Continúa desplazándose en bicicleta en Lyon, en París y su ciudad de nacimiento Tullins, cerca de Grenoble, en 1960. A sus sesenta años, ahora se ha sumergido en sus primeros treinta años durante los cuales se convirtió en cinturón negro (4art. dan) y profesor de judo, en paralelo a sus investigaciones sobre la historia del cine. Pero desde su entrada como asalariado en el Institut Lumière, presidido por Bertrand Tavernier, había dejado de practicar este arte marcial.
Con Judoka (Stock, 2021), su segundo libro después de Sélection officielle (Grasset, 2017; Selección oficial, Ediciones 36), vuelve a su juventud y su aprendizaje de la vida lo que le lleva a explicar la historia de este deporte en paralelo a la del cine y la personalidad que se ha forjado para afrontar el mundo de las salas oscuras, con su imaginario, su magia, su glamour y también sus vanidades. Acordarse de sus combates y sus cursos en las salas de la periferia lionesa, le conducen a hacer un trabajo de introspección que contrasta con el lado más luminoso de su oficio.
Por esta razón, fue una suerte poder hacer la entrevista a principios de abril en su despacho del Instituto cuando la pandemia de la Covid seguía bloqueando los desplazamientos y mantenía cerrados los cines en Francia. Y justo días después de la muerte del presidente Tavernier, el 25 de marzo, a quien también tuvimos la ocasión de entrevistar en el Festival Lumière en 2019. Lógicamente, la conversación comenzó en torno a esta figura tutelar a la que retornamos durante toda la entrevista.
Una entrevista que acaba con un añadido de última hora sobre el anuncio de la reapertura de los cines en el país tras seis meses y medio y las declaraciones de Frémaux sobre la próxima edición del Festival de Cannes excepcionalmente entre el 6 y el 17 de julio, “primer acontecimiento mundial pospandemia”. Frémaux, en un despacho de la Villa Lumière lleno de libros y de carteles cinéfilos, muestra su gran versatilidad tratando todos los temas y su habilidad para esquivar elegantemente en el interior y el exterior de la entrevista los más espinosos como si sobre un tatami nos encontráramos.
¿Cuál es el vacío que ha dejado la desaparición de Bertrand Tavernier en el Instituto Lumière? ¿Cómo lo estáis viviendo?
Personalmente, siento un vacío afectivo y humano, pero también una falta cinéfila. En el Instituto Lumière, Bertrand no estaba en la dirección diaria pero su presencia a nuestro lado era permanente. Llamaba, tenía ideas sobre la programación, sobre homenajes. Ha dejado una huella tan grande que tendremos mucho en que inspirarnos. Casi es una motivación suplementaria. La vida continúa, pese a todo.
¿Os esperabais esta desaparición? Porque había estado enfermo, se sabía. No pudo venir al Festival Lumière en octubre pasado, pero usted leyó su discurso dirigido a los hermanos Dardenne…
Tenía problemas de salud, y no se escondía de ello… Pero no imaginábamos que esto fuera tan de prisa….
En la carta que envió a los abonados del Instituto Lumière, explica que escuchaba la música de su película Autour de minuit (Alrededor de la medianoche, 1986), de Herbie Hancock, en estos últimos días…
Quince días, tres semanas antes, todavía veía películas, escribía sus memorias. Y escuchaba mucha música, mucho jazz. Cuando salió del hospital, volvió a su casa, en Sainte-Maxime. Murió allí, cerca de su esposa.
¿Podremos leer sus memorias? ¿Las pudo terminar?
Sí, se podrán leer. Lo que está escrito, está escrito. ¡Y es magnífico!.
Y tenía el proyecto de alargar la historia de los cincuenta años de cine americano a los cien años…
Si, es un inmenso proyecto que le propuse hace unos años. Se llamará ‘100 años de cine americano’. El coautor, Jean-Pierre Coursodon (1935-2020), había corregido sus textos y Bertrand los suyos, ¡aunque él no paraba nunca! Ahora nos toca editarlo, fabricarlo, publicarlo.


