Laura Borràs | imagen de Catosfera
Laura Borràs | imagen de Catosfera

Desde la época de Jordi Pujol, a la vieja Convergència i Unió le gustaba afirmar que también contaba con personas -e incluso sectores- de sensibilidad socialdemócrata. Aquella apuesta, calculadamente plural y pensada en clave estratégica, permitió a CiU convertirse en hegemónica ocupando el espacio central del sistema político catalán durante dos décadas. Una opción de centro-derecha liberal, con elementos democristianos y socialdemócratas, capaz de representar a Catalunya en España y en el mundo. Todo ello sonaba bien, especialmente fuera del área metropolitana, a pesar de que el culto al líder y las victorias electorales fueron forjando una cierta identificación entre país y partido. Los casos de corrupción y los años del procés borraron el que quedaba de la federación nacionalista, que consumó su separación en el año 2015.

Convergència i Unió acabó explotando, dando lugar al nacimiento de fuerzas políticas como el PDECat, Junts, Convergents, Partit Nacionalista de Catalunya, Demòcrates, Lliures o Units per Avanzar. Ninguna de estas fuerzas representa exactamente el legado convergente, a pesar de que algunas han reivindicado algunos aspectos, como por ejemplo el Partido Demócrata o Convergents -que se presentan juntos a los comicios de este año-.

Cualquier persona informada sabrá que el principal grupo, de todos estos que he enumerado, es Junts. La fundación del partido de Carles Puigdemont escenificó, en octubre de 2020, la ruptura con el paraguas del Partido Demócrata y con Artur Mas. En aquel momento se anunció un proceso interno que culminó con la elección por parte de los militantes de los miembros de la Ejecutiva y de los principales órganos de gobierno de Junts.

Junts se ha caracterizado, desde aquel momento, por tres rasgos principales. En primer lugar, el abandono de una moderación discursiva general, muy característica de la antigua CiU, que sí podemos encontrar en otros subproductos exconvergents. Además, ha querido incluir en lugares preeminentes perfiles independientes para escenificar un giro político definitivo. El peso de estas personas es importante, teniendo en cuenta que la diputada Laura Borràs consiguió ganar al consejero Damià Calvet en las primarias para disputarse la candidatura a la Presidencia de la Generalitat. Por último, pequeños grupos como Demòcrates, Solidaritat o Reagrupament han acabado por converger y participar de las listas de Junts, así como también exmiembros de la ANC o activistas de otro tipo.

Los primeros pasos de Junts son la confirmación que el espacio postconvergent huye de sus precedentes históricos. Y, ciertamente, ya no se trata de la misma gente ni de las mismas apuestas estratégicas. Pero hay que constatar un esfuerzo gigantesco para alejar el pasado cercano y consolidarse como true indepes; el partido más independentista del arco parlamentario. Dicho de otra manera, Junts parece buscar una reafirmación constante de su ideario nacional mientras huye del fantasma del pujolismo.

Este nuevo artefacto político, eso sí, todavía no ha acabado de construirse. No hay unas pautas de funcionamiento claras, como pasó con las primarias, y las diferentes familias internas lejos de tolerarse internamente se disputan enconadamente lugares en listas y espacios públicos. El elemento de cohesión es Carles Puigdemont, a pesar de que a veces para las cuestiones del día a día este liderazgo es insuficiente. Me refiero sobre todo a la cuestión ideológica en el ámbito social, donde Junts escenifica una posición ambivalente que va más allá de los discursos complementarios -dirigidos a diferentes grupos- que acostumbran a hacer partidos que se dirigen a mayorías sociales.

Junts no se define ideológicamente. No sólo por táctica, sino porque se contradice de manera flagrante. Y os pondré un ejemplo: la polémica cuestión de los impuestos. El 18 de junio de 2020 la diputada Elsa Artadi afirmaba en el Parlament que los 500 millones que se recaudan anualmente en Cataluña a través del impuesto de sucesiones eran necesarios para hacer frente a la COVID-19. El 23 de enero de 2021, el candidato número 3 por Barcelona Joan Canadell pedía la supresión de los impuestos de sucesiones y patrimonio. Ciertamente, no es ni la primera ni la última contradicción pública entre dos miembros de un mismo partido, pero no se trata de un matiz, sino de una agenda política explícitamente antagónica.

Quizás es que Junts, mientras decide qué piensa colectivamente y qué proyecto tiene, quiere aparentar ser liberal a ojos de empresarios y clases acomodadas, socialdemócrata en la lucha contra la COVID-19 y nacionalmente puro de cara a la parroquia hiperventilada en redes. O quizás no lo saben ni ellos.

Sobre la cuestión impositiva, estoy convencido qué cualquier persona de izquierdas podría ser favorable a que las pymes y autónomos sufran menos presión fiscal y se les facilite el trabajo. Y creo que Junts podría hacer este discurso de frontera si no se empecinasen en fichar independientes para huir de la sombra de la vieja Convergencia. En política hacer fichajes tiene un riesgo innegable, y esto es algo que, en ciertos casos, también ha experimentado recientemente Esquerra Republicana. Este riesgo, en el caso de Junts, tiene un impacto claro en su línea ideológica -a través de Canadell-; a pesar de que el máximo exponente de esta peligrosidad ha sido la inclusión en listas de Josep Sort. El Presidente de Reagrupament coleccionaba barbaridades injustificables en twitter, incluyendo insultos y comentarios supremacistas. Menospreciar estos episodios es contraproducente, sobre todo porque el señor Sort no fue escogido en la elección primaria, donde sólo consiguió 41 votos. Este tuvo que ser incluido en la candidatura por la Ejecutiva del partido -o por el órgano que finalmente haya confeccionado las listas electorales-.

Este fantasma que persigue a Junts solo podrá acabar de desvanecerse si definen cuál es su proyecto en el eje izquierda-derecha. Desde la discrepancia, personalmente respeto bastante más cualquier discurso liberal que este cúmulo de despropósitos que lo único que hace es dar gasolina a aquellos que quieren que el soberanismo catalán sea un movimiento residual.

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