Trump podría hacer un remake si tenemos en cuenta su carrera empresarial y política, llena de trampas, estafas y deudas pendientes. Pero no hay que minusvalorarlo porque si bien no es un gran estratega, como táctico de corto plazo no le gana nadie. Hace 4 años logró, con sus recursos de marketing y en medio de grandes turbulencias de su partido, hacerse con el mando de la situación.

Captó enseguida la desafección de buena parte de la población con el establishment -una reciente y amplia encuesta de la Universidad de Cambridge mostró que el 50% de los norteamericanos están insatisfechos con su sistema político y una quinta parte dijo a los encuestadores que estarían felices de vivir bajo un régimen militar-. Con la intuición de un estafador experimentado, Trump no solo aprovechó este déficit democrático para ganar la Casa Blanca, sino que lo amplió mientras estuvo en el cargo.

Sabe bien que hoy la atribución de autoridad que hacemos hacia los políticos es más bien escasa. La increencia en su saber hacer y en sus supuestos ideales es grande. Hasta el punto de que una buena parte de la sociedad los considera más bien cínicos, o sea movidos solo por su satisfacción. Una clave importante del éxito político de Trump es hacer creíble -entre una población ya muy desafecta con el sistema político- que si todo es una estafa, ¿A quién le importa si el presidente es un mentiroso en serie? Si todos los políticos estadounidenses son corruptos, ¿Qué pasa si el presidente también lo es? Si todo el mundo siempre ha roto las reglas, ¿Por qué no puede hacerlo él también? Y, de paso, da permiso a los suyos para que ejerzan su propio cinismo.

Trump es un maestro en crear desconfianza y usarla en su beneficio. La periodista Lesley Stahl contó cómo en una ocasión que le entrevistó (2018) le confesó que golpea a la prensa ‘para degradarle y desacreditarle, así luego nadie creerá las historias negativas sobre mí”. Tenía experiencia ya que ayudó a convencer a millones de estadounidenses de que Obama era ilegítimo, y por eso su mantra actual -jaleado en la red por los grupos de Facebook “Biden Is Fake” – buscará convencer a los estadounidenses de que Biden es ilegítimo.

Como todo estafador sabe guardar las apariencias y disimular el conejo bajo la chistera. No es solo un niño enrabietado que se levanta pronto para insultar por Twitter, su juguete preferido donde verifica cómo degradar la autoridad en popularidad. Él sabía la dificultad que habría en algunos estados disputados, como Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, y por ello anunció el fraude de los demócratas diciendo a sus seguidores que votar por correo era sospechoso, sabiendo que sus oponentes lo harían así por precaución ante el contagio. Casualmente, en ninguno de esos estados terminaron de contar sus votos el martes por la noche porque los legisladores republicanos impidieron que sus juntas electorales contaran los votos por correo antes del día de las elecciones. Para sus fines no escatima ningún medio: insultos, amenazas, mentiras y apoyo a grupos radicales y conspiranoicos como QAnon (que ya tiene representantes en el Capitolio).

Su próximo juego de manos ya está en marcha, toda su familia ha iniciado una campaña para denunciar las acciones legales legítimas contra ellos, calificándolas como persecución política: “Están tratando de atraparme porque me opongo al presidente falso”.

Paradójicamente, la pérdida de Trump aumentará, sin duda, la lealtad de sus fanáticos más fervientes, quienes seguirán enojados porque se les ha privado injustamente de su papel legítimo. No hay que descartar que el negocio le salga redondo al expresidente: su merchandising de banderas, corbatas, sombreros MAGA, e incluso títulos de su extinta Universidad Trump irá viento en popa. Pronto despegará la Trump TV, para competir con sus nuevos enemigos de la Fox. Y no se extrañen si vende entradas para mítines y otros eventos públicos donde el gran estafador les espera con todo tipo de números.

Por otra parte, su híper-ego dañado seguirá en forma porque el mito de la ilegitimidad de Biden funcionará como una nueva forma de bálsamo de este percance. Un experto negacionista como él no tendrá dificultades para protegerse de la realidad de la derrota pretendiendo que no sucedió. ¡ATrumpame si puedes!

Share.

José R. Ubieto. Psicólogo clínico y psicoanalista. Profesor de la UOC. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis

Leave A Reply