Lo mejor del libro de Aaron Bastani es su título: Comunismo de lujo totalmente automatizado. En un momento en que proliferan las distopías desmovilizadoras, cualquier intento de imaginar un futuro con más justicia social y menos sufrimiento que el de nuestro presente es de agradecer. Bastani, uno de los fundadores de la exitosa web izquierdista británica Novara Media, propone una premisa simple: el progreso tecnológico estará en disposición de resolver en las próximas décadas problemas que ahora parecen abrumadores, desde la necesidad de abandonar rápidamente las energías de origen fósil hasta el envejecimiento, pasando por el hambre y el concepto mismo de trabajo, que según él cambiará radicalmente debido a la rápida automatización de numerosas actividades.
Todos los progresos tecnológicos que describe tienen un punto en común: permitirán superar la escasez (de energía, de minerales, de recursos de salud, de alimentos…). Como ha sucedido en otros momentos históricos – pone el ejemplo de Internet – las grandes empresas intentarán crear una escasez artificial para poder rentabilizar la explotación de estos recursos. Por lo tanto, la gran batalla política del futuro será evitarlo, garantizando el acceso de toda la población a los nuevos bienes liberados por la tecnología. Llegaríamos así a lo que describe con el término provocativo de “comunismo de lujo totalmente automatizado”, un futuro postcapitalista más allá del “reino de la necesidad” descrito por Karl Marx.
La tesis de Bastani es indudablemente atractiva pero, por desgracia, no se sostiene. En cada capítulo, el autor hace una descripción de la situación de la tecnología en cada uno de los ámbitos identificados (tecnología de la información, industria, alimentación, sanidad, minería espacial), entrelazada con una predicción de hacia dónde va a llegar el progreso tecnológico en cada campo y cuándo. El problema es que estas predicciones son enormemente optimistas, tanto que a menudo rozan la fantasía. En relación con la energía, el rápido abaratamiento de la producción de energía solar y eólica lleva a Bastani a anunciar el fin de las energías fósiles en poco tiempo. Autores como Yayo Herrero han señalado que aunque este abaratamiento fuese suficientemente rápido, la escasez de minerales como el litio es un obstáculo a la expansión de las energías renovables, por lo que también es necesaria una reducción drástica del consumo energético de los países del Norte. Bastani soluciona este problema con una predicción alucinante: antes de que la falta de litio u otros minerales sea un problema, la minería en asteroides y en la Luna serán una realidad de dimensiones masivas. Si el optimismo en relación al progreso de la energía solar y eólica está basado en la evolución real de estas industrias, no busquen los elementos objetivos que llevan a Bastani a anunciar minas en la Luna en poco tiempo, porque no los encontrarán.
Decía antes que las distopías son paralizantes, pero también lo es una versión de la realidad que sugiere que el impulso innovador del capitalismo resolverá por sí solo los problemas existenciales a los que se enfrenta la humanidad, incluida la emergencia climática. De hecho, Bastani trata la cuestión climática como una más, cuando en realidad es la macro-cuestión que determina todos los demás desafíos de nuestra especie. Y, aunque reconoce retóricamente la gravedad del reto climático (¡faltaría más!), sugiere que las transformaciones tecnológicas que ya están sucediendo lo resolverán. Resulta tan sorprendente como desolador ver a un autor crítico y anticapitalista tomar un desvío para acabar llegando a una postura muy parecida al capitalismo verde. Es este el tipo de razonamiento que está bloqueando la adopción de políticas decididas para disminuir drásticamente el consumo energético y de materiales, condición necesaria para reducir de manera rápida y duradera las emisiones de gases de efecto invernadero. Tras leer Comunismo de lujo, uno se queda con la impresión de que solo hay que esperar que la tecnología resuelva la emergencia climática… la misma impresión que dejan las intervenciones efectistas del empresario multimillonario Elon Musk, al que Bastani cita con frecuencia.
Al centrarse en el cambio tecnológico, Bastani deja de lado los aspectos más puramente sociales y políticos de las cuestiones que analiza. Cuando habla del sistema agrícola y alimentario mundial, dedica páginas entusiastas a prever un futuro de carne artificial, que supuestamente resolvería el impacto ecológico del consumo masivo de carne sin necesitar de un cambio de hábitos, pero apenas habla del despilfarro estructural del actual sistema de producción y distribución de alimentos, o de las injustas normas que rigen el comercio Norte-Sur de productos agrícolas. De la misma manera, el autor se fascina con los posibles progresos de la medicina basada en la investigación genética pero no habla de las desigualdades sociales y de género en la salud – cuya disminución evitaría más muertes a corto plazo que muchos de los avances tecnológicos que tanto celebra.
Al “comunismo de lujo totalmente automatizado” le faltan dos ingredientes centrales para ser el proyecto emancipador que pretende: una estrategia política – esperar que Elon Musk nos lleve a la Luna no es una estrategia – y un contenido ético, una idea de vida buena que vaya más allá del individualismo consumista promovido por el capitalismo neoliberal. Bastani no le dedica espacio a esta cuestión, no muestra ninguna ambición por un cambio de los estilos de vida dominantes que nos haga más felices, un tema que sí han explorado autoras y autores como Kate Soper o Emilio Santiago Muíño, este último a través del concepto de ‘lujosa pobreza’. Frente al sueño miope de sustituir energías fósiles por renovables sin cambiar nada más, necesitamos urgentemente utopías que nos permitan asomarnos a un mundo con menos despilfarro de recursos, menos consumo material, pero más tiempo libre, igualdad y derechos. Este tipo de reflexión está ausente de Comunismo de lujo, donde la perspectiva de género también es inexistente, lo que dificulta todavía más un cuestionamiento realmente profundo de la sociedad capitalista.
En el último capítulo, Bastani afirma que “es posible que la tecnología no determine la historia”, pero lo cierto es que todo el libro responde a esa tesis, que en realidad corresponde a una interpretación bastante extraña del marxismo. Paradójicamente, un libro que quiere ser un manifiesto político inspirador habla muy poco de política. Parece que Bastani utiliza la tecnología como atajo para no enfrentarse a la verdadera pregunta: ¿cómo conseguir los cambios políticos necesarios para superar el capitalismo? Ante el avance imparable del cambio climático, la precarización laboral y vital, el envejecimiento y el resto de retos que señala acertadamente el autor, es fácil caer en la desolación… o en falsas respuestas como el tecno-optimismo tecnológico. De hecho, una de las partes más convincentes de Comunismo de lujo son los dos capítulos donde el autor analiza algunos de los aspectos centrales del neoliberalismo contemporáneo y hace algunas propuestas estratégicas y de política pública interesantes, como el abandono del PIB como indicador o la creación de un banco internacional para financiar la transición energética en el sur global.
Como explica Benanav, el libro de Bastani se inscribe dentro de la influyente corriente de pensamiento sobre la automatización desarrollada durante la última década, que mantiene que estamos al borde de una gran transformación económica que supondrá la sustitución de la mayoría de la fuerza de trabajo por máquinas. Esta predicción parte de la tesis de que los cambios tecnológicos son responsables de la pérdida masiva de puestos de trabajo durante las últimas décadas en diversos sectores económicos, especialmente la industria. Sin embargo, Benanav explica de manera convincente en un reciente artículo en The New Left Review que han sido la desaceleración económica y la sobreproducción, y no la tecnificación, las causas principales de esta desaparición de puestos de trabajo. En lugar de una automatización acelerada que expulse a millones de personas del mercado de trabajo, Benanav prevé una extensión masiva de la precariedad y la informalidad laboral, una realidad que de hecho ya estamos sufriendo en todo el mundo y que afecta especialmente a las mujeres y los colectivos racializados. Ante este panorama no valen atajos tecnológicos, sino la difícil discusión sobre cómo construir una correlación de fuerzas que permita a las clases populares desafiar el poder de las élites y avanzar hacia alguna forma de comunismo o al menos postcapitalismo, aunque no sea lujoso ni totalmente automatizado.

