‘La obra de Broadway es magistral porque narra las peripecias vitales de uno de los federalistas padres de los Estados Unidos de América’ | In the Heights / William Shank

¿Ya se ha acabado el curso político? Pues eso parece. Es momento de recapitular y de coger energías para comprender lo que volverá a comenzar en pocas semanas. Mismos retos y nuevas amenazas. Durante este año, en esta columna, he relacionado algunos productos audiovisuales con la actualidad política. Han aparecido por aquí el Ala Oeste de la Casa Blanca, Thanos y los héroes de Marvel, Sucesor designado o la película In Time, entre otros. Por suerte, este curso acaba con una excelente noticia: el gobierno español ha concedido un indulto parcial y condicionado a los presos políticos catalanes. Por fin han podido dormir en sus casas, junto a sus familias. Una buena noticia se mire por donde se mire, que se debe interpretar con prudencia y esperanza a partes iguales.

Lo cierto es que hoy no hablaré sobre Cataluña. Hace unos días acudí al cine a ver In the Heights, una película dirigida por Jon M. Chu, producida y creada por Lin-Manuel Miranda, autor del famoso musical de Broadway, Hamilton. La obra de Broadway es magistral porque narra las peripecias vitales de uno de los federalistas padres de los Estados Unidos de América. ‘¿Otro musical?’, dirán algunos pensando en El Rey León u otras producciones similares. Hamilton tiene política, historia, perspectiva crítica y hip hop. Es un musical rapeado, donde personajes como George Washington –primer presidente de los Estados Unidos-, Aaron Burr –vicepresidente de Thomas Jefferson- o el propio Alexander Hamilton explican pasajes de relevancia para la fundación de aquel país. Eso sí, también hay espacio para el drama: y es que el protagonista murió en duelo a pistola con el vicepresidente Burr.

Pero Lin-Manuel Miranda no habla en In the Heights –traducida en el Estado español como En un barrio de Nueva York- sobre historias lejanas en el tiempo. Miranda se aproxima a su propia historia personal y a la realidad de los barrios mixtos culturalmente, donde reside mayoría de población con orígenes en países latinoamericanos. Concebida originalmente como musical –de éxito-, esta película plantea los sueños y las amenazas de las clases populares americanas. No sé evaluar la propuesta en términos musicales –solo sé que me gustan los ritmos latinos y la mezcla en clave de hip hop, pop y otros géneros- pero la parte política está ahí. Bien presente.

No es casualidad que la política esté presente en la obra de Miranda. Ganador de varios premios Tony, Grammy y hasta de un Pulitzer, su padre Luis Miranda ha trabajado durante décadas como consultor político para políticos demócratas como el actual líder de la mayoría en el Senado, Chuck Summer o la excandidata presidencial Hillary Clinton. Tal vez por esa razón, In the Heights plasma a la perfección los sentimientos, el rechazo y las dificultades de vivir al margen de la sociedad. En la película, algunos personajes desean regresar a la tierra de sus padres –un sueño idealizado-, mientras que otros encuentran muchos obstáculos para progresar en una tierra que aún les es ajena. La gentrificación, los inmigrantes sin papeles, el clasismo o el racismo aparecen de un modo u otro en el film.

Las personas que hemos tenido que irnos de nuestro lugar de origen nos sentimos especialmente interpeladas por historias como esta. Emigrar no es una moda ni un capricho: es fruto de la necesidad y del hambre. En ocasiones, en los medios se habla de inmigrantes como si no fuesen personas, como si unas siglas pudieran condensar el drama de sus historias personales. La correlación de fuerzas actual nos obliga a defender a los inmigrantes de los ignorantes que rebuznan odio y eructan racismo. Es nuestra responsabilidad reconocernos como demócratas y como defensores de los derechos humanos, pero también ser conscientes que no siempre hemos tenido el privilegio de poder ganarnos la vida dignamente cerca de nuestros seres queridos.

No hay que olvidar de dónde procedemos ni tampoco enterrar nuestros orígenes, aunque debamos abrazar nuevas realidades y hacer compatible más de una identidad. Yo tengo el orgullo de sentirme, por completo, tanto gallego como catalán. Le debo mucho a mi país de acogida, así como aún mantengo importantes lazos afectivos con la tierra de mis padres. La pluralidad tiene muchas aristas, pero en ninguna de ellas debería caber el odio al diferente.

Lo mejor, para este verano, es disfrutar de las canciones de In The Heights, que aportan mucho más –incluso políticamente- que los que levantan muros o estigmatizan comunidades.

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