Al final, al final, parece que has ido… disfrutando los últimos días que te ha dado la vida. Querías hacerlos intensos y no has podido controlar la explosión de dolor y de amor que provocó la próxima pérdida. Eras de los últimos de los grandes, nos quedan pocas, las mujeres que quizás estaban más a la sombra. Pero estaban y están. No quiero decir nombres porque todavía las necesitamos mucho. Aquellas que como tú, nos unen con toda aquella gente que ya no se creyó nada del Franquismo. Quizás ellas no tuvieron la suerte de tener aquellos maestros, Xirinacs, Francesc Botey. Pero conocieron otros, a Sacristan, Comín, Nepo, Semir, Roig, Jaume… y tantas anónimas… ellos que te ayudaron a analizar las mentiras del poder. De la Dictadura que asesinó en Grimau y que acabó con en Puig Antich, Txiqui. De la Transición que asesinó a Gasteiz, a los abogados de Atocha. No te los creíste nunca estos del poder. Ni los que alabaron la Tatcher, Reagan y a Wotjyla. Las mentiras del poder. No te las podías creer porque pisabas las calles. Y los países y los barrios. La que se consolidó con las políticas económicas que crucificaban los más pobres. Seguro, Arcadi, no fuiste muy ortodoxo en tu economía. Porque lo eras con la vida. Y no ligan. Los economistas de verdad te atacan. Pero estos viven en palacios, nunca pisan el barro, la mierda que se acumula en La Mina, en la Font de la Pólvora, en la Marca del Anzuelo.
O cualquiera de los lugares donde ibas a charlar. Sin descanso. Sin tregua. En el Foro Mundial, 0.7%, 15M, donde fuera. Jodido de los pies, jodido del coro. Imparable. Sonreír medio tierno, medio pillo. Y pisabas las clases. Arcadi, como Jaume Botey, en pie de paz, volviendo a desenmascarar las mentiras del poder. Por eso siempre tenían alumnos. Porque nos quedan los jóvenes. Siempre están. Porque son jóvenes, y no se pueden creer las hipocresías del poder. Por eso, siempre has tenido seguidores, muchos, miles. Y te seguiremos, algunos no nada jóvenes que sabemos que nos engañan, que este no es el mundo por el que murieron tantas flores. Que hay miseria, dolor, armas pagadas con altas comisiones por los que nos mandan. Muerto, demasiado muerto.
Es por eso, seguro, que no le dabas tanta importancia a la tuya. Ya habías sufrido la de Marcel, fuerte hasta el final. Como tú. No podías ser menos. Sin ella, no hay vida, “si el grano no cae al suelo…” estoy seguro que a pesar de morir en la cama, no has olvidado tanta gente crucificada, asesinada en la cuneta de la vida. Por toda esta gente para la cual, como la Violeta de Pol Norte, tal como hizo Jaume, has vivido hasta el último aliento. Y seguirás vivendo, muy seguro, Arcadi, porque tenemos jóvenes que no se creen las mentiras del poder, del capital, de los fanatismos.
Hemos recibido tu legado. No lo dudes, lo seguiremos dando. Porque nos va la Vida, la de otro mundo necesario e imprescindible. Gracias, amigo, estimado Arcadi.


