grave, que es la vía de acceso más directa, en la que el paciente es enviado directamente a los especialistas correspondientes a sus síntomas y, la otra, a través de la derivación del médico de cabecera. En este sentido, Cervantes destaca como uno de los primeros objetivos confirmar el diagnóstico. “Tenemos que estar seguros de que las afectaciones que muestra el paciente son por coronavirus o por otro motivo”, señala el doctor.

Inevitablemente, las secuelas más leves quedan en segundo plano y se prioriza la atención a aquellas secuelas que pueden tener más trascendencia por su gravedad y que tienen tratamiento, como los problemas de coagulación de la sangre o la atención a pacientes que han manifestado afectaciones neurológicas como haber sufrido un ictus. “Esto es prioritario porque podemos evitar que empeore”, explica Cervantes.

La atención primaria, primordial para hacer un buen seguimiento

Cervantes considera que el papel de la atención primaria en el tratamiento y diagnóstico de las secuelas es fundamental. “El médico de cabecera conoce los pacientes, las patologías previas que tenían y los medicamentos que toman, por lo que puede valorar muy bien si los síntomas que siente el paciente se explican por otras enfermedades previas y derivarlo a un especialista o un otro”. En este sentido, destaca la importancia de coordinar esfuerzos con la atención primaria para minimizar las secuelas de los pacientes post COVID-19. “La cooperación con los centros de atención primaria es esencial. Si pensamos que tenemos que funcionar por separado, lo único que haremos es duplicar los esfuerzos”, señala.

En la misma línea, Cegri destaca que los profesionales de la primaria son los que se encuentran más cerca de la comunidad y tienen un rol muy importante en la monitorización y seguimiento de todas las personas que han sufrido la COVID-19 y en su recuperación, minimizando las secuelas. “Nosotros acompañamos a estos pacientes, observando cómo afectan estos problemas en las actividades de su vida diaria y viendo cómo se pueden revertir estas dificultades provocadas por la enfermedad”, destaca. “Hacemos seguimiento telefónico y domiciliario. No nos olvidamos de nadie, porque sabemos que podemos ayudar a las personas a minimizar los daños de la enfermedad si empezamos nuestra intervención de forma precoz”, concluye.

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