
Han pasado más de tres décadas desde que la Asamblea General de la Naciones Unidas adoptó el Documento dedicado al Desarme el 30 de junio de 1978. Desde entonces se han ido proclamando y otorgando algunos convenios internacionales para restringir, regular o eliminar el uso de determinadas armas, pero sigue habiendo mucho camino por recorrer, entre otras razones porque los grandes Estados fabricantes de armas no los ratifican o ratificándolos no los cumplen y porque sigue existiendo un comercio ilícito de armas a gran escala.
Según el estudio realizado por Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) durante el año 2020 y en plena pandemia el gasto militar mundial aumentó un 2’6% respecto al del año 2019, alcanzando una cifra estimada de 1,65 billones de Euros. Durante el año 2020 la carga militar mundial (gasto militar en proporción al PIB mundial) aumentó un 0’2% situándose en el 2’4%. Es decir, en plena crisis sanitaria, económica y social planetaria, los gastos vinculados a la guerra han seguido aumentando. Es cierto que en algunos pocos países se ha reducido algo la inversión militar, de hecho en España ha caído un 0’2% respecto al 2019, pero sigue alcanzando unas cifras desorbitadas de 14.464 millones de Euros equivalentes al 1’4% del PIB.
A todo ello, durante este año 2021 han continuado activos muchos conflictos bélicos en todo el planeta, especialmente en el África subsahariana. Resulta indignante que mientras a estos países no llegan las vacunas de la COVID, en cambio no cesa el envío de armas para alimentar a las facciones en guerra, armas que son vendidas por exportaciones realizadas desde empresas situadas en occidente por medio de “canales oficiales” y otras muchas a través de traficantes.
En medio de este contexto las Naciones Unidas invita a los Estados y también a la ciudadanía a trabajar por la paz en el marco de la “Semana del Desarme”. Está claro que los Estados no hacen todo lo que deberían hacer, pero y la sociedad civil y los individuos en particular, ¿qué podemos hacer? Como ciudadanos igual no tenemos mucha fuerza, pero no podemos resignarnos y debemos alzar nuestra voz individual y colectivamente. Existen campañas de sensibilización y defensa promovidas por distintas entidades. Igual podríamos informarnos e incluso participar en ellas.
A modo de ejemplo, ¿sabemos si nuestros ahorros depositados en una entidad financiera se están utilizando para financiar la industria del armamento? En este sentido es interesante la campaña “Banca Armada” promovida por varias organizaciones. Existen otras campañas. Busquemos e informémonos y actuemos.
Asimismo, ahora se van a discutir y aprobar en el Congreso los presupuestos del Estado. Exijamos a nuestros representantes la reducción del gasto militar y el aumento en sanidad, educación, cultura, justicia y otros ámbitos, entre ellos, la ayuda al desarrollo.


