Il·lustració d’Eugènia Trallero

La vivienda es un bien de primera necesidad. Todo el mundo debería tener garantizado un techo bajo el que dormir, vivir y sentirse seguro. Pero por desgracia, el mercado ha convertido un hogar en un bien privativo, fuera del alcance de muchas familias que se han visto desahuciadas de su casa. Los bancos y los grandes tenedores usurpan los hogares de muchas personas que sólo quieren sobrevivir.

Es legítimo querer tener una casa y luchar por conseguirla. Y esta lucha, a veces, pasa por ocupar una vivienda. La gran mayoría de veces, una vivienda vacía. Ocupar un espacio para convertirlo en residencia es la opción de muchas familias sin recursos que no se instalarán en el hogar de otra familia. En contra de lo que nos quiere hacer creer la tremenda campaña mediática contra la ocupación que este verano hemos visto en ciertos medios, el riesgo de volver de vacaciones y encontrarte tu casa ocupada es muy bajo. De hecho, es más alto el riesgo de que tu casa acabe en manos de un banco o un gran tenedor.

Tener un techo es un derecho y no, no se debería conseguir ocupando. Pero si los bancos y grandes capitales no especularan con este derecho, no habría necesidad de tomar un bien por el que mucha gente estaría dispuesta a pagar. Especular con la vivienda es especular con la vida. Y no debemos olvidar que la vida siempre se abre paso.

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