Laura Borràs es la nueva presidenta del Parlamento de Cataluña. No ha habido ninguna sorpresa de última hora. Al no conseguir c la mayoría absoluta necesaria en la primera vuelta, la candidata de Junts por Catalunya ha salido escogida en segunda votación con 64 votos a favor; Eva Granados ha obtenido 50; 18 personas han votado en blanco, y se han emitido dos votos nulos.

A pesar de que los votos eran secretos, la aritmética habla por sí sola: ERC y Junts pr Catalunya han votado por Laura Borràs, PSC, PP, C’s y Comuns lo han hecho por Eva Granados, y la CUP y VOX se han abstenido. Borràs le toma el relevo a Roger Torrent en la tarea de representar la cámara legislativa de la Generalitat. Un cargo importante que, teniendo en cuenta la historia reciente de Cataluña, hay que considerar como profesión de alto riesgo.

El anuncio de la elección de Laura Borràs, – un día antes de que se celebrara el Pleno del Parlamento –, sorprendía unos pocos que confiaban en que la CUP no permitiría la investidura de la candidata de Junts. Solo dos días antes de la investidura, Carles Riera (CUP) afirmaba que “no se puede permitir ni una sola sombra de sospecha, tampoco en la presidencia del parlamento”.

Unas palabras que hacían mención a la causa abierta contra Laura Borràs por prevaricación, fraude en la administración, malversación y falsedad, por haber troceado y asignado a dedo, presuntamente, una serie de contratos por valor de 260.000 a un colaborador próximo cuando presidía el Institut de les Lletres Catalanes. Pero si una cosa ha quedado demostrada, tanto en la campaña electoral como en los pactos posteriores, es que en Cataluña, el eje nacional pesa más que el eje ideológico izquierdo – derecha. Visto desde el punto de vista de los postconvergentes, no hay mejor noticia que sea la izquierda radical, impoluta en términos de corrupción, la que bendiga la candidata de una formación que arrastra el lastre histórico de la corrupción de Convergència.

Además de la elección de Borràs como Presidenta, así como del resto de integrantes de la nueva Mesa, hay que interpretar la elección de Laura Borràs como parte de un pacto que acabe otorgando la Presidencia de la Generalitat a Pere Aragonès. Esto es lo que dice el sentido común, ya que de no ser así lo que estaría haciendo ERC es regalarle a su máximo rival un cargo estratégico tanto en el ámbito de poder institucional como de visibilidad política.

Hay que recordar que la relación que mantienen ERC y Junts por Catalunya se ubica en la competencia por la hegemonía del espacio electoral del independentismo, y que se le debe sumar, además, el mal estado de las relaciones personales entre sus principales líderes políticos que arrastran diferentes agravios de la última legislatura. Las negociaciones por el gobierno, por lo tanto, se afrontan desde la desconfianza personal y política, pero desde la imposición que reclama la unidad independentista.

En este sentido, la elección de Borràs muestra solo una pieza de un puzle que se acabará formando en los días próximos, pero que da pie a intuir cuál será su forma final. Es de esperar que a cambio de la presidencia de Borràs, Pere Aragonès se convierta en el 132.º Presidente de Cataluña, lo que supondría el retorno de ERC al máximo poder político noventa años después.

A la vez, el hecho que la CUP haya pactado con ERC y Junts por Catalunya una secretaría por Joan Juvillà – cabeza de lista del partido por la provincia de Lleida –, puede ser una señal (remota) que esta vez la CUP decida entrar de alguna manera u otra adentro del gobierno. Se cerraría así simbólicamente el relato de que la CUP es, simultáneamente, calle e institución, puesto que no hay un acto más institucional que formar parte del gobierno. Es, por lo tanto, difícil que pase. Pero no imposible.

A pesar de que todo parece indicar que el puzle se completará con la reedición del binomio ERC-Juntos, todavía no se puede afirmar con total seguridad: Esquerra Republicana desconfía de Junts por Catalunya, y Junts por Catalunya desconfía de ellos mismos. El partido se encuentra, a estas alturas, inmersa en una lucha por el control interno. Puidgemont va perdiendo peso de manera progresiva, pero si parecía que el grupo de los “independientes de Torra” ahora liderados ahora por Laura Borràs, tomaba posesión del partido, temen que una sentencia condenatoria de la Presidenta del Parlamento los obligue a dar un paso atrás.

A lo largo de los días próximos algunos verán la investidura de Borràs con satisfacción, puesto que demuestra que la unidad del independentismo parece capaz de aguantar cualquier adversidad. Otros, pero, considerarán que se ha perdido una oportunidad histórica para conformar una mayoría alternativa a la fórmula de la coalición de un gobierno que, en el mejor de los casos, se ha mostrado poco efectivo a la hora de gestionar un país como Cataluña.

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