“Comes plástico. Te envenenas a diario”, “Si la tierra come plástico, tú también”, ”Cuando bebes agua te llenas de microplásticos”, “Comes petróleo”, son frases que llaman la atención a los visitantes de la Feria de Biocultura celebrada recientemente en Barcelona. Impactan tanto como las imágenes que las contienen, presentadas en el stand de Justicia Alimentaria, junto con el informe “Plastívoros”, publicado por dicha organización y Amigos de la Tierra. En dicho informe se expone la alarmante contaminación por microplásticos en el medio terrestre y su grave impacto en nuestra alimentación, salud y ecosistemas. Las prácticas del lobby plástico y las propuestas para revertir la problemática actual también se plasman en dicho documento.
Actualmente estamos rodeados de plástico. Está en la base de la cultura del usar y tirar, motor de la sociedad de consumo. La presencia de microplásticos en los océanos cuenta con importantes estudios científicos; sin embargo es casi desconocido que la contaminación microplástica en la tierra podría ser hasta 23 veces mayor que en el océano y que aproximadamente el 80 % de la contaminación por microplásticos en el océano proviene de la tierra.
Origen y destino de las partículas plásticas
El origen del plástico es el petróleo. Tal como apunta el informe “Plastívoros”, el 99% de los plásticos provienen de los combustibles fósiles. Su historia comenzó hacia 1950 cuando se descubrió que se podía producir PVC (cloruro de polivinilo) a partir de un producto de desecho de la industria petroquímica, y ésta lo convirtió en una fuente de beneficios. Desde entonces, el desarrollo de los plásticos ha sido exponencial, ya que los aditivos –muchos de ellos tóxicos- que se añaden en el proceso de producción hacen posible una infinidad de usos, desde ropa, fitosanitarios, cosméticos, detergentes, envases, hasta pinturas.
“Toda la cadena alimentaria es dependiente del petróleo, recurso que se está acabando y que se va encareciendo”, señalaba el director de Justicia Alimentaria Javier Guzmán, en la charla “El ingrediente más tóxico de nuestra alimentación” que ofreció a los asistentes de Biocultura. El sector que más consumo de plásticos presenta actualmente es el agroalimentario, un 25% del total. Por ejemplo, en agricultura se utiliza para invernaderos, túneles de cultivo y sistemas de riego. “Somos el segundo país del mundo (sólo superado por China) en superficie agrícola en invernadero, destacando la región de Almería”, evidencia Guzmán. En el procesado, almacenamiento y distribución de alimentos también se utiliza el plástico en forma de envases, envoltorios, embalajes entre otros. Tan sólo en el Estado español se producen más de 220.000 toneladas anuales en la actividad agrícola y ganadera. Esta cifra transformada en bolsas de plástico corresponderían a 40.000 millones de ellas, que extendidas en el suelo ocuparían una cuarta parte de la superficie de Catalunya.

El informe “Plastívoros” delata que la mayor puerta de entrada de microplásticos a los suelos agrarios proviene de los del uso de los lodos de las depuradoras de aguas residuales en los que se retienen más del 90% de los microplásticos. Este tipo de lodos se venden y utilizan para la fabricación de fertilizantes de nuestros campos, un destino desconocido por la mayoría de la sociedad. En el Estado español, según datos del Registro Nacional de Lodos, el 80% de los lodos generados se destina al uso agrícola. De esta manera, los suelos agrarios se convierten en un gran receptor de microplásticos, donde las partículas más pequeñas se ha demostrado que son absorbidas por la planta, entrando pues en la cadena de alimentación.

Intereses ocultos
A pesar de que la industria del plástico reconoce que la contaminación plástica es un problema a nivel mundial, la estrategia empresarial pasa la responsabilidad a las personas de manera individual, impulsando el reciclaje como solución con campañas publicitarias de concienciación. Así desvían la atención de la raíz del problema: un modelo de negocio basado en inundar el mercado de productos plásticos. Esta es su estrategia pública de “lavado verde” (greenwashing). En paralelo, las empresas y sus asociaciones intensifican sus esfuerzos para retrasar, debilitar o hundir cualquier intento de avance legislativo encaminado a reducir la producción de plásticos y a establecer obligaciones para las empresas en materia de reducción o gestión de residuos. Un ejemplo claro es que mientras en países africanos como Marruecos, Somalia, Ruanda y Mauritania –este último con multas y hasta penas de prisión– ya han prohibido las bolsas de plástico desde hace años, en los países occidentales no avanza la legislación por la influencia del lobby plástico. “En Europa es donde están las grandes empresas relacionadas con el plástico, las cuales presionan para que las leyes sean inamovibles. Sin el plástico, las envasadoras, industrias petroleras y grandes cadenas de alimentación, tienen cuestionada su supervivencia”, declara Guzmán.

En el informe “Plastívoros” se visibiliza el entramado del lobby empresarial. El sector de los hidrocarburos y de la industria química están estrechamente interconectados; también con las empresas envasadoras –que comercializan sus productos en envases de plástico– y con los supermercados. El sistema de usar y tirar es parte estructural de su modelo de negocio.
Las empresas productoras de envases tienen la obligación de gestionar los que salen al mercado para poder ser recuperados. Mientras en muchos países de Europa este ciclo se ha gestionado a partir de iniciativas tipo SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases), España ha trasladado esa “responsabilidad propia del productor” a un SIG (Sistema Integrado de Gestión) a cambio del pago de una tasa o punto verde por parte de los productores. El sistema se ha otorgado a Ecoembes (Embalajes España S.A.), empresa creada y dirigida por las corporaciones, grupos y asociaciones de empresas relacionadas con los envases de usar y tirar. Ecoembes promueve el reciclaje como la solución a la gestión de los residuos de envases, a pesar de que se ha demostrado ineficaz en España, y se opone firmemente a cualquier otro sistema enfocado a la reducción y reutilización de envases, como el SDDR. Investigaciones internacionales y organizaciones tales como Ecologistas en Acción y Greenpeace han desvelado, denunciado (#EcoembesMiente!) y realizado acciones de incidencia política a cerca de las falsedades sobre el reciclaje -que incluyen manipulación de cifras– y sobre el gran negocio que tiene montado. Este lobby de empresas que forma Ecoembes presiona para que nada cambie, para que sus cifras de negocio no se resientan, mientras financian charlas de educación ambiental en centros educativos, así como instalan máquinas “RECICLOS” que recompensan por depositar latas y botellas, por ejemplo en las estaciones de los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya. Un lavado de cara que enmascara un gran negocio.
Impactos en nuestra salud, ambientales y sociales
Los plásticos son una de las mayores amenazas para la vida, por su dispersión a nivel mundial, toxicidad y durabilidad, ya que al convertirse en residuos perduran decenas o centenares de años. Los micro y nanoplásticos (partículas plásticas de tamaño inferior a 1 mm) entran en contacto con el ser humano a través de lo que ingerimos, de la piel y también del aire que respiramos. “Las incineradoras no son en absoluto una solución, pues lo que se hace es repartir la contaminación plástica por el aire: esos residuos los estamos respirando cada día. Somos partidarios de cerrarlas, pues existen otras soluciones antes que incinerar“, reclama Guzmán. En Barcelona, existe el ejemplo de la plataforma Airenet que lleva años denunciando ante la fiscalía los efectos negativos en la salud causados por la actividad de la planta incineradora TERSA de Sant Adrià del Besòs. Han conseguido que la auditen, además de que el CSIC elaborara un estudio sobre la contaminación atmosférica y la Agencia de Salud Pública confeccionara un informe sobre el riesgo de mortalidad asociado a la proximidad de dicha incineradora.
El informe “Plastívoros” manifiesta que hay más de 4.000 sustancias químicas asociadas a los plásticos, entre las que se encuentran sustancias tóxicas, persistentes y bioacumulativas, con efectos perjudiciales para la salud y para el medio ambiente. Las más preocupantes son los tóxicos que interfieren con nuestro sistema endocrino alterando el equilibrio hormonal, que es el responsable de regular nuestro organismo, su desarrollo, metabolismo y reproducción. Ello causa problemas en el propio desarrollo, fertilidad, sistema neurológico e inmunológico. Los nanoplásticos llegan incluso a interaccionar con el núcleo celular que contiene nuestra información genética. Y no hay que dejar de nombrar a diversas enfermedades asociadas a estas sustancias contaminantes como el cáncer. Todo ello no sale a la luz pública. “Los riesgos alimentarios y las enfermedades que provocan en nuestra salud quedan en un segundo plano”, denuncia Guzmán.

“Ingerimos el equivalente al peso de una tarjeta de crédito a la semana (5 g) de plástico involuntariamente, que son alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico”, alertan desde las organizaciones Amigos de la Tierra y Justicia Alimentaria.
También se destaca en la investigación “Plastívoros” como el plástico indirectamente va contra los acuerdos internacionales que buscan la justicia social y ambiental. En la actividad extractiva se genera un impacto en las comunidades locales, pues las empresas petroleras dependen del terreno del que extraen la materia prima, generando conflictos. Vulneran los derechos económicos, sociales, culturales, e incluso derechos laborales (condiciones de semiesclavitud), impidiendo lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Adicionalmente la contribución de la industria plástica al cambio climático, es de entre un 30-40% de las emisiones de gases de efecto invernadero, siendo un obstáculo para cumplir el Acuerdo de París en el contexto de emergencia climática.
Mientras en occidente se fabrica cada día más plástico, cuando acaba su vida útil se exporta como residuo. Se externalizan sus impactos, que recaen en la salud de las personas y en los ecosistemas de las regiones más desfavorecidas. “Desde Occidente estamos dispersando nuestra basura por el Mundo. Se debería acabar la exportación de plásticos, incluido el tráfico ilegal. Son Estados débiles donde existen vacíos legales, no hay mucho control y reciben presión de los países occidentales”, evidencia Guzmán. La organización Justicia Alimentaria, que él dirige, es partidaria de dar apoyo a las organizaciones de países del Sur para que empiecen también a reducir el plástico. Actualmente realiza campañas de sensibilización sobre el tema en Centro América, dentro de sus proyectos de cooperación Internacional.
Propuestas y acciones
Las organizaciones de Justicia Alimentaria y Amigos de la Tierra no se limitan a informar a la sociedad y realizar campañas de sensibilización y denuncia, sino que también alertan de la necesidad de actuar y lanzan propuestas para “desplastificar” nuestra vida, a la vez que presionan a los gobiernos para lograr cambios. Desde que lanzaron la campaña “Plastívoros” en el mes de febrero, han contactado con Ayuntamientos y con el Gobierno. “La relación de microplásticos con la agricultura es un tema muy nuevo a nivel mundial. Trabajamos la problemática con varios colectivos, la damos a conocer a los políticos y hacemos llegar las propuestas”, declara Guzmán.
Un ejemplo de sus acciones es la incidencia política sobre la Ley de Residuos-que el gobierno está negociando actualmente-, exigiendo medidas para reducir de forma drástica la cantidad y toxicidad de los plásticos que se ponen en el mercado y asegurar que las empresas que producen y distribuyen plástico asuman su responsabilidad en la prevención y gestión de los residuos que generan. También sugieren actualizar la normativa vigente sobre los usos de lodos de depuradora para evitar la contaminación de los ecosistemas por microplásticos, por ejemplo mediante la instalación de sistemas de filtrado adecuados para las aguas residuales.

Paralelamente, exponen propuestas locales para desplastificar: apuestan por cadenas de suministro al consumidor más cortas que faciliten alimentos de proximidad, ecológicos y sin envases o que sean reutilizables en caso de ser imprescindibles. También destacan el impulso a la implantación del SDDR (Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases) mediante la realización de proyectos a nivel local que sirvan como proyectos piloto para probar y difundir luego los resultados. “El SDDR implementado de manera extensiva en otros países europeos se está dejando de lado en la actualización de la Ley de Residuos española. Estamos presionando para que se incluya”, expone Guzmán.
Medidas como impulsar la reducción de envases y embalajes en la compra pública, y promover los menús sostenibles y ecológicos en los centros educativos de titularidad pública, son otras propuestas que quedan reflejadas en el informe. Asimismo se ponen de manifiesto ejemplos de avances ya conseguidos: en Barcelona en el 2019 se aprobó un pliego de condiciones para la adjudicación del servicio de comedor en escuelas infantiles municipales que incluía la obligatoriedad de servir alimentos ecológicos.
Estas alternativas van de la mano con la reducción de plásticos en su origen, es decir, disminuyendo su producción. El fracaso del reciclado queda constatado a partir de las siguientes cifras: en el Estado español el 80% de los envases termina en vertederos, incinerados o desechados en el medio ambiente, y sólo se recicla una tercera parte del residuo plástico generado en la UE. ”Es urgente cambiar la prioridad que proclaman las empresas: RECICLAR. Lo primero es REDUCIR, y como última opción reciclar, tal como expone la consolidada campaña internacional de las “3R” (Reducir, Reutilizar y Reciclar)”, explicita Guzmán.

Las organizaciones e investigaciones citadas a lo largo del texto coinciden que es necesario un cambio de legislación y que el reciclaje no es la solución al problema de los residuos. Apuntan que sólo una política enfocada a la reducción y en segundo término la reutilización de los envases, disminuiría sustancialmente el actual despilfarro de energía y recursos, así como reduciría la contaminación del planeta que actualmente crece a un ritmo catastrófico.
Justicia Alimentaria denuncia el modelo agroindustrial basado en la producción intensiva de alimentos y en un sistema de comercialización monopolizado por unas pocas transnacionales. Este modelo de producción, comercialización y consumo de alimentos promueve la desaparición de la agricultura familiar, eleva el nivel de contaminación con agroquímicos, ayuda a acelerar el cambio climático y a hacer desaparecer la biodiversidad agraria. Realiza campañas de denuncia e incidencia política para lograr cambios a favor de la soberanía alimentaria.


