Vuelve a ser 25N, día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Toca repasar los datos y explicar casos de mujeres supervivientes para denunciar esa lacra. Pero este día pasará y hasta que llegue el próximo, las violencias no dejarán de crecer. Sólo como dato: durante los primeros 12 meses desde que terminó el estado de alarma, en Catalunya hubo 345 casos de violencia de género. Un 24% más que el período anterior. Otro dato, este más reciente: las violaciones se han incrementado en un 44% en el último año. Esto significa que cada día se denuncian tres, pero seguramente se producen muchas más.
Si pensamos en violaciones, seguramente, nos vendrá a la cabeza la agresión a una chica de dieciséis años en Igualada la noche de la castañada. No hace ni un mes. La agresión fue muy violenta y la joven tuvo que ser hospitalizada en la UCI debido a la gravedad de sus heridas. La condena social a estos hechos no se hizo esperar: manifestaciones en todo el país y otras muestras de apoyo a la víctima que, al parecer -o al menos hasta que se inicie el procedimiento judicial- no tendrá que luchar para que se la crea. La condena fue tan unánime que en redes empezaron a llover tuits, afirmando que “hay que colgar a los violadores de la plaza del pueblo”.
Dejando a un lado la respuesta punitivista, este caso de la violación en Igualada fue muy mediático y la respuesta fue de apoyo. Pero, ¿por qué no existe la misma unanimidad en casos igual o más mediáticos, como podría ser el de Juana Rivas? Esta mujer, después de obtener la custodia de sus hijos, se los llevó de Italia, donde vivían junto a su padre, antes de separarse. Éste la denunció por llevarse a las criaturas y, aunque Rivas había denunciado a su ex pareja por malos tratos, la justicia dio la razón al padre. Los niños volvían con un presunto agresor y gran parte de la sociedad sólo podía ver a una mujer que había secuestrado a sus hijos.
Hacer uso de los niños -la llamada violencia vicaria- es una táctica más extendida cada vez en el ámbito de las violencias de género. Así lo constató el Colegio de Abogados de Barcelona, en una información que fue publicada por Catalunya Ràdio. ¿Por qué la sociedad acepta –cada vez más– la violencia de género que pasa por los golpes o la vejación sexual, pero no reconoce la violencia psicológica o vicaria? “Hemos llegado a un punto en el que cualquier agresión que implique violencia física es condenada, pero las agresiones más sutiles como los comentarios o las discriminaciones no son tan denunciadas porque existe un pacto entre caballeros. A un hombre le cuesta más pararle los pies a un amigo porque eso le significaría y pondría en duda su masculinidad”, apunta Raquel Gómez, psicóloga del Espai Lila del Centro Joven de Atención a las Sexualidades (CJAS).
Pongamos el foco donde toca
La lucha feminista ha hecho mucho por la deconstrucción de la sociedad en los últimos años, pero todavía existen fallas en el discurso, tales como las que nos llevan a poner más el foco en la víctima que en el agresor. Si volvemos a los casos anteriores, se ha hablado mucho de si Juana Rivas hizo bien o no y de la demanda que tenía interpuesta por llevarse a sus hijos, pero poco se habló de que su ex pareja también tenía una denuncia por malos tratos. Y en los casos de violación ocurre lo mismo: de la joven de Igualada sabemos si era o no buena estudiante, su edad, que salió de fiesta y salió de la discoteca con un chico. Pero lo importante no es esto: “explicando todos estos detalles y dando ese enfoque, lo único que hacemos es reforzar la narrativa patriarcal. Si ponemos el foco en la víctima y la tratamos como un caso aislado, obviamos que la violencia de género es un mal sistémico y estructural”, asegura Gómez.
Explicando así la violencia machista, gana el discurso del miedo. “Yo me esfuerzo por no pensar en ello. Me visto como quiero y me emborracho hasta que me apetece y tengo muy claro que esto no es motivo para que me pase nada. Pero después me descubro tapándome el escote si vuelvo sola a casa o pidiendo a mis amigas que me avisen cuando lleguen”, explica Vanessa. Tiene 35 años y asegura que “el miedo no se pasa nunca. Aunque nunca me hayan violado ni agredido por ser mujer, el sufrimiento también es violencia machista”, asegura. Dice que nunca ha sido agredida, pero pasados unos pocos segundos de afirmarlo, rectifica y dice: “¿cómo que no? Claro que he sido agredida.¡Cada vez que me han tocado el culo por la calle o de fiesta, me han agredido!”.
Vanessa utiliza la expresión “cada vez” y no “aquella vez que”, porque efectivamente las violencias contra las mujeres en la calle son reiteradas. Así lo demuestra el estudio realizado por Safer Cities for Girls, que preguntó a varias chicas de entre 15 y 25 años de Barcelona, Sevilla y Madrid, sobre sus experiencias. El 84% de las jóvenes barcelonesas preguntadas se reconoció como víctima de acoso y el 15% relataron experiencias que implicaban contacto físico. Pero no hace falta que haya tocamientos para que una agresión sea grave o tenga un impacto emocional en una mujer. Y es que existen agresiones verbales o basadas en la actitud que pueden ser igual de nocivas que un tocamiento de culo.“Un hombre estaba masturbándose mientras nos miraba a mi amiga de 15 años y a mí”, relató una joven en el estudio.
La lógica dictaría que lo importante no es qué hacía aquella chica, sino que había un hombre masturbándose. La lógica dicta, pues, que en lugar de hablar de las víctimas, debemos hablar más de los agresores. “Debemos empezar a trabajar las masculinidades. Estoy convencida de que, para que el feminismo consiga la transformación social, debe interpelar a los hombres”, aseguró en una entrevista a este medio Laura Pérez Castaño, teniente de alcaldía y directora del área de Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona. De hecho, por este motivo el consistorio ha estrenado este año el servicio Plural, un espacio dedicado a hombres que quieren deconstruir sus masculinidades y trabajarse en caso de que hayan cometido agresiones.
Violencias invisibles
“Hay narrativas y violencias más invisibles que sustentan el sistema patriarcal y hacen posible que se den otras agresiones más brutales”, asegura la psicóloga. “Creemos que castigando al violador se acaba el problema, pero el daño es sistémico”, añade. Así, contabilizar las violencias machistas no es sólo ir a mirar los datos: para empezar, porque hay muchas agresiones que, por miedo, no se denuncian. Y también porque hay otras muchas violencias que, a pesar de no estar recogidas en el código penal, también son violencias. “Gaslighting, mansplaining, sexting…”. Vanessa enumera un montón de anglicismos que relatan experiencias de violencia vividas de forma cotidiana.
El Gaslighting, por ejemplo, que consiste en manipular a la víctima hasta el punto de que dude de su percepción, juicio o memoria. “La ubicamos mucho en el mundo de la pareja, pero mis jefes o amigos me lo hacen. Seguramente no quieren dañarme, simplemente es que no quieren reconocer que se han equivocado. Pero lo cierto es que me lo hacen a mí, pero a otro hombre no se lo hacen”, explica la joven. Estos maltratos acaban teniendo una huella fuerte en la vida de las mujeres, desde lo más imperceptible a lo evidente. “Un día me puse a llorar y pasé la noche sin dormir por entregar un informe para el trabajo, pensando que no daba la talla. Pero resultó que, no sólo estaba bien, sino que me acabaron felicitando”, dice Vanessa, explicando un claro ejemplo del síndrome de la impostora.
? Aquests són els vulcanòlegs que hem entrevistat aquesta setmana a @plantabaixatv3. Tots sis, eminències, i divulgadors excel·lents. N’hem après moltes coses. Però… us crida l’atenció alguna cosa?
Efectivament, tots són homes. Per què? ?? FIL pic.twitter.com/Cwe38zcadS
— Xavi Rossinyol (@XaviRossinyol) September 23, 2021
Ésta es una consecuencia de las violencias vividas por las mujeres y que se traduce en que no se sientan válidas ni merecedoras de ocupar espacios de decisión o de repercusión pública. Así lo explicaba el periodista Xavier Rossinyol en un hilo de Twitter, en el que exponía la dificultad para encontrar vulcanólogas que opinaran sobre el volcán de La Palma. “No me veo con fuerzas de intervenir en directo en televisión, diría cosas que no tocan, no quiero hacer predicciones. Mis compañeras te dirán lo mismo”, dijo una de las expertas que, según el periodista, “tenía un currículo excelente”.
Así pues, el 25N va mucho más allá de la lucha por evitar la violencia física, las violaciones, la misoginia, las agresiones y palizas a mujeres cis, lesbianas y trans por el simple hecho de ser mujeres. El 25N va de erradicar todas las violencias, las que se ven y las que no. De dejar de poner el foco en que han violado a una chica porque salió de fiesta; de que los hombres sean capaces de detener a un amigo que hace un comentario fuera de lugar y va de que este hombre no sea vejado por no seguir una masculinidad no normativa; va de que Vanessa salga de casa sin tener que taparse el escote; va de que nos pregunten más y de que digamos que sí. El 25N debería dejar de ser la excusa para hablar de violencias sólo durante el 25N y aprender que no sólo duelen los golpes.


