Miquel Ramos (València, 1979) es una de aquellas voces destacadas cuando se habla de extrema derecha y antifascismo. El periodista hace años que estudia los movimientos neonazis y la proliferación de los discursos de odio, así como todas aquellas agrupaciones que se oponen y luchan en contra. El antifascismo, según recuerda Ramos, tiene muchas caras y no solo la de los jóvenes que salen a la calle a ejercer la autodefensa o que protagonizan imágenes en los telediarios sobre enfrentamientos violentos. Antifascismo también son las asambleas de barrio o la educación. “Antifascismo es un pacto de mínimos”, dice el periodista, que dedica a este movimiento de resistencia el libro Antifascistas (Capitán Swing, 2022).

La mayor parte de la población conoce el antifascismo a raíz de las noticias en la televisión, que muestran disturbios o acciones en la calle. Pero el antifascismo va mucho más allá. ¿Qué es?

En el libro retrato varias formas de combatir la extrema derecha en los escenarios en que esta se siente fuerte y, por eso, pienso que es importante entender el antifascismo como un consenso de mínimos en materia de derechos humanos y valores democráticos que están amenazados por la existencia de la extrema derecha. Pero, desgraciadamente, hay una estigmatización y caricaturización del antifascismo, como si fuera una tribu urbana o cosa de cuatro jóvenes que se manifiestan en la calle, que el poder y los medios de comunicación han reproducido de manera obscena durante mucho de tiempo.

Por eso, el libro da voz a toda la gente que ha construido antifascismo desde diferentes lugares y momentos de los últimos treinta años. Pienso que es importante ver el antifascismo de Violeta Friedman, superviviente del holocausto que se enfrentó a criminales de guerra nazis, de Xavier Vinader desde el periodismo o de los movimientos sociales de barrio, que crean comunidad. Y, también, el de la gente que está en la calle, confrontando la extrema derecha cuando ha sido violenta.

“Hay una estigmatización y caricaturización del antifascismo, como si fuera una tribu urbana o cosa de cuatro jóvenes” | Pol Rius

Si el antifascismo es un pacto de mínimos, quizás hay mucha gente que lo desprecia, pero en el fondo es antifascista

Hay gente que comparte este pacto, pero aquí se ha estigmatizado mucho la palabra antifa. En otros países incluso gente conservadora se declara antifascista. En el estado español cuesta más, a pesar de que parece que, poco a poco, con la llegada de la extrema derecha a las instituciones, mucha gente ha empezado a asumir que ser antifa no es solo ir a una mani a confrontar un grupo neonazi, sino una lucha en varios ámbitos para vallar el paso a la infección del odio.

En otros países incluso gente conservadora se declara antifascista

Cuesta mucho imaginar el PSOE definiéndose antifa

Pero Angela Merkel sí que lo hace

¿Cuál es la diferencia?

La cultura antifascista y la idiosincrasia del estado español. Aquí el fascismo no fue derrotado ni soterrado con Franco. Hubo una transición de un régimen a otro, pero se conservaron estructuras y dinámicas, por ejemplo, en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE), la judicatura, fuerzas armadas, etc. Esta herencia la continuamos viendo también en las familias que se enriquecieron durante el franquismo, que son las que continúan ostentando un poder que no se presenta a las elecciones, pero que seguramente manda más que los políticos.

¿Decir que eres antifascista en el estado español quiere decir estar en contra del régimen del 78?

Como mínimo tendría que suponer una revisión crítica de la Transición, sobre todo por parte de las nuevas generaciones, que no la vivieron. Porque la Transición pacífica y de concordia que nos vendieron es falsa, sobre todo si vemos que en 2022 todavía tenemos cuerpos soterrados en las cunetas o que, cuando por fin sacan a Franco del Valle de los Caídos, se le hacen honores de estado. Nos tenemos que cuestionar que la Transición no hizo los deberes y abrió la puerta a que el fascismo continuara vivo.

La Transición pacífica y de concordia que nos vendieron es falsa, sobre todo si vemos que en 2022 todavía tenemos cuerpos soterrados en las cunetas

Al principio, podemos encontrar un fascismo muy nostálgico de Franco. ¿Cómo ha ido cambiando?

Cuando muere el dictador, la mayoría de grupos de extrema derecha que lo sobreviven son nostálgicos y algunos, incluso muy entrada la democracia, deciden continuar ejerciendo la violencia y el terrorismo como el Frente de la Juventud y grupos armados parapoliciales amparados por el estado, porque obviamente en las FCSE no hubo depuración. Esta rémora del franquismo llega a finales de los 80 con las modas juveniles, los skinheads o el fútbol, con grupos que estaban al margen del régimen como CEDADE y una nueva militancia neofascista que tiene mucha presencia en la calle de forma violenta.

Hablamos de una generación de jóvenes de extrema derecha que no se ha criado en dictadura, que se desarrolla en una democracia muy nueva y que es la que pone las bases de la extrema derecha que podemos conocer hoy. De aquí salen grupos muy violentos y, a la vez, los primeros intentos de “democratización” en forma de partido político a imagen del Frente Nacional francés. Posiblemente, el que tuvo más éxito fue Plataforma per Catalunya, que llegó a sacar 67 regidores con un discurso islamófobo y antiinmigración, consiguiendo arrastrar gente que no se consideraba de extrema derecha.

Después de esto, hay una transformación, sobre todo a raíz del gobierno de Zapatero, con una ofensiva brutal de una extrema derecha que, hasta entonces, estaba insertada dentro del PP, que había sido la casa común de todas las derechas. Esta escisión se da en 2005, cuando empiezan a acusar el PP de “derechita cobarde”, porque no revierte políticas “progresistas” como la ley del aborto, el matrimonio igualitario o la memoria histórica. Esto acaba cristalizando en la irrupción de VOX en 2013 y con su entrada a las instituciones en 2018.

“Hablamos de una generación de jóvenes de extrema derecha que no se ha criado en dictadura, que se desarrolla en una democracia muy nueva y que es la que pone las bases de la extrema derecha que podemos conocer hoy” | Pol Rius

¿Por qué tarda tanto a aparecer un partido como VOX en España, cuando en el resto de Europa ya había muchos?

Porque el PP había sabido contener muy bien el sector ultra y porque las opciones que había a su derecha eran extremadamente cutres. También hay que entender que, durante la crisis del 2008, que habría sido un terreno muy fértil para la extrema derecha, hubo un contrapeso brutal de los movimientos sociales de la izquierda, con el 15M y las primeras plataformas contra los desahucios.

El discurso social puede hacer que la extrema derecha gane peso. Lo vimos en Grecia o con Hogar Social Madrid, ocupando una narrativa que parecía reservada por las izquierdas, pero en la cual el fascismo encuentra un nicho

La extrema derecha siempre ha copiado a las izquierdas, desde el falangismo y el discurso obrerista, arrebatando el rojo y negro. Después de mayo del 68 se dan cuenta de que hay una hegemonía de ideas progresistas y empieza a armarse un sentido común alrededor de la igualdad y los derechos de determinados colectivos. Así que la extrema derecha reflexiona, leyendo a la izquierda desde Marx a Gramsci, para entender cómo han establecido este sentido común. Esto llega aquí a finales de la primera década de los 2000, con el surgimiento de movimientos sociales que tratan de arrebatar las banderas sociales a la izquierda con discursos sociales, pero excluyentes. El chovinismo del bienestar, que se llama. Establecen el discurso de la competencia por los recursos públicos, que la culpa de la precariedad no es del capitalismo, sino del hecho que se subvencione el feminismo o la migración.

Que la extrema derecha se apropie de reivindicaciones populares lleva a contradicciones como la que se vivió con la parada de transportistas, que estuvo gestionada por la extrema derecha.

La extrema derecha aprovecha todas las quiebras de la izquierda. Cuando hay un gobierno que se llama progresista, pero no articula políticas para solucionar los problemas de la clase trabajadora, es posible que la extrema derecha, con una máscara social, trate de reapropiarse de las reclamaciones de los trabajadores e instrumentalice algunas causas que, a pesar de que son legítimas, no se corresponden con el programa económico de la extrema derecha, que es profundamente neoliberal. Si, ante hechos como este, la izquierda solo es capaz de denunciar que detrás hay un movimiento ultra, los está regalando, porque la gente piensa que defienden su pan y calidad de vida. Entonces creen que aquello quiere decir ser de extrema derecha.

“La extrema derecha siempre ha copiado a las izquierdas, desde el falangismo y el discurso obrerista, arrebatando el rojo y negro” | Pol Rius

Es cierto que se desvirtúa el término y se blanquea, pero ¿crees también que usamos el término “fascismo” demasiado a la ligera?

El éxito de la extrema derecha consiste en conseguir copar parte de este sentido común que decíamos antes e infectarlo con sus valores y creencias. Así, vemos que gente que no se considera de extrema derecha, tiene discursos racistas y securitistas. Pero es cierto que también hay cierta tendencia, muy peligrosa, a poner la etiqueta de extrema derecha a cualquier cosa que no nos gusta. Y esto acaba llevando al discurso de que fascismo y antifascismo son las dos caras de la misma moneda. Es igual de absurdo que poner al mismo nivel feminismo y machismo, pero es un discurso que funciona.

A menudo, cuando se dice aquello de los “extremos se tocan” es a raíz de momentos en que se ha usado la violencia para combatir la extrema derecha. ¿Es legítima esta violencia?

El debate sobre el uso de la violencia es constante a lo largo del libro; no es justo juzgar a tiempo pasado y desde una posición cómoda aquello que hicieron determinadas personas, en determinado momento y por determinadas razones. Si bien es cierto que la violencia no tiene que ser la respuesta a cualquier conflicto político, también lo es que ante la inacción y la complicidad institucional, hubo gente que decidió hacer frente, a pesar de tener que usar la violencia. Las conclusiones las tiene que sacar el lector, pero hay una cosa innegable: en algunos momentos la autodefensa, digámosle violencia, ha sido lo único que ha parado a la extrema derecha. Esto no implica que a toda se la haya o se la pueda vencer con violencia; por ejemplo, no puedes acabar con un partido con representación en las instituciones con violencia, pero cuando, en los 90, tenías una pandilla de neonazis que cada fin de semana salía a asesinar, se tomaron decisiones que seguramente no se querían tener que tomar.

Si bien es cierto que la violencia no tiene que ser la respuesta a cualquier conflicto político, también lo es que ante la inacción y la complicidad institucional, hubo gente que decidió hacer frente, a pesar de tener que usar la violencia

Apuntas que la policía es connivente con la extrema derecha a causa de una depuración que no se llevó a cabo. ¿Cómo propondrías hacerla?

Desactivando cualquier tipo de exaltación o discursos de odio. Otros países son muy contundentes con esto: en Alemania se han desmantelado unidades militares enteras porque se ha detectado banalización del nazismo. Yo he denunciado casos de policías en el estado español reivindicando la violencia y la crueldad, celebrando haber sacado ojos en las manifestaciones en Barcelona y no ha pasado nada. Quién me lo pasó fueron otros policías, que son demócratas, que tienen miedo a denunciar e, incluso, de alertar a sus supervisores, porque nunca se sabe quién es de la cuerda. Y esto el Ministerio de Interior lo sabe.

“en Alemania se han desmantelado unidades militares enteras porque se ha detectado banalización del nazismo” | Pol Rius

¿Cómo crees que tendríamos que tratar la extrema derecha desde los medios de comunicación?

Los medios no han estado a la altura, a excepción de algunos periodistas que sí han detectado el problema desde hace mucho de tiempo y lo han denunciado, pero otros muchos se escudan en la equidistancia, como si los periodistas fueran seres de luz que ven la realidad desde una nube y hacen de notarios de la realidad. Lo que hemos visto con la llegada de la extrema derecha a las instituciones es que se la ha considerado una voz respetable más. Pero es que da muchas visitas: la extrema derecha lo sabe y juega con esto. Y no solo en los medios, sino también en las redes sociales, donde la gente que se opone, reproduce su mensaje para criticarlo. Por eso la extrema derecha juega a provocar y así se amplifica su mensaje. Porque la hayan votado millones de personas no significa que su discurso sea legítimo. El deber del periodista es desenmascarar las mentiras con las cuales la extrema derecha difunde el odio.

Analizar y explicar la extrema derecha es complejo. Lo hemos visto con Ucrania y con la influencia que ha tenido el batallón Azov a la hora de marcar el discurso sobre el conflicto

En Ucrania había un problema con la extrema derecha de hace muchos años. La guerra y el relato del Kremlin, que habla de desnazificación, ha hecho que muchos intenten interpretar el conflicto desde un punto de vista político cuando es una invasión por motivos geopolíticos. El objetivo no es desnazificar nada, pero ha impregnado en buena parte de la población que criticar la invasión es defender el nazismo. Tenemos que ser prudentes y muy justos: no se tiene que negar el papel de la extrema derecha ucraniana desde Maidan, pero también tenemos que tener claro que Putin no es ningún abanderado del antifascismo.

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