Después de amplias movilizaciones vecinales sobre todo en el barrio de Sant Martí y de Les Corts contra la proliferación de las conocidas como macrococinas, el Ajuntament de Barcelona aprobó justo hace un mes una suspensión de licencias para iniciar su regulación. Esto se traducía en que durante un año, el gobierno municipal no concederá permisos de establecimientos de platos preparados con obrador y cocinas industriales sin degustación para poder estudiar y elaborar una nueva normativa que ordene las llamadas macrococinas. El objetivo, decían, es evitar que proliferen de manera descontrolada mientras se deciden las condiciones de implantación y asegurar que no se producen molestias al vecindario por ruido y olores ni afectaciones a la movilidad.
Esta suspensión de licencias viene dada por la activación de los vecinos de Sant Martí ante la construcción de una macrococina entre el mercado de Sant Martí y un bloque de pisos. También por la denuncia de los vecinos de la Maternitat y Sant Ramon, en les Corts, por la adquisición de un edificio y la construcción de una chimenea que hacía subir más de un piso de altura la estructura. En el caso de de Sant Martí, el plan buscaba dotar el espacio de 20 cocinas, según informaron los vecinos que habían descubierto. En el caso de Les Corts, el espacio preveía dar cabida hasta a 40 cocinas. Todo por parte de la empresa Cooklane.
Desde las asociaciones de vecinos de los alrededores, alertadas por los vecinos más próximos al edificio situado en la calle Felipe de Paz, denuncian principalmente que un modelo de negocio así no puede tener cabida en un barrio residencial: por afectaciones directas en cuanto a contaminación, pero también por aplastar el comercio de proximidad y por las condiciones que introducen en el mercado de trabajo de la zona.
En este caso, el Ajuntament de Les Corts suspendió la licencia de obras que se había dado para obras menores, lo que no era real. Ahora, a pesar de tener desde finales de febrero las obras paradas y saber que la empresa Cooklane deberá batallar por una nueva licencia, los vecinos no confían en que esto salga bien. De hecho, algunos creen que el Ajuntament no quiere acabar con este modelo, sino darle un marco legal. También apuntan que la rápida actuación del ayuntamiento de la ciudad responde a que quizás se han dado cuenta de que en el contexto actual este tipo de negocio no tiene un encaje y empezar a tener réplicas de organización vecinal ha hecho que se den más prisa.
Pero, ¿qué hacen las macrococinas?
La comida para llevar hace años que va en aumento, pero con la pandemia aún han incrementado más los pedidos. La posibilidad de no pagar un local donde no puedes acoger clientes puede parecer atractiva para empresarios que quieran pasar al negocio únicamente de los pedidos. Ya existían espacios individuales así antes de la Covid-19, pero esta ha hecho que empiecen a proliferar macrococinas como espacios compartidos por varios negocios. Es decir, las cocinas fantasma son cocinas cerradas al público desde donde se preparan pedidos con la complicidad directa de plataformas como Glovo, Deliveroo o Uber Eats.
De hecho, como ya han avanzado varios diarios, el fundador de Uber, Travis Kalanick, también tiene una compañía internacional llamada Cloud Kitchener. Cooklane, la responsable de las macrococinas de Sant Martí y de Les Corts, es una de las empresas subsidiarias de Kalanick. Se presentan como una empresa especializada en “cocinas comerciales para optimizar el reparto a domicilio” y aseguran que en dos semanas, si los contratas, podrás poner en marcha cocinas de 18 metros cuadrados.

Antes de la suspensión de licencias, Sant Martí sufría porque en su caso la empresa había presentado correctamente todos los papeles y lo tenía todo en orden. En Les Corts, la empresa se equivocó y por ello el Ajuntament, alertado por los vecinos, se los suspendió.
Esta actuación ha generado diferentes visiones para los vecinos de Les Corts, mientras desde la Associació de Veïns i Veïnes (AVV) de Les Corts Sur confían en el Ajuntament y dicen que ahora no se puede hacer nada más que esperar, desde la Associació de Veïns i Veïnes (AVV) del Camp Nou convocan a caceroladas diarias y manifestaciones cada jueves.
La manera con la que los vecinos supieron sobre esta macrococina tampoco fue la más adecuada. Sergio Domingo, vecino del bloque adyacente a la macrococina quien justo delante de la ventana tiene la chimenea, explica que hasta que no apareció un día la prensa no se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Dice también que la empresa no les dijo nada hasta que desde el Ajuntament les pararon las obras. Fue entonces cuando se coordinaron, avisaron las asociaciones de vecinos y organizaron una asamblea abierta «que sirvió para catalizar toda la gente que hay alrededor».
La macrococina de Cooklane en Les Corts, ahora sin permiso
María Dolores Parrilla, presidenta de la AVV Les Corts Sud apunta que cuando en enero descubrieron que se estaba haciendo una obra gigante y construyendo una chimenea, ya se alertó al Ajuntament, quien rápidamente respondió pidiendo la documentación presentada. “Se dieron cuenta de que habían presentado un comunicado de obra cualquiera y con la chimenea ya construida… El proyecto no se adecuaba”, dice. Así, la segunda semana de febrero la obra ya estaba paralizada “con la garantía de que si no se presentaba la documentación correctamente no se daría licencia”. Esto no pudo llegar a pasar por la suspensión general de la ciudad. Como apunta Parrilla, “es que estos negocios no los quiere nadie y menos en barrios residenciales”. Dice que ahora mismo están tranquilos, que no tienen nada por lo que protestar porque hasta ahora les han hecho caso.
Y es que tanto ellos como la AVV del Camp Nou se han reunido con el Ajuntament para hablar de ello. En la última reunión tan sólo hace una semana, les aseguraron que la obra continuará parada hasta el 21 de marzo de 2022, dada la suspensión de todas las licencias. Además, la empresa no ha presentado nada todavía. Desde Les Corts Sud muestran tranquilidad, pero si piden que se regule durante este periodo: “está pasando a nivel europeo y no nos podemos quedar al margen, deben estar reguladas para que no nos pase como con Amazon o Uber, que entran por la puerta trasera y arrasan”.
A pesar de compartir esta última valoración contra las plataformas, la posición de la AVV del Camp Nou, sin embargo, no es la misma. Ana Ramon, su presidenta, apunta que a pesar de estas palabras por parte del consistorio seguirán todos los días con las caceroladas y los jueves saliendo a la calle. Apunta que el barrio ya está bastante mal: la macrococina se encontraría justo en una zona residencial, con un jardín infantil delante. Una zona con comercios y restauradores bastante afectados y que ya padece el mal de, cuando la vida era normal, tener que aguantar decenas de miles de espectadores en el Camp Nou. Ramon dice que ya tienen suficiente con tener cada 10 días multitud de gente por la zona para que, además, «esto se llena de bicicletas, motos y patinetes por la acera». Y es que cree que toda la combinación no es viable y que habría problemas de seguridad.
Vecinos como Domingo creen también que esto pueda ser «una suspensión para tener los vecinos callados un cierto tiempo, pero que después esto pueda salir adelante», ya que hay pendiente la redacción de esta nueva ordenanza. También existe el temor de que la ordenanza limite la actividad, pero sólo parcialmente: «si en vez de 40 al final sólo dicen que utilizan 10 cocinas nunca se podrá saber si es verdad porque el local cuenta también con sótanos».

Precariedad y pobreza en los barrios
Además, vinculándolo a funcionar únicamente por pedidos, Ramon defiende que no es un buen modelo de trabajo. «¿Pero qué trabajo le estás dando a alguien que le pagas por un viaje 1,20 €, que se juega la vida entre los coches y puede que no tenga ni seguridad social? ¿Qué manera de trabajar es esta?», denuncia Ramon. Además, sobre quién trabajará en su interior dice: «Aquí en 20.000 m² que les cuestan 3000 euros al mes habrá muy pocas personas trabajando. ¿Dónde están los camareros, las familias que llevan años en un pequeño restaurante para poder sobrevivir? ¿Dónde está quien limpieza, quien entra el género, el vino y la bebida? Nos están hundiendo el barrio. Hay muy poco comercio para que encima tengamos esto», denuncia.
Cooklane la contactó como presidenta de una de las asociaciones de vecinos afectadas para intentar llegar a un entendimiento y hablar de cosas que se podían hacer. «Yo ya les dije que no es no y que no voy a cambiar de opinión», explica Ramon, que nació hace casi 70 años en la misma calle donde ahora vive. Añade además que intentaron hacerle lástima alegando que estaban perdiendo mucho dinero teniéndolo cerrado. «El problema es suyo, deberían haber mirado bien dónde se ubicaban antes de sacarlo adelante», indica. Y es que justo esa zona deberá ser una de las supermanzanas del proyecto de ciudad. Para cerrar Ramon nos dice que «este señor es multimillonario» y no le supone un problema a quien le afecten sus acciones, que sólo quiere beneficio y llevarse «los impuestos a su casa», dado que la compañía es de los Estados Unidos.
Joan Hernández, de la Associació de Veïns i Veïnes de Mejia Lequerica, define el espacio como «una especie de lugar de gente que trabaja en condición precaria, donde todo el mundo será autónomo». Y denuncia que «mientras la empresa se embolsa un 60%, ellos tienen que pagar la comida y su trabajo con un 40%… Esto son condiciones de esclavitud tolerada». También añade que este tipo de empresas primero empiezan con precios bajos y entrega gratuita y después, cuando ya han podido cerrar todo el comercio de su entorno, suben los precios. «Es un sistema que cuenta con una parte de trabajo precario, otra parte de destrucción del comercio de barrio y de proximidad y que su comida no es de proximidad, ya que compran cosas que vienen de cualquier lugar y de la calidad mínima».
Glovo es otra de las empresas que contactó con las asociaciones de vecinos y es obvio que las empresas repartidoras estén interesadas. Aquí hay dos denuncias, una sería la alta contaminación del movimiento de los motoristas de manera continua durante todo el día. Hernández apunta que podrá haber entre 30 o 40 personas cogiendo comida, llevándosela y haciendo cola desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la madrugada… «Este es el panorama y sin contar con los ruidos, los olores… Si finalmente hay 40 cocinas a 50 kW cadauna suma el humo y la comida», añade.
Comida que también sale en forma de basura. Y esta es la otra denuncia. Ahora alrededor de la macrococina cuentan sólo con 3 contenedores de rechazo, piensan así en las consecuencias que tendría si se tuviera que aumentar el número. También denuncian que han construido un contador externo que sobrepasa los tamaños adecuados y una tubería de gas de unas dimensiones que creen que «si peta, contando que la salida de emergencia mide lo que una puerta de habitación, es peligrosísimo porque no se puede salir por detrás».
Lo que está claro pues, a pesar de las divisiones en las maneras de hacer, es que los vecinos no pueden hacer mucho más que presionar y esperar.


