La expresión “negacionismo climático” se empezó a utilizar para hacer referencia a aquellas posiciones de personas, partidos, empresas…, que negaban lo que la ciencia nos decía sobre el cambio climático que estamos sufriendo y su responsabilidad humana. Hoy ya es muy difícil mantener este negacionismo y desde hace pocos años la mayoría de los partidos, por ejemplo, han pasado a hablar en nombre de la sostenibilidad. Otra cosa es lo que hagan y sus políticas.

No es la primera vez que ocurre y seguramente no será la última, es la historia del ganar la centralidad por parte de las ideas que vienen de los márgenes. Cuando la expansión de estas ideas parece imparable, cuando han llegado a la centralidad de ser compartidas por sectores sociales que nunca las habían asumido, quien se ha enfrentado fuertemente a ellas y no quiere cambiar intentará pervertirlas. Se hablará en nombre de estas ideas, pero no habrá coherencia con ellas en las actuaciones. Lo vemos claramente en el ámbito del ecologismo y la sostenibilidad.

Todo partido habla en nombre del ecologismo o la sostenibilidad, pero muy pocos asumen lo que implica hacerlo. No se puede hablar en nombre del ecologismo y la sostenibilidad y negar los informes del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) que nos piden urgentemente reducir emisiones. No podemos actuar políticamente negando esta realidad. Esto es negacionismo. Ya no se niega el cambio climático y la influencia humana, pero se niegan sus consecuencias. Se niega la realidad, se niegan los hechos. Podemos debatir las diferentes políticas posibles que podemos desarrollar, pero no podemos negar la realidad.

El viernes de la semana pasada se anunciaba el Premio Nobel de la Paz de este año y se concedía a dos periodistas: María Ressa y Dmitry Muratov. El reconocimiento ponía el foco en los países en los que desarrollan su tarea: Filipinas y Rusia. El Premio Nobel quería destacar la importancia del periodismo para hacer posible la democracia y la paz, era una defensa de la libertad de expresión. Pero no sólo, también reivindicaba el periodismo basado en hechos. Alguien quizás pensará que todo el periodismo está basado en hechos… ¿Qué es esto del periodismo basado en hechos? ¿Cuál es el periodismo que no se basa en hechos?

Una cita de Ressa nos puede ayudar a dimensionar la importancia de esta cuestión. Dice María Ressa: “Si puedes hacer que la gente crea que las mentiras son hechos, entonces la puedes controlarla”. Vivimos en unas sociedades en las que varios poderes (políticos, económicos, mediáticos…) tienen como objetivo que confundamos las mentiras con hechos, que las mentiras se conviertan hechos. Se intenta, incluso, crear realidades no basadas en hechos. Realidades creadas, mentirosas, ficticias, que no parten de realidades existentes. Ya no interesa analizar la realidad, se busca crear realidades ficticias.

En este contexto se debe entender la importancia de reivindicar un periodismo basado en hechos que se hace desde el Premio Nobel de la Paz. Tenemos la necesidad de analizar la realidad y no inventarla. Desde diferentes espacios de generación de comunicación (partidos, medios, empresas …) lo que se busca es lo contrario: crear realidades y convencer a la población para que las crea. Si lo consiguen, como dice Ressa, la mentira ha sustituido los hechos, a la realidad, a la verdad.

Se acaba de publicar una obra muy interesante para la gente preocupada por este mundo de las mentiras, los atacacs a la verdad, la desinformación, la voluntad de dominación… Bullshit: contra la charlatenia. Ser escéptico en un mundo basado en los datos (Capitan Swing 2021). Berstrom y Jevin D. West. Nos dicen como declaración de principios nada más comenzar: “Tenemos motivos de conciencia cívica para querer ayudar a la gente a descubrir y refutar el bullshit. No es una cuestión de ideología de izquierdas o de derechas; la gente de ambos lados del espectro político ha demostrado ser hábil en la creación y difusión de desinformación. (…) La democracia siempre se ha basado en un electorado con pensamiento crítico, pero esto nunca ha sido más importante que en la actual era…”.

Bullshit es una de esas palabras que puede querer decir muchas cosas, pero aquí se podría sustituir por: tonterías, mierdas, bulos, trolas, engaños, farsas, mierdas… Necesitamos decidir si queremos hechos o bullshit. Mentiras o verdades. Trabajar para hacer posible el pensamiento crítico o para limitarlo o directamente eliminarlo… Las disputas partidistas que nos inundan, y la política catalana es una buena muestra ello, acaban siendo entregadas con herramientas que nos conducen a estos escenarios tan preocupantes. Berstrom y West terminan su obra con esta reflexión: “El aumento de la información errónea y de la desinformación nos quita el sueño. Ninguna ley ni ningún nuevo artefacto de inteligencia artificial va a resolver el problema. Todos tenemos que estar un poco más alerta, ser un poco más reflexivos e ir con un poco más de cuidado cuando compartimos información. Y, de vez en cuando, tenemos que denunciar el bullshit que aparece ante nosotros”. La gravedad de la situación me hace dudar si con esto nos bastará, pero no sería mala cosa avanzar por este camino.

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