Alba Alfageme es psicóloga especializada en violencia sexual y procesos de victimización. Durante su trayectoria profesional ha llevado a cabo atención directa a mujeres sobrevivientes de violencia machista, así como intervenciones en situaciones de crisis o emergencias en diferentes contextos. También ha trabajado para el Departament d’Interior de la Generalitat de Catalunya diseñando, promoviendo e implementando planes estratégicos para el apoyo y la seguridad de las víctimas con una perspectiva de género. Alfageme considera que la pandemia ha acentuado aún más las desigualdades entre hombres y mujeres, que también se evidencian en la salud mental. Cree que son necesarias políticas públicas feministas y transformadoras, porque, como dice, las mujeres no sólo queremos estar, sino que queremos estar para cambiar las cosas”.

La salud mental se está viendo muy afectada por la pandemia. ¿Las mujeres son las que se han llevado la peor parte?

Sí, las mujeres son unas de las grandes afectadas. La pandemia lo que hará será acentuar problemas ya existentes y, por tanto, acentuará aún más las desigualdades entre hombres y mujeres, unas desigualdades que se evidenciarán también en la salud mental. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ya ha puesto sobre la mesa que las mujeres sufrirán un impacto mayor de la pandemia. En el ámbito de salud mental, se han puesto sobre la mesa tres motivos que pueden explicar que haya un mayor impacto en las mujeres, que pueden acabar también en esta acentuación de las desigualdades. El primero es que muchas de estas mujeres que han estado trabajando en lo que ahora consideramos sectores esenciales están muy precarizadas. Se trata de sectores socialmente despreciados y, en muchos casos, pertenecientes a la economía informal, que supone también una pérdida de derechos laborales.

La pandemia lo que hará será acentuar problemas ya y, por tanto, acentuará aún más las desigualdades entre hombres y mujeres.

De hecho, un 65% de las personas que se encuentran en primera línea contra el coronavirus, tanto en la sanidad, las residencias o los servicios de limpieza y alimentación, son mujeres.

Exacto, son estas mujeres que han ido a trabajar mientras el resto estábamos confinados las que han llevado el peso de esta crisis, y han puesto sus cuerpos confrontándose con la pandemia. El impacto mental y emocional que tiene esto es muy elevado. Por lo tanto, es evidente que las mujeres han tenido que sostener un impacto de la pandemia más elevado, porque han tenido que salir y hacer frente a esta situación. La situación de pandemia las ha reconocido como personas indispensables, pero de nuevo las vuelve a situar en un espacio menospreciado y mucho más precario, en cuanto a los sueldos y las condiciones laborales.

El otro factor que dicen que también impactará y está impactando ya en la salud mental de las mujeres es la sobrecarga que hemos tenido -y ya tenemos de forma generalizada y normalizada-, con la doble jornada de trabajar tanto en el trabajo como en las tareas de cuidados y el hogar. Algunos estudios que se han hecho sobre la pandemia apuntan que, durante el confinamiento, las mujeres estaban asumiendo 13 o 14 horas a la semana de tareas del cuidado y el hogar más que los hombres. Esto les supone una mayor sobrecarga emocional y estrés. Un segundo factor por el que las mujeres han tenido un impacto emocional más grande con la pandemia es el aumento de casos de violencia machista que se han dado dentro de las casas. Las casas, que teóricamente eran el espacio más seguro durante la pandemia, se han convertido para ellas una prisión. Este problema estructural que son las violencias machistas es otro factor que sabemos que alimenta toda esta afectación en la salud mental. Por lo tanto, es evidente que las mujeres estamos cargando un sobrecoste con esta situación. Muchas mujeres han perdido en el trabajo o han tenido que dejarla para cuidar de su familia, y todo ello ha supuesto que sus proyectos de vida hayan quedado absolutamente estancados.

Está claro que el género no es el único eje de desigualdad, se entrecruzan muchos factores.

Absolutamente. El enfoque interseccional nos pone sobre la mesa estos otros ejes de opresión que muchas mujeres sufren y que se acentúan con la pandemia. Muchas de estas mujeres que sufren otras discriminaciones que se suman al hecho de ser mujeres no tienen acceso a los servicios de salud mental, porque muchas veces no tienen ni tiempo de ir. Esto hace que al final se vayan arrastrando y acumulando estas consecuencias emocionales y psicológicas que, evidentemente, son devastadoras. Es muy triste, pero es así: cuando vivimos una situación donde se entrecruzan varios ejes de opresión tener en cuenta tu salud mental es un privilegio. Esto es bastante importante que seamos conscientes. Si realmente, tal como se apunta, la salud mental será la próxima ola que tendremos, seguramente muchas mujeres quedarán fuera de la oportunidad de recibir algún tipo de apoyo emocional.

Cuando vivimos una situación donde se entrecruzan varios ejes de opresión tener en cuenta tu salud mental es un privilegio.

¿Las mujeres tienen una peor salud mental que los hombres?

No es que tengan peor salud mental que los hombres, sino que las consecuencias del sistema patriarcal terminan evidenciando en un impacto en su bienestar psicológico. Por tanto, no es que, per se, las mujeres tengamos más problemas de salud mental, sino que estamos sometidas a un sistema que nos presiona mucho más, nos sobrecarga y nos sitúa ante situaciones de violencia de forma estructural y, evidentemente, esto acaba teniendo consecuencias en nuestra salud mental. Cuando en muchas ocasiones eres tú la que tienes que sostener todo tu núcleo familiar no tienes ni tiempo para ti, quedas la última fila, y es muy difícil que puedas destinar tiempo y dinero a cuidar de tu salud mental. Cuando te pones en la piel de muchas mujeres que están viviendo situaciones vitales muy difíciles, tienes que entender que, probablemente, no pueden ni permitirse pensar, por un momento, que su salud mental está tocada.

¿Los cuidados se han revalorizado con la pandemia?

El hecho de que los cuidados se hayan intentado borrar del mapa de qué es colectivo, social y público es la consecuencia de este hermanamiento de sangre entre el patriarcado y el capitalismo. Los cuidados no generan capital, no hay una producción económica detrás y, por tanto, se han dejado de lado. Yo creo que la pandemia nos ha puesto deberes, en el sentido que ha evidenciado las desigualdades y que estábamos viviendo en un modelo social que está absolutamente condenado al fracaso y ha puesto en el centro que, en estos momentos en que la vida está en riesgo, lo más importante son los cuidados. Es decir, la vida en mayúsculas. Yo creo que esto nos ha abierto la oportunidad de poder cambiar el modelo actual. Es cierto, sin embargo, que las presiones son tan fuertes que es muy difícil hacer un cambio de paradigma. El feminismo está ganando más peso y se intenta situar la vida en el centro, pero esto pide cambiar un sistema estructural. Hay muchos intereses de personas -sobre todo hombres- privilegiados que no están dispuestos a hacer un cambio de paradigma, porque supondría perder poder, influencia y capacidad de decisión.

Estamos en un punto en el que ante nosotros se abren dos caminos. Podemos seguir en un modelo, para mí absolutamente anacrónico y desfasado, que nos lleva a la destrucción absoluta como sociedad que es el capitalismo, o podemos apostar por estas políticas planteadas desde el feminismo que sitúan la vida la centro, que implica descargar a las mujeres de esta doble jornada y que se equilibren los cuidados, que los hombres deben estar más presentes en el acompañamiento a la crianza, etc. Esto pasa por un cambio de perspectiva muy importante y no tengo demasiado claro que realmente todo esto se pueda llevar a cabo. La presión del sistema capitalista y patriarcal es tan grande que, o muchas personas estamos dispuestas a hacer este cambio, o no saldremos de esta.

No nos conformamos con ser más mujeres, sino en ser más mujeres y cambiar las cosas. El hecho cuantitativo debe ir acompañado del cualitativo.

Parece que, en la teoría, hay bastante consenso para avanzar en la igualdad entre hombre y mujer.

Debemos tener claro que podríamos decir que el papel hay una igualdad formal, pero a la hora de la verdad hay una desigualdad informal clarísima. A veces no se trata sólo de un aspecto numérico, por ejemplo, del número de mujeres diputadas en el Parlamento, sino a que entren estas mujeres implique un cambio de paradigma o no. No nos conformamos con ser más mujeres, sino en ser más mujeres y cambiar las cosas. El hecho cuantitativo debe ir acompañado del cualitativo. No se trata sólo de incorporar más mujeres sino cambiar el planteamiento, comenzó a poner sobre la mesa temas como la salud emocional, un tema que ha sido absolutamente tabú. Según señalan algunos informes, el año 2030 la depresión será la principal afectación que tendremos como sociedad. Una sociedad triste, donde un 40% de los jóvenes está en paro y uno de cada dos jóvenes sufre ansiedad o depresión a raíz de la pandemia, es una sociedad que está fracasando. Las mujeres no sólo queremos estar, sino que queremos estar para cambiar las cosas. Si el sistema está absolutamente en quiebra, intentamos encontrar una alternativa.

¿Por dónde pasa la solución?

De lo que se trata es de ir construyendo estos otros caminos diferenciados, alternativos, que aporten otra mirada. Que, por ejemplo, las mujeres podamos entrar en espacios de decisión y que en esta nueva legislatura muchas de las políticas públicas estén absolutamente teñidas por este planteamiento que incorpora el feminismo. Esto implica cambiar la perspectiva desde la individualidad para luego colectivizarlo, y que todo esto se convierta en la acción política, en unas acciones grupales. Nuestra acción cotidiana también es acción política. Se trata de trabajar en el hecho concreto para transformar el global. Debemos plantearnos, desde todas las disciplinas -la psicología, el periodismo, la medicina, el derecho, el deporte, etc.-, que hay otra cara de la moneda, que no nos habían contado. Que las cosas pueden ser diferentes.

Las cosas nos las han explicado desde la perspectiva patriarcal, pero hay una alternativa que nos han negado. Debemos empezar a pedalear todas en este sentido y tener la valentía para llevar a la práctica las acciones que están en el marco teórico. Y no tener miedo. También tener en cuenta que en el camino habrá errores, pero que no pasa nada. Tenemos que acabar con este síndrome de la impostora que nos han impuesto y empezar a cambiar las cosas al precio que sea necesario. Lo que no puede ser es que aceptamos una historia que nos han contado a medias.

La psicología misma es una disciplina absolutamente patriarcal. Todos los referentes que tenemos son masculinos y los estudios se han hecho con unos parámetros muy masculinos. Debemos hacer un esfuerzo para poner esta mirada crítica y ver que hay una parte de la historia que no nos han contado. Las mujeres hemos sufrido de una manera extrema la invisibilización, en todas las disciplinas. Por ejemplo, en el caso de la depresión posparto. Hay un factor fisiológico, pero también una expresión social que tiene mucho que ver con lo que se espera de ti como madre, qué valores están relacionados con la maternidad, qué exigencias hay en el hecho de ser madre. También se ha patologizado mucho lo que nos pasa a las mujeres.

El sistema patologizar las mujeres y, en lugar de ir a la raíz del problema, se las medicaliza.

¿Hay una sobremedicalitzación de las mujeres? Los datos muestran que el 85% de los psicofármacos se administran a mujeres.

El sistema patologiza las mujeres y, en lugar de ir a la raíz del problema, se las medicaliza. El mismo profesional de la salud queda más tranquilo en medicalizar determinadas situaciones, es una zona de confort. Pero estos datos no mienten y no es normal que tantísimas mujeres estén medicadas. La sociedad nos ha sido agrediendo constantemente y en lugar de explorar los motivos que llevan a las mujeres a estar así, en lugar de ir al fondo de la cuestión, las medicamos para que todo esto baje de intensidad. Esto ha pasado históricamente. A las mujeres siempre nos han intentado callar y se nos ha dicho que somos unas histéricas. Pero son tantísimas las situaciones de desigualdad y opresión que es normal que acabemos explotando por algún sitio.

Después hay otro factor que es que como en el capitalismo las emociones molestan, se ha dicho que es un tema de mujeres. Por tanto, las mujeres estamos más acostumbradas a hablar de las emociones y de cómo estamos. Nos han enseñado que debemos ser más empáticas, porque esta calidad tiene mucho que ver con el tema de los cuidados, el estar pendiente de los demás. Esto hace que, probablemente, ponemos más palabras a lo que nos pasa. A los hombres el patriarcado también los limita y les dice que el ámbito emocional no les corresponde, que esto está vinculado con la debilidad y vulnerabilidad. Es un ámbito en el que muchos probablemente ni entran, porque no lo consideran importante.

¿Como ha afectado al confinamiento a las mujeres que sufren violencia machista?

Ha habido un aumento de casos de violencia machista en las parejas convivientes, con el añadido de que el entorno y el contexto social jugaba a favor del agresor. El agresor tenía el control sobre la mujer durante las 24 horas al día los siete días de la semana, porque la mujer no podía salir de casa. Esto ha hecho que las mujeres se sintieran mucho más solas, mucho más aisladas y atrapadas. Durante estos momentos, me decían que se sentían secuestradas, como en cautiverio. La sensación de no poder escapar, de no poder decir nada. Sabemos que para romper el silencio las mujeres necesitan un entorno fuerte que las sostenga. En este momento, los servicios de atención a les mujeres que sufren violencia machista han intentado estar, pero en muchas ocasiones no estaban preparados para hacer frente a una situación de pandemia. Muchas mujeres tuvieron que hacer frente a situaciones durísimas. Los agresores sobre todo ejercían mucha violencia psicológica. Durante el confinamiento, bajaron muchísimo las denuncias de violencia machista, ya que las mujeres estaban controladas por el agresor todo el día, pero sí aumentaron mucho las llamadas a servicios de atención telefónica y en línea.

Además, las crisis económicas supongo que no son un buen aliado para mujeres que sufren violencia machista.

Muchas mujeres, debido a la crisis social y económica derivada de la sanitaria no se han visto con la posibilidad de hacer el paso y dejar sus parejas, porque no tienen donde ir. No tienen una alternativa. Por lo tanto, la incertidumbre ha jugado en contra de estas mujeres, que no saben hacia dónde tirar. La pérdida de puestos de trabajo, los ERTE y la crisis social y económica galopante han hecho que muchas de ellas sigan en situaciones de violencia.

Además, el confinamiento nos obligó a alejarnos de las redes de apoyo y de cuidados extrainstitucionales, como vecinas, amistades…

Sí, y en muchos casos aquellas personas que les pueden apoyar quizás no viven ni en su municipio o su comarca. Si la policía te para y aún no has dado el paso de denunciar, ¿qué dices? ¿Que vas a ver una amiga tuya, arriesgándose que te pongan una multa? A veces, para no arriesgarse a una sanción, las mujeres que sufren violencia prefieren no moverse de casa y se quedan cada vez más aisladas.

Hay muchos servicios que se han intentado poner las pilas y estar más presentes, intentando incorporar la atención en línea, pero es cierto que aún falta un tema importante, que es poder ofrecer a las mujeres una clase de servicio de larga duración. Con la situación actual, donde muchas mujeres se han quedado sin trabajo, se podrían plantear acudir un servicio de corto o medio plazo, pero no saben cuándo se normalizará la situación. Te pueden ofrecer un piso de corta duración, pero no sabes cuando podrás encontrar trabajo. Las mujeres para dar el paso de salir de una relación de violencia necesitan poder construir una cierta proyección de futuro o seguridad. Por lo tanto, hay que cambiar el modelo. Los pisos de urgencia son muy necesarios, pero hay que apostar también por los recursos de larga duración, que las mujeres puedan construir un futuro. Faltan muchísimos recursos económicos y habitacionales para poder dar salida a las mujeres que están atrapadas en situaciones de violencia machista.

Share.
Leave A Reply