‘La “nueva” ERC es heredera de la vieja ERC de Macià, pero también de la vieja CiU de Jordi Pujol’

Esquerra Republicana de Catalunya nació en marzo de 1931, y un mes después de su nacimiento, se imponía en las elecciones municipales que conducirían a la segunda república española. El partido de Macià ganaría todas las elecciones tanto municipales como en parlamentarias durante los años de la República (1931 – 1939). Pero el partido más importante de la historia de Catalunya en la primera mitad del siglo XX renacería, en la democracia postfranquista, como un partido subordinado emocionalmente – que no orgánicamente – a los dictados de Convergència i Unió. Tendrían que pasar cuarenta años para que ERC volviera a recuperar una posición de hegemonía en la política catalana, y lo haría a partir de ocupar una parte importante de aquello que habían representado históricamente los convergentes.

La construcción de una identidad propia

En las últimas décadas de la historia de la política catalana ERC ha sido un partido carente de una identidad propia consolidada. Para pensarse a sí mismo, necesitaba mirar qué hacía su hermano mayor para actuar en consecuencia, bien para imitarlo, bien para distanciarse. En ambos casos, la percepción ciudadana era precisamente que ERC era un partido imprevisible. ¿Republicanos o autonomistas?¿ Declarar la república catalana dentro de la España federal o apoyar a la DUI? ¿De centroderecha o de centroizquierda? ¿Gobernar con el PSC e ICV o con CiU?

Los partidos políticos, según la teoría básica politológica, tienen dos caminos diferentes a seguir. O bien apuestan para ser partidos nicho, es decir, partidos que se distinguen por identificarse con una causa concreta que no tiene una representación parlamentaria clara (el ejemplo paradigmático serían los partidos orientados al ecologismo como ICV en su día), o bien intentan ser “catch-all parties” (atrapalotodo), partidos con vocación de gobierno que pretenden jugar a todos costados sin que se los pueda identificar como una cosa u otra. CiU, PSOE, PP, son tres ejemplos claros de este modelo.

ERC no había conseguido ser ni una cosa ni la otra. En toda la década de los ochenta y de los noventa no habían superado los 13 escaños en ninguna de las elecciones celebradas. El octubre de 1996, el secretario general del partido Àngel Colom, conjuntamente con Pilar Rahola, teniente de alcaldía de Barcelona, crearon un partido independiente de nombre “Partido por la Independencia” que, bajo el pretexto de empujar el movimiento independentista, hizo más evidente la indeterminación sobre su ideología. Colom acabó militando en CiU y cobrando 72.000 euros de Fèlix Millet. Pilar Rahola es una de las caras más visibles de la derecha catalana y una de las más fervientes defensoras de la actuación militar de Israel hacia Palestina.

La primera pista sobre el camino a seguir por ERC, como mínimo en términos electorales, vinieron en los años del tripartito de izquierdas cuando obtuvieron los mejores resultados electorales hasta la fecha (23 escaños en 2003, 21 en 2006). Parecía que la apuesta por definirse claramente como un partido de izquierdas daba sus frutos. Pero el camino de ERC volvió a dar un paso atrás con la expulsión de Carod Rovira por culpa de su reunión “secreta” con ETA. ERC volvería a bajar a los 10 escaños, y entonces nacería otra escisión llamada Solidaridad Catalana por la Independencia. ¿Pero, ERC era o no era independentista? Y era o no era de izquierdas?

Es 2010, el Procés está a punto de empezar y CiU se ahoga en su propia corrupción. Con un marco situado alrededor de la independencia, y con una CiU en descomposición, bajo el liderazgo de Oriol Junqueras ERC sitúa su relato recordando su propia historia: sí, republicanos y de izquierdas. Sí, independentistas. Pero para ocupar el espacio que ha dejado CiU todavía les faltaba una cosa: sacarles aquello que había hecho de Jordi Pujol y su partido una auténtica máquina de ganar elecciones: que la gente los percibiera como un partido útil a los intereses de Catalunya.

El “peix al cove”

La descomposición de CiU dio la oportunidad a ERC de apoderarse de una parte de su electorado. Pero en la primera etapa del Procés (la previa el octubre de 2017), ERC seguía todavía bajo el embrujo y actuaba reactivamente al espacio postconvergente: Junts pel Sí, la coalición electoral de los restos de CiU y ERC, era útil a los intereses de los primeros, no de los republicanos. Esta posición empieza a cambiar a partir de los hechos de octubre del 2017. A pesar de que no se puede afirmar que la emancipación sea completa, puesto que sin ir más lejos, la manera en la cual se llegó al actual gobierno Junts-ERC después de que Pere Aragonès dijera públicamente que no había posibilidad de repetirlo remite inevitablemente a tal lógica de subordinación, la realidad es que ahora es Junts por Catalunya quien mira de reojo y les maldice en silencio. ERC ocupa, hoy, la idea de centralidad política que CiU ha ocupado durante más de veinte años. ¿Cómo lo han conseguido?

La “nueva” ERC es heredera de la vieja ERC de Macià, pero también de la vieja CiU de Jordi Pujol. Efectivamente, lo que está haciendo ahora ERC es exactamente lo que hacía CiU, y lo que ha dejado de hacer Junts por Catalunya: el “peix al cove”. Negociar con Madrid para conseguir mejoras en la financiación y en las infraestructuras para Catalunya. Negociar con la patronal y los sindicatos. Aprobar unos presupuestos con Junts por Catalunya, pero también los Comunes y con la CUP. Esta es la razón principal por la cual los republicanos son “atacados” y tildados de botiflers, y, también, la razón principal por la cual han conseguido superar los restos de CiU por primera vez. Más allá de las burbujas de Twitter y de los acomplejamientos que puedan sufrir ciertas personalidades políticas, la admiración del independentismo – y del catalanismo en general – con la manera de hacer política del Partido Nacionalista Vasco revela el deseo de ser representados por alguien que no solo diga representar los intereses de los catalanes y catalanas, sino que consiga resultados palpables.

Que sea ERC en lugar de CiU quien defina la centralidad supone una pequeña gran mejora por aquellas personas que se ven representadas en una ideología, digamos, progresista o socialdemócrata. ERC ocupa la centralidad que ocupaba CiU, pero a diferencia de estos últimos, que sufrían de tortícolis crónica que les hacía abrazar con deleite la agenda neoliberal, ERC se postula como un partido favorable a una cierta redistribución de la riqueza.

Justo es decir que algunos de estos problemas de indeterminación ideológica están todavía para ser solucionados, pero es incuestionable que en los últimos años ERC ha hecho un salto como partido político que lo han llevado hasta la presidencia de la Generalitat. Así, herencia más preciada del mundo convergente que está siendo arrebatada. Continuará si son los Canadell, Torra y Borràs quienes marquen la estrategia del partido, cosa que podría cambiar pronto. El retorno de los presos políticos – sobre todo Forn, Rull y Turull – promete una lucha dentro del partido para recuperar un mensaje político que, en casa convergente, todavía creen que les pertenece por derecho divino. Pero hasta que esto no cambie, por primera vez en décadas, ERC puede decirles: ¡muchas gracias por todo lo que haces por mí, hermano “mayor”!

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