A menudo, en esta cautela de la iglesia a la hora de relacionarse con los medios de comunicación, varias veces el Arzobispado de Barcelona aconsejó a Manel Pousa, el pare Manel, que no hablara tanto con los periodistas, que no saliera en la televisión. Él hizo caso omiso y le estaremos siempre muy agradecidos. Consciente de que los verdaderos protagonistas son la gente, para la que trabajaba, cuando se ponía delante de los medios de comunicación, cuando celebraba la gala Guanya’t el cel amb el pare Manel, era por una buena causa, para comunicar esta realidad, transmitir los modos de vivir de una sociedad que excluye y margina; el protagonista no era él, sino la gente que sufre.

Por otra parte, entendía la parroquia como un pueblo, de toda la comunidad, tanto de los feligreses como de los no creyentes o no practicantes. “Saber relacionarnos con las personas laicas va más allá de que nos lleven las cuentas o la imagen: se trata de hacerles entender nuestro trabajo. Creo que si volviera a nacer, sin lugar a dudas volvería a ser cura. Sé que tengo una misión y desarrollo una función, como hace cualquier otro miembro de una comunidad cristiana o civil”, explicaba en el libro Pare Manel. Més a prop de la terra que del cel (Angle Editorial) que el periodista Francesc Buxeda publicó en 2011.

Nacido en Granada en 1945, hijo de padres barceloneses, el tercero de seis hermanos, fue ordenado cura en la parroquia de San Josep Oriol de Barcelona en 1975 y ejerció en la parroquia de la Santíssima Trinitat de la Trinitat Vella y en los barrios de Verdum y Roquetes. Sacerdote heterodoxo, muy alejado del mensaje de la iglesia tradicional, consideraba que no tenemos la exclusividad de la bondad ni del amor ni de la fe. Al contrario: “Los valores altruistas son patrimonio de toda la humanidad”. Y contribuyó a que todo el mundo pudiera entenderlo, sin hacer distinciones de procedencia, raza u otra…

“Los valores altruistas son patrimonio de toda la humanidad”. Y contribuyó a que todo el mundo pudiera entenderlo, sin hacer distinciones de procedencia, raza u otra…

“Puedes llamar un valor con términos diferentes, puedes decirle justicia, solidaridad o caridad; da lo mismo, la denominación cambia con el tiempo o las modas, pero en esencia mantiene el mismo significado”, afirmaba. Quizá por eso nunca tuvo ningún complejo por ser cura, y no se escondió a la hora de hablar de ciertos valores cristianos que consideraba importantes. “El hecho de ser creyente o practicante -dos aspectos diferentes, que no deben confundirse- es un proceso del todo personal. Para mí, lo que me compensa y me libera no es que la gente venga a mi misa ni se convierta en mi religión, sino que piense, reflexione, sea consciente, medite, ore, tenga empatía…”, subrayaba.

Partiendo de que la vocación no es patrimonio de una religión determinada, “ninguna religión tiene la exclusiva de Dios”, manifestaba, concebía la iglesia como un conjunto de personas, de historias y de situaciones diversas. No iba por el mundo con ninguna actitud de convertir a nadie, porque era consciente de que la fe llega por medio de este proceso personal e intransferible. Ahora bien, sí que se identificaba con mucha gente cuando hablaba de justicia o solidaridad. “Muchos educadores, monitores, voluntarios y colaboradores que trabajan con nosotros, en la Fundación Pare Manel, no van a misa. ¿Qué nos vincula? Es el lenguaje del ejemplo, y son sobre todo las ganas de ayudar a los niños y las familias que lo necesitan”. Así, consideraba que cada día deberíamos hacer un examen de conciencia, por la noche o por la mañana; cuando nos interese. “No es una práctica religiosa, no es un culto, se trata de levantarte y dar gracias a la vida; es tener la capacidad de plantearte diariamente qué es lo mejor que puedes ofrecer de ti mismo en el mundo que te rodea”.

A menudo, durante la celebración de una misa, bromeaba y decía: “No hace falta que lea la consagración: si me equivoco en una palabra, el buen Jesús vendrá igual, aquel pan seguirá siendo el significado de su presencia”. Nunca quiso convertirse en un esclavo de la liturgia: “Creo que parte del clérigo, así como gente muy piadosa, sigue estando demasiado sujeto a la rigidez de un lenguaje litúrgico. Quizás soy una persona un poco anárquica, porque me identifico totalmente con esta frase de San Agustín, uno de los padres del cristianismo: “Ama, y haz lo que quieras”. Hacer lo que deseo es fácil, pero amar no lo es tanto”.

El pare Manel no ha sido un cura cualquiera. Aunque algunas personas sólo habían conocido su vertiente mediática, muchas sabían que trabajaba incansablemente para combatir la marginación social. El don del pare Manel era el de ayudar a los demás o, como decía él, el de acompañarlos. Y lo hacía desde su condición de religioso, a la que no quiso renunciar nunca, a pesar de que la realidad social de sus luchas chocara de lleno con los dogmas de la Iglesia más ortodoxa. No obstante, si alguien se ha ganado el cielo, este es el pare Manel.

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