«Lo primero que se me pasó por la cabeza mientras escuchaba a Pedro Sánchez decir que iba a declarar el estado de alarma fue: ya veremos cuánto tardan en aparecer los memes de gordos. Al día siguiente, ya me empezaron a llegar”. Nina Navajas investiga sobre los discursos de la salud y la gordura en el Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad de Valencia. Durante el confinamiento provocado por la pandemia de COVID-19, muchos de esos memes llegaron también a la plataforma Stop Gordofobia con el objetivo de denunciar su mensaje. “Hubo un momento en el que tuvimos que parar: la cantidad era tal que nos estaba afectando psicológicamente”, explica su fundadora y autora del libro 10 gritos contra la gordofobia, Magdalena Piñeyro. “Al final, una puede tener aprendida toda la teoría pero una opresión constante actúa de forma brutal”, analiza.

Durante aquellos días, el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, salió a denunciar la gordofobia tras recibir comentarios en sus redes sociales que juzgaban su físico, e incluso titulares de prensa que hacían mofa de su aumento de peso . “Te has hartado de phoskitos en el confinamiento”, decía uno de los mensajes. No es anecdótico porque muchas personas temen precisamente eso: los juicios de valor sobre los cambios en el aspecto físico que tan normalizados están. Juicios que suponen, según explica Piñeyro, “mecanismos de opresión y represión de los cuerpos gordos o que han engordado”. “Un control policíaco del cuerpo: de lo que subes, de lo que bajas y de cómo estás. Por ejemplo, ahora que a mucha gente le ha preocupado engordar durante la cuarentena, cuando salgo a la calle pienso: ¿Me están observando? ¿Pensarán que soy una gorda de cuarentena o sabrán que soy gorda de toda la vida?. Es esa policía mental en nuestras cabezas”, continúa.

Lee el artículo original en castellano en La Marea o en catalán en Catalunya Plural

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