Gracias a una nota del blog de Victor Lapuente Giné -doctor por la Universidad de Oxford y profesor en la Universidad de Gothenburg- publicado en el Diario.es, he tenido la oportunidad de conocer los resultados de la encuesta bianual de la European Quality of Government Index 2021 (EQI) de la Universidad de Gothemburg, financiado por la Unión Europea. Este es un Índice que tiene como objetivo medir la calidad de los servicios públicos gestionados por los poderes públicos a nivel regional en toda la Unión Europea. El objetivo de este Índice es analizar la calidad institucional, que se define como un concepto multidimensional que consiste en una alta imparcialidad y calidad en la prestación de servicios públicos, junto con una baja corrupción.
Este es un Índice que comenzó en 2009 y que, con 129.000 encuestas en 208 regiones de Europa, estudia la percepción que tienen los ciudadanos de los servicios gestionados por sus poderes regionales. No es una encuesta de evaluación de servicios, sino de la percepción que tienen los ciudadanos de los servicios que reciben.
Ya en la primera encuesta, Catalunya se encontraba en la cola de la percepción ciudadana sobre los servicios públicos recibidos; al frente, el País Vasco y la Rioja. Este es el mapa. Podemos ver en marrón oscuro las peores regiones (sur de Italia y países del este de Europa), en azul intenso los países con mejor percepción (de Dinamarca hacia el norte).
En la encuesta de 2020/21 podemos constatar cómo mejoran los datos de Alemania y los de algunos países del Este. Empeoran los de Francia, y para el resto aparecen datos similares.
Andalucía atrapa Catalunya y son las dos peores regiones de España, por debajo de la media de Europa.
Victor Lapuente Giné insiste en que el EQI analiza las percepciones de los ciudadanos y no entra en la evaluación de la prestación de los servicios. Con todo, muchos estudios establecen un paralelismo entre la percepción y la calidad de los servicios prestados. De ser así, debemos reconocer que en Catalunya tenemos un problema muy grave. ¿Tenemos en Catalunya la peor educación, sanidad, seguridad, el peor urbanismo, los peores servicios sociales de España?
Hay otro factor preocupante. En la primera encuesta Catalunya ya se encontraba a la cola de España. Han pasado diez años y continúa en el mismo lugar. El independentismo clama para convertir Catalunya en la “Dinamarca del sur” y diez años de Procés han servido para mantenernos por debajo de la media de Europa, a la cola de España, más cerca de Sicilia y a años luz de Dinamarca.
¿Cuáles son las razones de esta percepción muy negativa de los servicios públicos y de la corrupción, como concepto asociado, en Catalunya? Probablemente la respuesta más inmediata sería que nuestros servicios no tienen la calidad deseada, que la burocracia de la administración de la Generalitat sigue siendo pesada y lenta, que el trato de los servidores públicos no es el adecuado, que vivimos en un ambiente de inseguridad ciudadana, que las calles están pintadas y sucias (aunque esto es competencia municipal) y otras quejas que sentimos cada día en nuestro entorno. Y es cierto, la calidad de los servicios públicos -autonómicos y municipales- está mal y lo peor es que están cayendo cada día más y más. Barcelona ha dejado de ser la ciudad de referencia en la gestión municipal y en la prestación de servicios de la década de los 90. Desgraciadamente, las calles cada día son más inseguras, sucias y llenas de pintadas y graffitis; el urbanismo táctico ha estropeado el encanto único del Eixample.
Sé que el EQI es un Índice que evalúa los servicios de las regiones, pero los ciudadanos encuestados no diferencian estos los municipales porque, como sabemos, hay muchas competencias compartidas. En Catalunya sí conocemos, sin embargo, el deterioro de nuestros servicios públicos y como lo padecemos. Y, atención, el déficit de financiación no es la excusa; si no, miren los datos de la Comunidad Valenciana o de las Islas Baleares en el mapa de la EQI.
El Procés ha empeorado los datos en Catalunya y no sólo estamos a la cola, sino que vamos cayendo más y más. La pregunta que nos podemos hacer es muy sencilla: ¿Cuándo vamos a priorizar los servicios a las personas por encima de ideologías y fantasías?




