Tina Ureña es trabajadora social y jefa del área de Rehabilitación del Centro de Psicoterapia de Barcelona-Serveis Salut Mental. Tenía sólo 21 años cuando empezó a trabajar allí y ahora, 40 años después, ha sido galardonada con el premio Medalla de Oro en la categoría de Significación del Trabajo Social que otorga el Colegio Oficial de Trabajo Social de Catalunya, en reconocimiento a su trabajo. «Me ha hecho mucha ilusión. El trabajo social es una profesión muy viva y dinámica y yo he tenido la gran suerte de que he podido trabajar en muy diversos ámbitos», explica Ureña. Aunque actualmente trabaje en el ámbito directivo, sigue muy vinculada a la primera línea y a los proyectos comunitarios de la organización. Considera que el trabajo social es esencial para garantizar una mirada integral a la atención a la salud de las personas. «Ahora está muy de moda decir que debemos poner a las personas en el centro. En el trabajo social esto lo hemos hecho toda la vida. No puedes hacer de trabajadora social si en el centro no hay la persona y su entorno», destaca.

Desde CPB Serveis Salut Mental prestan servicios especializados de atención integral en el ámbito de la Salud Mental comunitaria. ¿Qué significa exactamente esto? ¿Qué supone este modelo de atención integral?

La atención integral significa que, ante una persona con un trastorno mental y su familia, existe una forma de abordaje que contempla todas las vertientes y dimensiones que tienen que ver con la enfermedad y con la persona enferma. Desde un punto de vista más clínico, prestamos la atención médica psicológica y social que necesita la persona, pero también trabajamos con ella las consecuencias y repercusiones de la enfermedad y cómo podemos favorecer un proyecto de vida que le permita salir adelante. Es decir, intentamos no quedarnos sólo con los aspectos que tienen que ver con la enfermedad, que son muy importantes (un buen tratamiento, medicación adecuada, psicoterapia…), sino también cómo podemos hacer que una persona con un trastorno mental pueda llevar la vida lo más placentera y funcional posible en función de su situación y que su enfermedad la limite lo menos posible. Intentamos trabajar, pues, cuál será su proyecto de vida, cómo será el proceso de alta, cómo se hará el relevo terapéutico, qué actividades comunitarias podremos activar para que la persona se pueda beneficiar…

Tenemos servicios muy diferentes que van desde la hospitalización, la atención ambulatoria, la prevención de la conducta suicida, la intervención en crisis… también tenemos equipos de atención en el domicilio y cinco servicios de rehabilitación psicosocial, entre otros. Tenemos, pues, diferentes servicios que nos permiten trabajar todas las dimensiones de la persona que atendemos. Partimos de una filosofía asistencial que es de fundamento comunitario, porque entendemos que las personas vivimos en comunidad y que, por tanto, hay respuestas asistenciales que también debemos encontrarlas en la misma comunidad.

¿Qué importancia tiene el entorno comunitario en la salud de las personas?

Es muy importante. Muchas veces, lo que da significado a la vida de una persona tiene que ver con los roles significativos que desarrolla en su vida. Puede que trabajes de algo que no te gusta nada y que lo que te llene sea, por ejemplo, ser voluntario en alguna entidad o participar en el movimiento asociativo. La inserción social y comunitaria de las personas que sufren un trastorno de salud mental es fundamental. Buscar los roles significativos que llenan su vida. Desde los servicios de rehabilitación trabajamos en proyectos comunitarios muy bonitos. Tenemos el proyecto “Cuinetes”, donde se elabora comida a partir de excedente alimentario y se reparte en el barrio, un proyecto de pasear perros de los abuelos que no pueden cuidar de los animales, huertos comunitarios… llevamos a cabo iniciativas muy diversas.

Además, estamos colaborando con institutos haciendo sensibilización en la lucha contra el estigma en las enfermedades mentales. Hemos trabajado mucho en la línea del paciente experto: cuando tienes una enfermedad, llega un punto que eres muy experto en el que te ocurre y la transmisión de los aprendizajes es muy interesante y llega a la gente joven con mucha facilidad.

Las personas vivimos en comunidad y, por tanto, hay respuestas asistenciales que también debemos encontrarlas en la misma comunidad.

¿Cuál es la importancia del trabajo social en la atención a la salud mental?

Es fundamental para mí, en el sentido de que el trabajo social, de base, garantiza una mirada integral. El trabajo social no ve a una persona enferma, ve a una persona con un trastorno y con un contexto determinado. Esta capacidad de realizar un análisis de cómo vive y cómo se siente la persona, qué le limita la vida, qué apoyos tiene, qué oportunidades le da la comunidad, qué recursos se pueden activar que ayuden a la persona… esta mirada global, viendo a la persona y cómo interactúa con su entorno, es muy importante. La mirada del trabajo social va más allá del diagnóstico. Nosotros estamos muy impregnados de nuestro entorno, de nuestra familia, de nuestros amigos, de sus compañeros de trabajo, de nuestros miedos, inseguridades… son todo un conjunto de cosas a tener en cuenta. Las personas no son esquizofrénicas, tienen esquizofrenia. Y, quizá, esa persona que tiene esquizofrenia es padre de familia, vecino de una escalera, en su momento quería ser médico, tiene unos amigos, una familia… las personas somos un montón de cosas.

¿Trabajáis en red con otras entidades y servicios de salud mental?

Sí, trabajamos de forma muy estrecha. Normalmente, los pacientes vienen derivados de los centros de salud mental, hospitales de día y, en general, de la red de salud mental. Habitualmente, siguen manteniendo el tratamiento en su centro y nosotros, nos ocupamos de toda la vertiente más social y, desde el servicio de rehabilitación, de su proyecto de vida. Es, por tanto, un tratamiento complementario, e intentamos que los planes de trabajo estén articulados. No sólo nos coordinamos, sino que trabajamos en red y compartimos los objetivos de trabajo. Nos ponemos de acuerdo en ver que haremos nosotros desde aquí y qué se hará desde el otro centro u hospital. Tenemos un perfil de pacientes muy diverso y, en función de su situación, vemos de qué servicios se beneficiará. Tenemos pacientes con un nivel de disfuncionalidad muy alta, con los que trabajamos que el proceso de cronificación de la enfermedad no vaya tan rápidamente, que no tengan crisis y puedan mantenerse lo más estables posible. Otros tienen una estancia más corta. Depende mucho del caso.

¿Atendéis a personas con adicciones? ¿Qué dificultades añadidas tiene tener problemas de salud mental y adicciones a la vez?

Sí, atendemos a personas con patología dual. Si se trata de una persona que tiene un trastorno de salud mental y el consumo de tóxicos altera mucho el funcionamiento del día a día, pedimos primero que pase por un tratamiento para desintoxicarse, pero si el consumo es activo, pero secundario y no interfiere tanto, es un aspecto más que intentamos trabajar, a veces conjuntamente con la red de toxicomanías. Evidentemente, el consumo de tóxicos le añade complejidad al trastorno de salud mental. Cuanto más aspectos se añaden, más difícil es tratar un trastorno de salud mental. Por ejemplo, si la persona tiene otras enfermedades, problemas económicos o de vivienda, si no tiene buen apoyo familiar… son muchas las variables que interfieren.

El trabajo social no ve a una persona enferma, ve a una persona con un trastorno y con un contexto determinado.

¿Qué papel juega la prevención y detección precoz en la atención integral de los trastornos de salud mental?

Es fundamental. Lo que ocurre es que siempre la prevención es como el hermano pobre de las estructuras. El ámbito asistencial, el día a día, se come todo, y no queda espacio para la prevención. Pero yo creo que la pandemia nos ha dado una considerable lección en este sentido. Los problemas de salud mental han aumentado exponencialmente a raíz de la pandemia, especialmente en el caso de los jóvenes, en los que los datos de malestar, suicidios y autolesiones son estremecedores. Aquí debemos incidir. Entre todos, debemos poder hacer entornos comunitarios más saludables, hacer que las personas sean más resilientes. Vivimos un contexto muy complicado: la pandemia, la crisis económica, la precariedad y el paro juvenil, la emergencia climática y ahora la guerra de Ucrania, con todas sus consecuencias económicas. El mundo nos come y aquí tenemos trabajo no sólo los trabajadores sociales y los sanitarios, sino las familias, las escuelas, los institutos… hay trabajo para todos. Y los políticos deben ponerse las pilas también. Se ha realizado una inyección de dinero importante para crear nuevos servicios de atención a la salud mental. Pero también es cierto que hay muchos recursos en las grandes ciudades, pero están mal repartidos por todo el territorio. Se han hecho acciones, y más que tendrán que hacerse.

¿Cree que la pandemia ha hecho que se normalice más el hecho de hablar sobre salud mental?

La pandemia ha puesto sobre la mesa nuestra vulnerabilidad. La desesperanza, la incertidumbre, el miedo a lo que va a pasar… nos ha provocado un fuerte nivel de sufrimiento emocional. Con la pandemia hemos vivido una serie de situaciones a las que no estamos acostumbrados. La capacidad adaptativa de cada uno es diferente y hay gente que se ha adaptado y otra que se ha desbordado por completo. En las personas que tenían problemas de salud mental de base, estos problemas se han visto agravados. La pandemia nos ha hecho ver que somos muy vulnerables y debemos invertir en crear estructuras sociales más saludables. Creo que sí se ha normalizado el hecho de hablar de salud mental, pero creo que el estigma hacia las enfermedades mentales como tales sigue existiendo. También es cierto que, aunque la normalización del sufrimiento emocional ha llevado a romper algunos tabúes, a veces se han banalizado estos problemas de salud mental. Hemos incorporado el lenguaje de la psicología o la psiquiatría. Por ejemplo, muchas personas dicen «tengo ansiedad», «hoy estoy bipolar» o «estoy paranoico» y, en ocasiones, esto es poco respetuoso hacia las personas que realmente tienen dificultades. Tampoco podemos responder todo desde la salud mental: debemos intentar que haya cierta capacidad de análisis personal, ser más críticos y resilientes.

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