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Apenas estas Navidades hace setenta años que se quemó a Papá Noel en la catedral de Dijon, en Francia. El domingo anterior al día de Navidad, el 23 de diciembre de 1951, una manifestación terminó con una figura de Papá Noel colgado de las rejas de la catedral y quemado en el atrio.

Parte de la comunidad católica y protestante estaba preocupada por la creciente importancia que estaba adquiriendo esta figura en las Navidades de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Lo veían como una muestra de la paganización de unas celebraciones que debían tener otro sentido. Criticaban también que Papá Noel se estaba introduciendo en las escuelas, donde no podía hacerlo el pesebre por el laicismo que impide testigos religiosos.

El antropólogo Claude Lévi-Strauss a partir de este episodio de Dijon escribió un artículo muy interesante para aproximarnos a las tradiciones, sus orígenes, sus evoluciones…Una de las canciones más populares en Francia es el ” Pequeño papá Navidad” de Tino Rossi. Una canción de 1946 que toda la gente mayor y pequeña conoce, que se canta en la escuela y no deja de sonar.

Por otra parte, en las escuelas no suelen cantar canciones religiosas, nuestros villancicos surgidos de las tradiciones religiosas… La vuelta vuelve y vuelve pidiendo a Papá Noel que no se olvide de su zapato cuando baje del cielo con miles de juguetes…

Petit Papa Noël / Quand tu descendras du ciel / Avec des jouets par milliers / N’oublies pas mon petit soulier

Ahora no quemamos a Papá Noel en la catedral, ni está tan presente esta disputa contra la paganización de Navidad. La mezcla de las tradiciones se ha hecho tan intensa que ya nos cuesta distinguir de dónde viene cada cosa y buena parte de la población acaba viviendo varias simultáneamente de diferentes maneras… Una de las tradiciones inventadas, todas lo son, que se ha impuesto es la del consumismo. Este período de fiestas se fundamenta en comprar y comprar, y cada elemento nuevo que incorporamos lo refuerza: Black Friday, Cyber ​​Monday… Papá Noel, Tió, Reyes Magos, Olentzero, San Nicolás, todas estas figuras pueden utilizarse en nombre del consumismo. El problema no son las tradiciones, religiosas o paganas; el problema es el consumismo.

Al consumismo le cuesta vivir sin los relatos que ayudan a su aceptación. Conviene que intentemos separarlo, que busquemos la manera de escindir el consumismo de esos valores, ideas y principios que parasita. El consumismo, el consumo por encima de nuestras posibilidades de los recursos que hacen posible la vida en el planeta, del propio planeta, es uno de los grandes retos a los que debemos hacer frente. Un reto que cada vez conocemos mejor, que cada vez hay más gente que está asumiendo.

Un reto que debe formar parte de todo lo que hacemos cotidianamente, individualmente y como sociedad. Ahora se trata de que el consumismo no siga parasitando los necesarios principios y valores de la sostenibilidad. Aeropuertos verdes, aviones verdes, coches verdes… La sostenibilidad no pasa por otro camino que hacer menos y mejor. Aprender a vivir mejor con menos.

Quizás este año 2021 que ahora acaba será el momento histórico en el que más personas lo saben; ahora toca hacerlo. Un año que termina y en el que hemos conocido mejor la pandemia que sufrimos desde hace casi dos años. Una pandemia que nos ayuda también a conocernos mejor. Una pandemia que es una gran disrupción y que desde el principio hay quien ha querido intentar aprovechar para que pensáramos sobre nuestras vidas.

Las vidas que nos habían llevado hasta la pandemia (desforestación, contacto con nuevas enfermedades, debilitación de los sistemas sanitarios, menoscabo de los cuidados…) y que si eran parte del problema no deberían ser parte de la solución. Sabemos que la pandemia afecta a todo el planeta, que nos iguala porque todo el mundo puede sufrirla, pero que agudiza las desigualdades ya existentes y eso todavía nos hace ser más desiguales.

Sabemos que la pandemia necesita una vacunación global, pero no lo hacemos. Sabemos que hay elementos esenciales para la vida que debemos garantizar, pero no lo hacemos. Sabemos que debemos conseguir hacer llegar las vacunas a todos los países, salvan vidas. La ciencia nos lo ha enseñado. Sabemos que necesitamos garantizar los ingresos que las personas necesitan para vivir, garantizar el derecho a la vivienda…

Nos lo dicen desde sindicatos, desde los movimientos sociales, lo reconocen los gobiernos, pero no lo hacemos lo suficiente. Sabemos que necesitamos un sistema sanitario que no se sature y pueda dar respuesta a las emergencias médicas que vivimos… Nos lo dicen desde los centros hospitalarios y de salud, los gobiernos lo reconocen, la movilización social lo reivindica, pero no lo hacemos lo suficiente. Termina 2021 como el año en el que seguramente tenemos mayor grado de conocimiento y conciencia de los males que sufrimos y de lo que habría que hacer para resolverlos. Probablemente a lo largo de la historia nunca ha habido tanta gente con una conciencia ecologista, feminista, con voluntad de garantizar derechos socioeconómicos…

Pero el consumismo y todo lo que le da vida no es ecologista, ni feminista, ni quiere garantizar derechos, sólo parásita estos principios y valores para seguir viviendo. Una mirada optimista debe permitirnos encarar el nuevo año aprovechando este potencial. Quemar a Papá Noel no fue solución de nada, ni lo será. Encontraremos el camino profundizando en el conocimiento, los valores y los principios que garantizan la sostenibilidad, la igualdad en la diversidad, las condiciones materiales de vida, nuestras libertades… Encontraremos el camino profundizando en la coherencia entre lo que queremos ser y lo que hacemos.

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