Alguien ha escrito que la crisis de la Covid-19 es la guerra civil de la generación de los sesenta. Quiere decir que esta promoción que rejuveneció como nunca la sociedad española, en toda su vida no ha sufrido un trasiego tan terrible y devastador como el actual. Hay una lógica en esto: si los baby boomers, en la amplia acepción del concepto, hasta ahora no han sido víctimas de un apocalipsis es, probablemente, porque aún no les tocaba; era cuestión de tiempo.
Lo dice el catedrático de Pensamiento Europeo John Gray: “ya sea por una guerra, revolución, hambruna o epidemia –o la combinación de todas– la desaparición repentina de un modelo de vida es frecuente. Evidentemente, hay periodos de mejoras graduales, pero no suelen durar más de dos o tres generaciones.” Desde este punto de vista cabe asumir que, realmente, el ciclo vital de las personas nacidas entre finales de los cincuenta y el cambio de los setenta ha llegado a su desenlace.
No quiero decir que se produzca una desaparición física, por suerte el virus no ha alcanzado los extremos mortíferos de nuestras guerras más recientes, pero sí que es el punto de inflexión a partir del cual asistiremos al progresivo declive social, cultural y político de toda una manera colectiva de vivir, hacer y pensar; el way on life con que se dotó con los años esta tan numerosa quinta, y que ha marcado de una forma nada despreciable la vida y la historia del país durante toda una época.
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