Los derechos de las personas LGTBI están en peligro en Hungría. El gobierno ultraderechista de Viktor Orbán ha elegido las personas LGTBI como objeto de sus ataques. El último episodio de la escalada homófoba es el anuncio de un referéndum sobre la ley anti-LGTBI impulsada por el gobierno. Durante un viaje organizado por el Ajuntament de Barcelona y el Consejo Municipal LGTBI en septiembre tuvimos la oportunidad de conocer de primera mano la situación de los derechos LGTBI en Hungría, encontrándonos con activistas en Budapest.

La LGTBIfobia del gobierno de Orbán -formado por su partido, Fidesz, y por el Partido Popular Democristiano húngaro- no es una consecuencia directa de una supuesta orientación conservadora de la sociedad húngara, como a menudo se percibe desde Europa occidental. Se trata más bien de una estrategia política, similar a la ofensiva racista y xenófoba que el gobierno desplegó durante la llamada “crisis de refugiados”, a partir de 2015. Ahora que las llegadas de solicitantes de asilo han disminuido drásticamente, Orbán ha tenido que buscar un nuevo enemigo: las personas LGTBI. La sobreactuación homófoba y transfóbica es utilizada como distracción para esconder los problemas reales que sufre el país.

La ofensiva LGTBIfóbica es discursiva y legislativa. Las continuas declaraciones discriminatorias del presidente tienen un efecto real en la vida de las personas, como nos cuenta Tamás Dombois, representante de la Red LGTBI de Hungría y de la asociación Hatt. Trans, lesbianas, gays y bisexuales se sienten menos seguros desde que el gobierno les empezó a señalar como un peligro para la moral pública o la juventud. De hecho la protección de la infancia ha sido la excusa elegida por el gobierno para aprobar su ley anti-LGTBI: Dombois nos cuenta que Fidesz aprovechó la tramitación de una ley contra la pederastia para introducir la norma que prohíbe hablar de diversidad sexual y de género en las escuelas, y restringe la venta de publicaciones y materiales con contenido LGTBI. Maestras y educadoras se encuentran en una situación de indefensión, con el riesgo de ser perseguidas legalmente por hacer su trabajo.

El miedo a la represión también se está extendiendo entre los activistas opuestos al gobierno. Miembros de una asociación de defensa de los derechos humanos nos contaban que su trabajo es cada día más arriesgado en Hungría. Una nueva norma obliga a registrarse en una lista gubernamental a las asociaciones con un determinado porcentaje de financiación extranjero (incluidos fondos europeos). Nadie sabe si el gobierno acabará utilizando esta lista como instrumento de represión contra las asociaciones y ONGs, pero la amenaza es suficiente para crear un clima de miedo.

¿Qué podemos hacer desde Europa occidental ante esta situación? Los “burócratas de Bruselas” o los gobiernos europeos que lo critican son los enemigos favoritos de Orbán, que comparte con otros líderes ultras de Europa central y oriental el discurso anti-Unión Europea. Por lo tanto, existe el riesgo de que las críticas desde fuera refuercen al gobierno húngaro, encantado de confirmar la existencia de una conspiración LGTBI-globalista contra su gobierno y su pueblo.

Ante este dilema, todos los activistas con los que hablamos en Budapest fueron claros: necesitan el apoyo internacional. Consideran que las críticas públicas al gobierno de Orban le duelen y sentir la solidaridad de otros movimientos sociales u organizaciones políticas es importante para el día a día de los que se enfrentan al régimen húngaro. También echan en falta un posicionamiento más claro del gobierno español contra las violaciones de los derechos del colectivo LGTBI en Hungría. Tanto en España como en otros países europeos, es necesario que se alcen más voces contra la extrema derecha húngara y sus aliados de la derecha tradicional.

El momento es crítico: en primavera del 2022 se celebrarán elecciones generales en Hungría. Por primera vez se ha formado una coalición de partidos muy diversos para intentar desalojar del poder a Viktor Orbán, tras una década. Si gana esta coalición, la gobernabilidad será difícil. Pero si vuelve a ganar Orbán, lo que queda de la democracia húngara estará en grave peligro y las vidas de las personas LGTBI serán cada día más difíciles.

El caso de Hungría nos recuerda algunas cosas interesantes sobre la extrema derecha. Primero, que partidos como Fidesz o Vox son actores políticos muy estratégicos. En España, Vox seguramente ya se ha dado cuenta de que la LGTBI-fobia no le dará muchos votos, por lo que moderarán su discurso ultraconservador en este ámbito… para reforzar el discurso racista y xenófobo. Lo contrario de lo que ha hecho Orbán; todo es cuestión de adaptarse al contexto. Segundo, que la extrema derecha es fuerte cuando la derecha supuestamente demócrata le da apoyo. Sin el Partido Popular húngaro, Orbán muy probablemente no tendría la mayoría necesaria para gobernar. Y sin las alianzas con el Partido Popular español, Vox no tendría el poder que tiene en comunidades autónomas y ayuntamientos. Los contextos son diferentes pero la amenaza es la misma: una extrema derecha que por mucho que se disfrace seguirá siendo anti-democrática y enemiga de los derechos fundamentales.

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