Los indultos, ahora y hoy en Catalunya, son imprescindibles para rehacer la situación que vivimos y para proyectar un escenario futuro de convivencia, progreso y unidad civil. En mi opinión existen cinco razones básicas para concederlos.
En primer lugar, debemos reconocer que todos somos responsables de esta década del Procés y que todos tenemos nuestra parte de culpa. Probablemente, unos más que otros, y quizás los más responsables no están ni en la cárcel. Sí, lo tenemos que reconocer. Debemos empezar por esta afirmación que debería ser la base de los indultos. Mirémonos. Unos prometían la liberación del país presentándose como los nuevos Moisés de Catalunya; otros, promoviendo la catalanofobia para conseguir sus intereses electorales. Otros inventándose un relato sobre la explotación de Catalunya por parte de España, que luego copiaría Johnson para salir de la Unión Europea. Otros insistiendo, por todos los medios posibles, que «el mundo nos mira» y que «la Unión Europea nos recibirá con los brazos abiertos». Otros queriendo dividir el país desde hacía muchos años con una teórica persecución del castellano en Catalunya y de los no catalanistas. Los socialistas, paralizados después de los últimos años del segundo gobierno Zapatero, incapaces de hacer saltar las trincheras que se estaban construyendo en el país. Los medios de comunicación de la Generalitat, convertidos en el altavoz permanente del secesionismo, ceñidos a su causa.
Han pasado demasiadas cosas durante estos últimos diez años para señalar a un grupo determinado de personas como los culpables y llevarlos a la cárcel. Tienen que salir ya de la prisión, siempre desde el más escrupuloso proceso de respeto por la ley (por mucho que a menudo nos gustaría cambiarla). Tienen que salir, ya, porque este es el camino de la reconciliación y para acabar con el odio que se está instalando en nuestras élites políticas y cívicas.
En segundo lugar, se necesitan los indultos para que durante esta década de Procés creo que todo el mundo estará de acuerdo en que el país se ha dividido en tres bloques por ahora irreconciliables: el bloque independentista, que según la última encuesta de La Vanguardia representaría el 42% los encuestados, el segundo bloque con los federalistas y el tercero con los unionistas. Como las encuestas no les separan -lo encuentro muy injusto- sí puedo decir que en la última encuesta suponían el 52% del voto contrario a la independencia. Los líderes independentistas han afirmado siempre que ellos representan al pueblo de Catalunya: no quieren darse cuenta de que Catalunya es un país muy plural, con ciudadanos con raíces de primera o segunda generación fuera del país y que, cuando los independentistas se otorgan la representación del «pueblo de Cataluña», no hacen sino alejarse, al menos, del 50% de la población catalana y despreciarlo. Rehacer la unidad civil de Catalunya, llegar a un consenso que al menos abarque el 70% de la población en un proyecto transversal y compartido es, ahora y hoy, una necesidad urgente. Los indultos pueden representar la condición de posibilidad para hacerlo.
Existe una tercera razón sobre la que nadie se atreve a escribir o hablar. Durante estos diez años de Procés, felizmente no tenemos que lamentar ninguna víctima mortal, aunque ha habido heridos y represaliados. Y este es un activo muy relevante si queremos que las heridas se vayan cerrando. Durante el Procés se han vivido momentos de violencia, empezando por la misma represión de los cuerpos policiales el día del referéndum y siguiendo por las manifestaciones violentas en determinados momentos.
Si vemos otros países, las comparaciones deben hacernos pensar: en Chile, entre octubre del 2019 y marzo del 2020 han muerto, según datos oficiales, 34 personas; en Colombia, en las últimas semanas han muerto 47 ciudadanos; ha habido once muertos a consecuencia de las manifestaciones y acciones de los Gilet Jaunes y la represión policial en Francia, y más recientemente, recordamos los muertos durante el asalto de los trumpistas al Congreso estadounidense. Que no ha habido víctimas es a la vez una consecuencia del civismo de una gran parte del independentismo y de la actuación proporcionada de los cuerpos de seguridad. Estoy convencido de que los indultos conseguirán rebajar la tensión interior que viven muchos catalanes, que encuentran que las sentencias fueron muy injustas y que la prisión de los políticos es escandalosa.
Una cuarta razón es que los indultos representan un paso decisivo para salir de las trincheras y para explorar acuerdos de cara al futuro. El atrincheramiento ha comportado, a la vez, la ruptura de todo tipo de diálogo y la generación de una animadversión que se está convirtiendo en odio en algunos sectores de las élites políticas y también en la misma ciudadanía. Hay que transformar las actuales trincheras en ágoras de futuro. Es necesario, también, identificar los que quieren o no quieren construir este diálogo, los que creen que sólo el diálogo -base del principio democrático- abre la puerta al futuro. Estos son los que saben que en un proceso de diálogo todos ganan y todos pierde algo, que saben que entre relatos enfrentados el resultado será, si es posible, un relato diferente, integrador.
Y, por último, un quinto aspecto clave. Los indultos representan un claro primer paso, ad extra, con la Mesa de Diálogo con el gobierno central para avanzar en aspectos concretos entre los dos gobiernos. Pero no es suficiente: hay que construir, como decía, un diálogo ad intra, transversal, formado por partidos, agentes sociales y cívicos para reconstruir el futuro de nuestro país en cinco áreas concretas: la social y sanitaria -clave para garantizar la cohesión-, la económica y de innovación -para rehacer la economía dañada por el Procés y la pandemia-, la educativa y de investigación -para afianzar nuestro sistema educativo, universitario y de investigación-, la territorial -para rehacer la maltrecha situación del mundo rural y la despoblación de determinadas zonas- y, finalmente, el área que permita lograr un acuerdo interno sobre las metas a alcanzar por parte de nuestro autogobierno.
Sin embargo, la decisión de Pedro Sánchez y su gobierno sobre los indultos no será fácil. Ya lo estamos viendo desde el primer momento. El PP está ansioso de volver al poder central. La victoria de Ayuso marca un horizonte que combina el neonacionalismo español aznarista y las políticas ultraliberales. Saben qué para levantar este nacionalismo, indispensable para vencer el PSOE, promoverán una amplia campaña contra los indultos de manera similar a la anterior, hecha hace más de diez años, contra el Estatut y Zapatero. Aquella campaña -en la que participaron activamente determinados medios de comunicación- está en la base de todo lo que hemos vivido durante estos últimos años. Ellos son una parte importante del desastre que hemos vivido.
Desgraciadamente, veremos en los próximos días una campaña por tierra, mar y aire contra Pedro Sánchez y los indultos. El objetivo no es Catalunya o el Procés. El objetivo es volver a la Moncloa. La avidez de poder es mucho más fuerte que el sentido de Estado.
Espero que el PSOE -en sus distintas variantes-, que Podemos -en sus marcas diferentes-, que la sociedad civil catalana y española, medios de comunicación, sindicatos y patronales, tengan el coraje de pronunciarse en apoyo de los indultos.
Nos jugamos mucho. Nos jugamos el futuro.


