El catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Joan Subirats ha dejado de ser concejal de Cultura, Educación Ciencia y Comunidad y teniente de alcaldesa del ayuntamiento de Barcelona este mes de julio coincidiendo con su jubilación como profesor de universidad. En noviembre de 2017 asumió el cargo de Comisionado de Cultura del Ayuntamiento y en las elecciones municipales de mayo de 2019 ocupó el segundo lugar de la lista de Barcelona en Común encabezada por Ada Colau. Ha sido director del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB y colaborador en medios de comunicación como El País, ARA, Crític, la Ser o Catalunya Plural. Le hemos pedido de hablar sobre sus impresiones de su paso por la política municipal y de hacia dónde cree que van y que deberían ir Barcelona y Catalunya.
Le costó mucho decidirse a entrar en el mundo de la política representativa. Al final lo hizo en el equipo de Ada Colau. ¿Ha valido la pena la experiencia?
Sí. No estoy nada arrepentido de la experiencia. Hacía muchos años que había militado en Bandera Roja y el PSUC pero había dejado la militancia política en 1980 o en 1981. En 2014 empecé otra vez a meterme en la política activa porque estuve en los inicios de Guanyem y después de Barcelona en Comú. Siempre había estado muy vinculado a la política desde un punto de vista más de análisis, de reflexión, y también, evidentemente, como profesor. Me puse a ello en 2014 cuando se inició el proceso que llevó a la candidatura de Colau en las elecciones de 2015. Lo que no quise entonces fue entrar en la gestión, hacer de político, que es diferente de implicarse en la política. A hacer de político me metí tras la crisis del 155 cuando la alcaldesa me pidió que entrase como Comisionado de Cultura. Estoy contento de la experiencia. He aprendido muchas cosas. He contrastado algunas que pensaba. Otras, no tanto. Me ha ido bien, incluso desde el punto de vista de mi profesión como profesor de Ciencia Política. Ha sido una experiencia de servicio muy positiva y, al mismo tiempo, muy intensa, muy demanding, como dicen los ingleses, mucha necesidad de implicación constante. Todo ello es muy exigente, sobre todo por labores de representación, de escuchar a la gente, ir a los lugares… Requiere un nivel de compromiso personal muy alto.
¿Qué ha sido lo más duro, complicado, de estos años en el Ayuntamiento? ¿Qué le ha dejado peor sabor de boca?
Lo más complicado ha sido seguramente la combinación entre la pandemia y el necesario mantenimiento de la actividad cultural y educativa. Yo era responsable tanto de Cultura como de Educación. El hecho de intentar mantener la actividad cultural abierta y la actividad educativa abierta, que eran dos cuestiones claves y prioritarias al máximo para mí, fue complicado. Sobre todo, los meses de marzo a agosto de 2020. Al margen de esto, yo diría que no he tenido demasiados temas que me hayan dejado mal sabor de boca. A veces te gustaría que las cosas fueran más rápido de lo que van. Aunque creo que el ayuntamiento tiene un gran nivel de gestión y de funcionamiento, los ritmos de funcionamiento de la administración son más bien lentos. Por otra parte, temas de incomprensión, cosas que no eres capaz de explicar bien y que llegan distorsionadas a la opinión pública. El debate sobre el Hermitage, mira que lo hemos tenido miles de veces, y no he acabado de ver que llegara a la gente con la claridad que yo imaginaba. Y otros. Por lo demás, estoy contento de la experiencia y estoy satisfecho de haber iniciado algunos proyectos que pueden tener perspectiva estratégica, como la mayor conexión entre educación y cultura, o la incorporación de temas de pensamiento y ciencia en la agenda de las políticas municipales.

¿Y lo más gratificante?
Ha habido algunos momentos particularmente intensos, muy vinculados a lo que decía de la pandemia y la actividad cultural. Cuando salvamos la edición del Grec de 2020. Estuvo a punto de no poder hacerse y la salvamos por los pelos. Aquello permitió continuar y dar mucha seguridad a mucha gente para mantener la actividad cultural. El debate de “Cultura segura” salió entonces, a mediados de julio de 2020. También ha valido mucho la pena la sensación de buena acogida que tenía la Bienal de Pensamiento y, como decía, que el Ayuntamiento se empezase a meter en temas de ciencia, a los que hasta entonces no se había incorporado.
Uno de los momentos más gratificantes de mi mandato fue salvar el Grec 2020
¿Si no se hubiera jubilado habría seguido en la gestión municipal o con dos años ya era suficiente?
Era una cuestión bastante prevista. Cuando el 1 de enero de 2018 acepté entrar de comisionado de Cultura con la crisis del 2017, tenía por delante un año y medio hasta las elecciones de mayo de 2019. Cuando entonces la alcaldesa Ada Colau me pidió que me presentara en las listas para hacer después de concejal de Cultura y Educación puse algunas condiciones y una de ellas era que pudiera dejarlo al cabo de dos años coincidiendo con mi jubilación como académico. Ya que, en efecto, otra de las condiciones era que quería seguir en la Universidad dando clase. La idea, pues, era que cuando acabase el período de la Universidad, con la jubilación forzosa a los 70 años, existiera la posibilidad de dejar también mis responsabilidades municipales. Este fue mi compromiso con ella. Era una decisión meditada y pensada para volver a recuperar tiempo. Había visto en el año y medio de Comisionado que el nivel de exigencia era muy alto y que si seguía no podría hacer lo que me gustaba más, que era dar clases, conferencias, escribir artículos, libros, reflexionar sobre estos temas, leer, etc., y combinarlo todo con el trabajo municipal era muy difícil de hacer. Si hacía artículos ya no los hacía Joan Subirats, los hacía el teniente de alcalde de Educación y Cultura. Estabas comprometiendo la institución con tus opiniones. Era muy complicado. En las conferencias no eras un profesor de Universidad, eras un cargo político de primer nivel en el Ayuntamiento. Esta duplicidad no acababa de funcionar. Hay que entender que una parte muy importante del trabajo de un concejal son reuniones de patronatos, fundaciones, recibir gente, asistir a eventos, inaugurar, hacer clausuras… Esto está bien, alguien lo tiene que hacer y no considero que se pueda menospreciar pero de alguna manera sentía que mi parte ya la había hecho.
¿La continuidad de Ada Colau como alcaldesa con el apoyo del PSC y de los concejales del grupo de Manuel Valls fue un acierto? ERC y, en general, el mundo independentista se lo tomó muy mal
Las semanas posteriores a las elecciones de 2019 fueron intensas. Los comunes eran bastante inevitables para hacer los pactos sea con los socialistas sea con ERC. En el caso de ERC faltaba un voto y en el caso de los socialistas, tres. Era muy difícil que hubiera otra combinación posible. Lo que era importante era mantener capacidad de influencia y una posición de gobierno significativa, con Ada Colau como alcaldesa. Al final de todo el proceso de debate y de negociación, ERC ofreció un pacto de compartir dos años y dos años alcaldía, pero fue muy al final cuando ya se había erosionado la negociación y las cosas estaban muy avanzadas con los socialistas. En relación a los votos de Valls, en ningún momento hubo una negociación por nuestra parte. Esto se puede ver. Toda la rumorología que había era que había un pacto que después implicaría tal cosa o tal otra. Si examinamos los votos que ha habido en estos dos años, los que más han votado en contra han sido los concejales de Barcelona por el Cambio. No parece que haya habido un gran pacto de gobierno subterráneo. Valls jugó con una voluntad de protagonismo que tenía y que expresaba con la lógica de evitar que hubiera un alcalde de Barcelona que tuviera un signo independentista. Estuve muy metido en el proceso de negociación y no me consta que en ningún momento hubiera ningún tipo de contacto con Valls y su gente.
Ada Colau despierta simpatías y odios extremos. ¿Por qué?
Esto se ve muy claramente en los barómetros que hace el Ayuntamiento. Casi casi mitad y mitad. Una mitad de la gente la valora muy positivamente y otra mitad muestra mucho rechazo. En cambio, si miras a los otros políticos -Ernest Maragall, Jaume Collboni, Elsa Artadi,…- tienen sus votantes, los que no quieren saber nada de ellos y hay siempre un 15%, un 20%, un 25% de gente que es más bien indiferente. Ada Colau no tiene indiferencia. Políticamente es complicado porque quiere decir que las posibilidades de alianzas y de crecer son más difíciles, porque tienes muy enrocados a los tuyos y a los otros. La parte positiva que mucha gente le ve, que es una cierta coherencia y bagaje político de trayectoria como activista, que le da credibilidad, al mismo tiempo la hace ser vista como más binómica, de contigo o contra ti. El otro día vi un coche con una pegatina en la parte trasera que ponía “Fuera Colau”. Me extrañó. No es normal que la gente se exprese políticamente en los coches, a no ser que sea en temas de identidad de Catalunya, España,… Incluso en los medios de comunicación se hacen títulos diciendo “Colau hace tal cosa”. El gobierno municipal, como tal, queda difuminado.

¿Se debería volver a presentar?
Desde mi punto de vista, sí. Ha habido un período muy importante en la historia de la Barcelona democrática, desde 1977 hasta ahora. Ha sido el periodo Maragall, trece años de alcaldía de Maragall con gobierno de coalición con la gente del PSUC y, después, de Iniciativa. Fueron años de poner a Barcelona donde le tocaba después de todo el período de la dictadura. Había una agenda superpotente de cosas pendientes por completar. Se logró a través de los Juegos Olímpicos y otros elementos: abrir Barcelona al mar, hacer las rondas, reforzar todas las insfraestructuras, resolver problemas de colectividad y de algunos barrios; por ejemplo, todo el trabajo de Santiburcio en Nou Barris… Había una agenda muy apretada y muy clara. Estos 13 años sirvieron para construir esta Barcelona democrática. Y ahora, si Ada se volviese a presentar y volviese a gobernar serían doce años. Doce años de afirmación de una nueva agenda urbana. La ciudad ya ha resuelto muchos de los problemas históricos que tenía por los déficits del franquismo pero, ahora, debe abordar los problemas de las ciudades del siglo XXI: el problema metropolitano no resuelto, el del Besòs como problema de desigualdad que sigue existiendo entre zonas de la ciudad, la movilidad, la sostenibilidad y el cambio climático, la renovación de la educación y la cultura para hacerlas mucho más articuladas, reforzar el modelo de creatividad e innovación con investigación de conocimiento que Barcelona tiene… Hace varios años abrías la web del Ayuntamiento y salían la playa, una sartén y Gaudí. Esta imagen ha servido para lo que ha servido. El siglo XXI requiere otra. Los fundamentos están ahí. El estudio que ha hecho el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas sobre Madrid, que ha servido para todo lo que ahora dice Ximo Puig sobre Madrid como aspiradora, analiza todos los elementos de industria, comercio,… Lo único en lo que Barcelona está claramente por encima de Madrid y de cualquier otra ciudad de España es en temas de investigación, innovación, investigación y ciencia. Es un potencial muy importante que la ciudad no ha cuidado suficientemente, no ha tenido una política propia en materia de innovación, de conocimiento, de creatividad, de ciencia, como otras ciudades, como París, Manchester, Berlín, que lo tienen muy presente.
Ada Colau debería volver a presentarse y completar así 12 años de una nueva agenda urbana
De Ada Colau se decía que se oponía a los grandes eventos en la ciudad. Incluso que estaba en contra del Congreso del Mobile. El Mobile ha seguido. Barcelona ha perdido la carrera para obtener la sede de algunas agencias internacionales. En cambio, ahora ha conseguido ser la Capital Mundial de la Arquitectura, y ser líder del movimiento municipal internacional contra el Cambio climático. ¿Hace falta o no hace falta que Barcelona sea sede de estos grandes eventos?
Es bueno ver si este tipo de eventos de carácter internacional simplemente son importantes para la ciudad porque atraen visitantes; es decir, si forman parte de la economía del visitante, que es una manera diferente de hablar del turismo, o si entroncan con cosas que la ciudad tiene de manera propia en su agenda. El Mobile es bueno que siga si seguimos siendo una de las ciudades más importantes de Europa en start ups tecnológicas. Si tiene que ser simplemente porque vienen muchos visitantes y van a los restaurantes y a los hoteles, puede terminar no teniendo demasiado sentido. Si el Congreso de Arquitectura se ha ganado ante la alternativa de Pekín es porque Barcelona está llevando adelante un tipo de urbanismo diferente del que están haciendo otras ciudades en estos momentos. Está insistiendo en las supermanzanas, la sostenibilidad, los cambios en la movilidad, en una ciudad que sea densa pero al mismo tiempo habitable. Los acontecimientos se han de situar en un contexto que refuerce lo que ya ocurre en la ciudad. La Bienal de arte Manifesta, que vendrá en 2024, tiene sentido que venga porque es muy importante hacer un salto en la relación entre cultura, artes visuales y retos urbanos y, además, porque en esta edición habrá diez ciudades de la región metropolitana que la harán junto con Barcelona. Estaremos trabajando y consolidando una lógica de cultura metropolitana que hasta ahora no existía. Estaremos construyendo metrópoli no sólo sobre los residuos, el transporte, etcétera, sino también sobre elementos culturales. Son 5 millones de habitantes. Barcelona ha defendido y defiende un modelo de ciudad de ciudades, no una megalópolis como Sao Paulo, Nueva York o México, una red urbana que sin jerarquías trabaje de manera conjunta. Esto es imprescindible.

¿Qué pasa con el Hermitage? Parece como si el Ayuntamiento no lo quisiera
Desde mi punto de vista, y tal vez simplificando un poco, es un proyecto inmobiliario que se reviste de carácter cultural, con una alianza entre un fondo de inversión y unos agentes que tienen el contacto con el Hermitage porque entienden que es la mejor manera de conseguir una parcela de primera línea de mar, que difícilmente podrías conseguir de otra manera. No me parece mal como idea. Para el fondo de inversión es importante tener lo que ellos llaman un “safety box”, una caja de seguridad que da la seguridad a los inversores de que sus recursos se pueden tocar: un edificio de Toyo Ito en uno de los mejores lugares de Barcelona. La idea del Hermitage había funcionado en un momento determinado, con un comisario, Jorge Wagensberg, que había sacado adelante la experiencia. Wagenserg visitó el Hermitage, vio la cantidad de cosas que había y tenía la idea de hacer un proyecto sobre conocimiento, ciencia y arte, a partir de su experiencia en Cosmocaixa. Wagensberg murió. Después, en mis contactos con los promotores, he visto que tenían mucha dificultad para presentar un proyecto cultural significativo que no fuese simplemente una franquicia que trajera cuadros como hace el Pompidou o los “Maestros rusos” en Málaga. ¿Barcelona quiere ser como Málaga? Barcelona tiene el Museo Picasso. Aquí tenemos una colección muy potente que nos dio el propio Picasso que explica y justifica la extensión del Museo. Picasso nació en Málaga y allí tienen un museo que tiene su significación propia. Pero aparte de eso tienen, como decía, los museos de los “Maestros rusos” y el Pompidou. La base cultural que tiene Málaga necesita este tipo de añadidos porque sino el nivel de atracción para los visitantes es muy bajo. Nosotros tenemos Picasso, Miró, Tàpies, a una hora y media Dalí, MNAC, MACBA, el modernismo en todo su esplendor,… ¿Necesitamos añadir más museos cuando, además, sabemos que las experiencias previas del Hermitage en otras ciudades han ido todas mal y se han acabado cerrando o como en el caso de Amsterdam, el Ayuntamiento ha puesto dinero para mantenerlo? Y la base de toda la operación era que esto no costaba ni un duro al Ayuntamiento. Esta es la situación. Si se pregunta a los grandes equipamientos de la ciudad no están todos aplaudiendo la venida del Hermitage. Más bien lo consideran una muestra de un cierto provincianismo. Desde el punto de vista de proyecto cultural, creo que el interés es limitado. Ha habido el intento de incorporar el Liceu, que me ha parecido correcto, en el sentido de “barcelonear” más el proyecto, pero las dos cosas juntas no caben. Requeriría reordenar esa zona. Se puede ir trabajando, si quieren mantener la inversión y el Ayuntamiento y el Puerto se ponen de acuerdo. Se trataría de encontrar un proyecto más arraigado.
Los grandes equipamientos culturales de la ciudad consideran la venida del Hermitage, más bien, un cierto provincianismo
Ada Colau acaba de ser elegida para liderar la red C40 de ciudades que luchan contra la emergencia climática. A Barcelona el cambio climático la afecta mucho
Barcelona es una ciudad muy vulnerable en este tema. Hay quien incluso dice que en 2050 el agua llegará a plaza Catalunya. Es obvio que no podremos luchar solos. O tenemos una capacidad conjunta de hacerlo o no saldremos adelante. ¿Hemos hecho lo suficiente? Se están dando pasos. Se está intentando modificar la presencia de una de las fuentes de generación de gases de efecto invernadero como son los coches. Modificar el formato de movilidad es muy importante. Barcelona es la gran ciudad más densa de Europa, junto con París. Las cinco ciudades más densas de España son, por orden, L’Hospitalet, Barcelona, Santa Coloma, Badalona y Cornellà. El barrio más denso de Europa es La Florida, en L’Hospitalet. Tenemos un problema grave. La densidad es buena desde el punto de vista climático porque no genera desperdicio de terreno, porque no hacemos mayores barrios y extensiones de casas adosadas como en Estados Unidos y otros lugares, pero tiene el problema de que cuando hay mucha gente junta, todo el tráfico se concentra y los efectos de contaminación son mucho mayores. Tenemos que ser capaces de aprovechar las ventajas de la densidad sin sus contraindicaciones y eso quiere decir cambios en cuanto a la movilidad, los aires acondicionados, las calefacciones, los cruceros, los aviones…
Gestionar la Cultura de Barcelona en tiempos de pandemia ha sido todo un reto. ¿Como lo ha afrontó?
Intentando evitar un exceso del principio de precaución, que siempre es difícil. Haciendo todo lo que nos decía el PROCICAT que teníamos que hacer pero intentando, al mismo tiempo, hacer la actividad. Lo que nos preocupaba a mí y a la gente del ICUB era conseguir hacer la Mercè, el Grec… cogiendo los requerimientos del PROCICAT y ¡vamos allá!, ¡trabajemos con ellos! Quería decir que teníamos que trabajar en escenarios donde podía ser que acabara siendo virtual o en escenarios en los que el nivel de normalidad acabara siendo muy alto, hasta el 70%. Jugábamos con todos los escenarios posibles, les decíamos a las compañías de teatro que tenían que hacer grupos burbuja y juntarse durante un mes para ensayar y tenerlo a punto… poníamos en marcha la máquina y era arriesgado porque nos podíamos encontrar con que al final no pudieran hacer la obra de teatro. Y ha pasado. Este Grec 2021 se han tenido que cancelar dos o tres espectáculos por algún caso de contagio. Pero hemos conseguido lo que no han conseguido en el resto de Europa, que es mantener la actividad cultural. Y el 15 de junio del año pasado abrimos las guarderías municipales y junto con la Generalitat ha conseguido mantener abierta toda la actividad escolar durante todo el curso con un nivel de incidencia de la pandemia que nunca ha pasado del 2% de los alumnos. Creo que es muy importante porque es intentar conseguir que los impactos en la educación y la dinámica social fueran los menores posibles y que la Cultura no se derrumbara, que ya está bastante jodida y precarizada por el efecto de una pandemia que la podía dejar estancada durante un año, que es lo que ha ocurrido en el resto de Europa.
Hemos conseguido mantener la actividad cultural, lo que no han podido hacer en el resto de Europa
El procés, el debate sobre la independencia de Catalunya, ¿ha influido mucho en la gestión del día a día de la ciudad?
Mi impresión es que no, sobre todo en el período del 2019 al 2021. En 2017, cuando fui presentado como Comisionado justo recién aplicado el 155, no había, de hecho, consejero de Cultura. Era Lluís Puig, que estaba en el exilio. Nombraron consejera a Laura Borràs en junio de 2018 cuando yo ya era Comisionado. En estos cuatro años, he coincidido con cuatro consejeras de Cultura y cinco ministros. Medio en broma medio en serio, digo que tenemos un gran dinamismo institucional en este país. Los primeros momentos eran más complicados porque el factor de la represión era muy evidente y, por tanto, no había acto cultural que no tuviera un componente en buena parte reivindicativo. Yo que estoy a favor de la autodeterminación, que soy soberanista pero no soy independentista, a veces me sentía más cómodo y a veces menos, dependiendo de las situaciones. La actividad cultural se ha conseguido mantener y mis relaciones con las consejeras de Cultura y los consejeros de Educación, independientemente de si eran de Junts o de ERC, han sido muy buenas, hemos encontrado los puntos de colaboración necesarios para salir adelante. Sí, a veces, he detectado, sobre todo en el ámbito de Cultura, que se ha puesto más énfasis en ‘la política’ que en ‘las políticas’; es decir, se ha puesto más énfasis en los elementos identitarios y simbólicos que en los factores más concretos, pero, en general, el entendimiento ha sido bueno.
¿Y con los ministros?
Al primer ministro, que era del Partido Popular, no lo llegué a conocer. Hablé con el secretario de Estado de Cultura. El siguiente duró muy pocos días. Con Pepe Guirao hubo muy buena relación. Nos entendimos muy bien. Con el siguiente ha sido un pequeño drama porque no ha habido manera de conectar con ellos. Me sentí un poco reconocido cuando El País tituló un resumen de su mandato “El ministerio de los asuntos pendientes”. Y con el actual, Miquel Iceta, que lleva muy pocos días, nos hemos encontrado en el homenaje a Juan Marsé y me ha parecido que tiene ganas de poner manos a la obra en muchos temas pendientes, por ejemplo el acuerdo de cocapitalidad de Barcelona y Madrid en materia cultural.

¿Con un gobierno en la Generalitat como el que hay en España, de socialistas y Unidas Podemos, funcionarían mejor Barcelona y Catalunya?
No es fácil responder así en general. Hay un punto que se está intentando ordenar que es el de la subfinanciación en Cultura. Cultura no llega al 1% del presupuesto de la Generalitat cuando todos los gobiernos subestatales están por encima del 2%. Es cierto que los gobiernos locales suelen gastar más en Cultura pero el de Barcelona está en el 6%. La inversión por habitante en Barcelona del Estado y la Generalitat en Cultura es muy baja. Si hubiese habido un gobierno de la Generalitat con quien hubiese tenido más proximidad habría insistido en este tema. Con la consejera actual, Natàlia Garriga, y también un poco con la anterior, Àngels Ponsa, ha habido un nivel de entendimiento y de reuniones bilaterales muy positivas que permitían tener una cierta esperanza. Los gobiernos de la Generalitat muchas veces cuando empiezan dicen que son municipalistas, pero luego no lo acaban de demostrar. Ya pasó con el gobierno tripartito, donde había muchos alcaldes pero se notó poco. Ahora, también, el gobierno actual ha querido poner de relieve que hay una gran presencia de personas con experiencia municipal. Pues, ¡a ver si se nota! En general, hay una subfinanciación de los gobiernos locales muy importante. El nivel de incumbencias de los gobiernos locales es mucho más alto que su nivel de competencias y esto requiere un cambio.
Los gobiernos de la Generalitat empiezan diciendo que son municipalistas pero luego no acaba de notarse
Como politólogo, ¿hacia dónde cree que evolucionará el debate sobre la independencia? Los indultos han aportado una cierta distensión en el debate. ¿Ve en el horizonte algún tipo de referéndum sobre el futuro de Cataluña?
Es difícil porque no depende sólo de nosotros. Depende también del Estado y de que nuestras demandas de reconocimiento sean entendidas desde Europa como un elemento de sentido común. No me parece que la línea que se siguió en 2017 sea la adecuada para llegar a este tipo de objetivo. Falta ver qué pasa con el Estado. En estos momentos hay un debate entre la España más centralista y la más periférica. El gobierno del PSOE necesita claramente tener un reconocimiento más claro en la España periférica y avanzar hacia una estructura más federal. Creo que es inevitable. Si se resolverá o no el problema del reconocimiento de Cataluña es otro tema. Los movimientos que está habiendo en Valencia, en las Islas Baleares, en el País Vasco, en Galicia… como se está intentando preparar el Congreso del PSOE y las alianzas que necesita el PSOE con esta periferia para hacer frente al embate del PP y de la derecha obligaría a ir hacia esa lógica. Hay que pensar como lo afronta Cataluña. En la conferencia de presidentes, nos encontramos con que desde Cataluña se habla de bilateralidad y desde el País Vasco se acepta ir a cambio de ciertas concesiones. Una lógica federal es una lógica multilateral, no bilateral, pero dentro de una lógica federal, como hay muchos modelos, puede haber reconocimientos bilaterales. En Canadá, que es un sistema federal, hay un reconocimiento específico de Quebec. Se pueden explorar estructuras federales con dinámicas que vayan desde Canadá a Bélgica, alejadas del federalismo más simétrico de Alemania. Esto permitiría avances. Entiendo la lógica de los independentistas que lo consideran insuficiente. Si tú te sitúas en la perspectiva de la creación de un estado propio, todo esto te parece una pérdida de tiempo. El debate de los próximos años se situará aquí. Se ha demostrado que la línea unilateral tiene los límites que tiene y la línea simplemente del ‘peix al cove‘ tiene los límites que tiene. Deberíamos ver qué posibilidades existen en medio. España debe reconocer que es un Estado plurinacional. Es impepinable que hay más de una nación y que esto se debe notar desde muchos puntos de vista: cultural, simbólico, identitario, lingüístico,… Mientras no exista este reconocimiento tendremos un problema.


