La salud mental de las personas tiene un coste importante cada vez más reconocido, pero al mismo tiempo sigue existiendo un estigma entorno al tema. Trastornos como la ansiedad, la depresión y los trastornos de conducta alimentaria son frecuentes y pueden llegar a ser letales.
Antes de la pandemia, la salud mental ya era un gran reto entre los adolescentes y jóvenes, pero el Covid-19 aún ha agravado más los problemas que conlleva entre este colectivo. El estigma y el aislamiento son las consecuencias más comunes que debe afrontar la población joven.
La Federació Salut Mental Catalunya define el trastorno de salud mental como “una alteración de tipo emocional, cognitivo y/o del comportamiento, en que quedan afectados procesos psicológicos básicos como son la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje, etc. que dificulta la adaptación de la persona al entorno cultural y social en el que vive y crea alguna forma de malestar subjetivo”.
Según la OMS, una de cada cuatro personas sufrirá un problema de salud mental a lo largo de su vida. El 75% de estos empiezan antes de los 18 años y entre un 10 y un 20% de los adolescentes experimentan trastornos mentales.
Los problemas de salud mental y la pandemia
La vida cotidiana se ha hecho aún más pesada con la pandemia del coronavirus. El estrés por el trabajo y por las expectativas vitales, la inquietud al contagio y de contagiar el entorno cercano, la incertidumbre entorno al Covid-19, la convivencia con situaciones de muerte y duelo, la soledad y la reducción extrema de las interacciones sociales, son algunos de los múltiples aspectos que pueden conducir a situaciones de malestar emocional entre los adolescentes y los jóvenes. La ansiedad, la depresión, los trastornos alimentarios son los ejemplos más comunes que afectan a muchos jóvenes en Catalunya.
La ruptura de las rutinas y proyectos iniciados han sido también factores claves en el aumento de casos y el agravamiento de los existentes. Flors, de 21 años, padece ansiedad social desde los dieciséis años, pero reconoce que “este último año ha sido uno de los peores”. Se había ido de Erasmus justo antes del estallido de la pandemia y explica que aunque “todavía tenía ansiedad y momentos de tristeza, me apetecía estar en un lugar nuevo y conocer gente nueva, ponerme a prueba por todo el tema de la ansiedad social”. A pesar del progreso que había logrado hacer, tener que volver a casa por la pandemia y afrontar todas las medidas de seguridad consiguientes fue muy regresivo.
Por su parte, Maria, de 22 años, sufre problemas de salud mental desde los 14 años. Primero le diagnosticaron trastorno de ansiedad generalizada y luego depresión. Los diversos confinamientos y la rotura de las rutinas también han afectado a Maria, que explica cómo “antes tenía unas rutinas que me ayudaban a estar mejor, pero estar tanto tiempo encerrada en casa me ha hecho encerrarme más en mí misma” . Además, para hacer frente a la pandemia se ha priorizado la educación en línea y se han impuesto unas limitaciones estrictas a los encuentros sociales. Esto también le provoca un aumento de la ansiedad porque su habitación se ha convertido el espacio donde pasa más tiempo: “duermo, estudio, hago clase, me entretengo… y eso me afecta porque estoy perdiendo las facultades de estudiar y de entretenerme bien”. A pesar de reconocer que con los años ha ido mejorando la ansiedad, la pandemia ha sido “como una piedra en el camino”.
La población joven ha estado especialmente afectada por la crisis social y económica derivada de la crisis sanitaria. Según un estudio del Observatorio Catalán de la Juventud (OCJ), la pandemia ha agravado los problemas de salud mental entre este colectivo. Los resultados también muestran que este es el colectivo que ha vivido el confinamiento con más dificultades, obteniendo una puntuación media de 7,4 en una escala del 0 al 10 que evalúa el grado de dificultad del confinamiento.
Con los Centros de Atención Primaria (CAP) centrados en el Covid-19, las urgencias de los servicios de salud mental de los hospitales que tienen adolescentes han tenido que hacer más atenciones. En este sentido, el Hospital Sant Joan de Déu ha atendido un 47% más de urgencias de salud mental en el primer trimestre de 2021.
El estigma alrededor de la salud mental
A pesar de que 1 de cada 4 personas experimentará un problema de salud mental a lo largo de su vida, sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad y, consecuentemente, está rodeado de prejuicios, ignorancia y miedo.
La asociación Obertament, que lucha contra el estigma en salud mental en Catalunya, define el estigma como “la atribución de cualidades negativas y despectivas a un colectivo de personas, que pasan a ser vistas, pensadas y tratadas con prejuicios y falta de información”. Las personas con problemas de salud mental son “imprevisibles”, “incapaces de tomar decisiones”, “débiles”, son algunos de los falsos estereotipos que las rodean.
El autoestigma, normalizando las etiquetas que socialmente se relacionan con la salud mental, se traduce en el silencio por parte de la persona que padece un trastorno mental. En consecuencia, se está invisibilizando el problema. “Me cuesta mucho expresar el diagnóstico que tengo porque hay este estigma, este miedo de contar lo que te pasa. Y esto es porque la sociedad no nos permite mostrarnos vulnerables”, declara Flors.
Además, estos prejuicios retrasan la petición de ayuda y, por tanto, el acceso al proceso de recuperación. En un reportaje en El Diari de la Sanitat, Miquel Juncosa, director de Obertament, explica que “la gente llega a los servicios de salud mucho más tarde de lo que sería deseable. Cuando llegan al sistema, lo hacen porque han tenido una crisis y cuando el problema de salud mental ya está en una fase muy avanzada. Por eso es tan importante eliminar el tabú y facilitar que las personas afectadas hablen con su entorno”.
El suicidio: primera causa de muerte entre adolescentes y jóvenes
El suicidio es un gran problema de salud pública y está reconocido por la OMS desde 1996. Según “Encarem el suïcidi juvenil“ , la guía de prevención del suicidio y acompañamiento del duelo del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya (CNJC), el suicidio es la primera causa de muerte en la población catalana de 16 a 35 años.
Podemos definir el suicidio como el acto por el que una persona se provoca la muerte de manera voluntaria. Sin embargo, no significa que la persona quiera dejar de vivir, sino que quiere dejar de sufrir. Las personas que mueren por suicidio están sufriendo y quieren encontrar una solución definitiva a un problema que les lleva un gran grado de angustia.
Si bien la muerte por suicidio no es siempre consecuencia de un trastorno mental, ya que es un fenómeno multifactorial, el 90% de las personas que se suicidan presentan una afectación de la salud mental previa. Los factores de riesgo son muy diversos, pero uno de ellos es la edad, y la adolescencia y la juventud se encuentran entre las franjas más vulnerables.
En este proceso acumulativo, la persona joven, vulnerable por algunas características personales y sociales, se va volviendo más susceptible a tener una idea suicida a medida que vive situaciones complicadas. Maria reconoce que cuando estaba terminando la Educación Secundaria Obligatoria, momento en que tenía depresión, se planteó recurrir al suicidio. “Tuve una crisis existencial y no me veía ningún futuro, tenía que elegir dónde ir y qué quería hacer, tomar decisiones importantes… yo estaba muy mal y no podía más”, comenta.
Tal como explica Clara Rubio, presidenta y coordinadora la Asociación Catalana para la Prevención del Suicidio (ACPS) , las conductas suicidas tienen que ver con el contexto individual y vital por el que están pasando los jóvenes, al tiempo que el componente impulsivo de su personalidad es un factor de riesgo importante.
El ACPS está formada por un colectivo de profesionales y voluntarios que han vivido la conducta suicida en primera persona y ofrecen su propia experiencia como herramienta de acompañamiento y concienciación social. Su valor añadido, por tanto, es que no prestan un servicio sanitario, sino que pretenden ser un servicio de ayuda comunitaria. Rubio también manifiesta la huella que está dejando el Covid-19, ya que desde julio de 2020 en el 95% de las conversaciones que desde la asociación han tenido con los familiares o las personas en riesgo ha habido un componente asociado con la pandemia.
Dentro sus servicios tienen un espacio para las familias y el entorno de las personas que han tenido una conducta suicida. El sentimiento de culpa y de responsabilidad que tienen los familiares es muy alto. Por lo tanto, es una muerte que se asocia de forma automática al rol que ha tenido la familia, que no se ha podido detectar, acompañar o cuidar mejor a su familiar. Este sentimiento de culpa, de responsabilidad, de estigmatización, es lo que hace que los familiares no se permiten compartirlo con su entorno. Por este motivo, tal como explica Rubio, “al ser un tema tabú, la gente valora mucho que todas las personas que las atendemos lo hemos vivido en primera persona, para no sentirse juzgados y porque entendemos perfectamente el sufrimiento y la falta de información que tienen todos estos familiares”.
Falta de recursos públicos para combatir los trastornos mentales
La atención primaria catalana no dispone de suficientes psicólogos para atender la demanda de usuarios que presentan problemas de salud mental. Aunque los profesionales de la sanidad pública hace años que reivindican esta situación, la pandemia aún la ha puesto más de relieve.
En este sentido, el último informe de salud mental del Defensor del Pueblo pone de manifiesto la urgencia del Gobierno y las Comunidades Autónomas de incrementar el servicio de atención psicológica que ofrece el Sistema Nacional de Salud (SNS). En España, la ratio de psicólogos en el sistema público de salud es de seis de media por cada 100.000 habitantes, mientras que en Europa la media es de dieciocho.
Por este motivo, muchos pacientes se ven abocados a ir al sector privado. Flors hace casi seis años que va al psicólogo, pero nunca lo ha hecho por la sanidad pública porque tardaban mucho tiempo en darle cita. La falta de psicólogos en el SNS conlleva que las listas de espera sean muy largas y en momentos de necesidad mucha gente decide buscar ayuda por su cuenta. Pero no todo el mundo puede hacer frente a los costes económicos que supone acudir a un psicólogo privado, lo que puede conllevar que muchas personas que sufren estos problemas queden desatendidas.
El movimiento social Salut Mental Catalunya (SMC) también ha reiterado en un comunicado de urgencia que la atención a niños, adolescentes y jóvenes debe ser prioritaria y que “no se están poniendo los medios, esfuerzos ni recursos adecuados en relación a su magnitud y complejidad”. SMC defensa que la pandemia ha dinamitado los casos de problemas de salud mental en adolescentes y jóvenes y que, por tanto, todavía se hace más evidente la necesidad de una atención a la salud mental integral, accesible, ágil, inmediata e intensiva.
Por su parte, el Síndic ha denunciado las carencias en la atención a la salud mental infantil y juvenil. El informe alerta de cuatro grandes problemas en la red de atención de salud mental infanto-juvenil: las discriminaciones por razones económicas en la garantía del derecho a la salud mental; la insuficiencia de recursos para atender los problemas de salud mental; la falta de garantías en el ingreso y de supervisión en la intervención de los recursos residenciales; y el uso disfuncional de los recursos del sistema de protección para cubrir carencias de recursos de salud mental.
Acompañamiento y educación emocional
En marzo de 2020 se cerraron temporalmente las instituciones educativas debido a la propagación del Covid-19. Un estudio realizado por investigadores del Departamento de Pedagogía de la URV y del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la UAB concluye que el acompañamiento emocional es esencial en el aprendizaje en tiempo pandemia.
El grupo de investigadores ha analizado los procesos de aprendizaje y organizacionales que implementaron las escuelas de primaria y de secundaria de Catalunya durante el primer periodo de confinamiento. El cambio más generalizado en esta nueva forma de educación es la introducción de las videoconferencias. En este sentido, los investigadores apuntan que para que la educación sea más efectiva debe ser social y presencial. También muestran que muchos docentes han mostrado dificultades para autorregular su trabajo desde casa y evitar cargas de trabajo excesivo y descontroladas.
Por otra parte, es necesaria una educación emocional como estrategia preventiva en términos de salud mental. Este tipo de educación es un proceso educativo que se centra en potenciar las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona. De este modo, se da la capacidad de hacer frente a los retos que se puedan aparecer.
La guía “Dónde tienes la cabeza?” del Consell de la Joventut de Barcelona explica cómo trabajar la misma salud mental de los jóvenes y, al mismo tiempo, expone cómo trabajar con las personas que nos rodean.
Los expertos aseguran que la detección e intervención precoz en salud mental es necesaria para reducir prevalencias, coste, morbilidades y reducir la progresión de la enfermedad. Actuar de manera preventiva y estar atentos a las señales de alarma es clave para evitar el desarrollo de un trastorno de salud mental en los más jóvenes. En este contexto, la plataforma de salud FAROS del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona ha elaborado un informe que recoge los principales problemas de salud mental que pueden sufrir los adolescentes, y explica cómo se pueden detectar, tratar y prevenir.
Un problema y una prioridad de salud pública
La combinación de características temperamentales, la vulnerabilidad genética, las situaciones estresantes y el ambiente suelen ser el denominador común que facilitan la aparición de un trastorno mental. En este sentido, el confinamiento ha supuesto un factor adicional de estrés significativo para la población con una patología mental previa; mientras que la sensación de no normalidad, de una larga prolongación en el tiempo de la situación y la ruptura con las relaciones sociales ha generado nuevas sensaciones de angustia y malestar emocional.
Se ha de equiparar la relevancia que se da a los problemas de salud física con la que se da a los de salud mental, ya que el día a día de las personas que experimentan trastornos mentales puede quedar condicionado por su enfermedad. “Ha afectado en todos los aspectos: en el tema del estudio, las relaciones sociales, los hobbies, me falta concentración y motivació … ya no encuentro tanta pasión como antes”, explica Flors.
Para luchar contra la invisibilidad, la incomprensión y los prejuicios se deben priorizar las iniciativas de prevención, acompañamiento y promoción de la salud mental. El estigma y la discriminación son las principales barreras para la recuperación emocional y para conseguir una vida plena; para romper con ellos, se deben visibilizar y normalizar los problemas de salud mental.


