«El 90% de lo que soy tiene mucho que ver con mi trabajo». Así responde Juan Carlos Tomasi a la pregunta de qué le ha aportado trabajar como fotoperiodista en Médicos Sin Fronteras (MSF). Desde que aterrizó en Ruanda en 1995, fruto del azar, ha perdido la cuenta de los conflictos armados, catástrofes naturales y emergencias médicas, como epidemias y crisis nutricionales, que ha retratado con su cámara. Unas historias que captura con un respeto y una ética implacable. «Las personas que fotografías te están regalando su historia, sus vivencias, parte de su vida. En definitiva, parte de su alma. Por eso debes ser muy respetuoso. Con mis fotografías intento dignificar a la persona que tengo delante», explica.

Afganistán, Siria, Sudán, Kenia, Angola, Congo, Etiopía, República Centroafricana, Níger, Colombia, México… Tomasi ha recorrido medio mundo retratando historias crudas de sufrimiento humano. Ahora recoge en un libro sus 27 años de fotoperiodismo humanista bajo el título La memoria del olvido (Editorial Blume), que conmemora también los 50 años de la fundación de Médicos Sin Fronteras. La publicación recoge la labor de MSF en algunos de los conflictos y desastres naturales más agudos de las últimas décadas y también pone el foco en movimientos masivos de población y en historias cercanas y humanas. Aparte de las fotografías de Tomasi, el libro incluye colaboraciones y textos escritos por algunos de los trabajadores y trabajadoras de la ONG, periodistas, fotógrafos y escritores que han trabajado sobre el terreno con MSF, como Sebastião Salgado o Mario Vargas Llosa, así como testigos de pacientes que ha atendido a la organización.

Lleva 27 años trabajando en Médicos Sin Fronteras como fotógrafo. ¿Cómo empezaste a trabajar?

Un día, un amigo mío, Rafael Vilasanjuan, que entonces era el director de comunicación de Médicos Sin Fronteras, me dijo: «¿Tienes el pasaporte en regla? ¿Te puedes ir esta tarde a Ruanda?». Y yo le dije que sí. Esto era en 1995. Era lo que siempre había querido hacer. Desde que tenía 9 o 10 años, veía por los telediarios de entonces la Guerra de Vietnam y estaba convencido de que algún día iría a algún lugar en conflicto. Como periodista primero empecé trabajando en el ámbito de los deportes hasta los Juegos Olímpicos, más adelante monté una productora y, finalmente, la vida me llevó hacia aquí. Yo soy reportero, y el reportero es periodista, realizador, fotógrafo, guionista… y, por encima de todo, persona.

¿Por qué hace fotoperiodismo?

Porque me engancho. Soy tartamudo. Yo quería hacer radio o televisión, porque me encantaba, pero opté por tomar fotografías porque era lo que menos me limitaba.

El libro La memoria del olvido es una historia gráfica de Médicos Sin Fronteras, que el año pasado cumplió 50 años. ¿Por qué ese título?

La memoria del olvido hace referencia a que Médicos Sin Fronteras se ha destacado, desde su inicio, por trabajar en conflictos olvidados. Los medios de comunicación nunca abordan o trabajan en estos contextos y situaciones que no son mediáticas, pero nosotros llevamos trabajando en ello desde hace muchos años. Que no se cubran estas crisis y conflictos genera un olvido constante. Sudán, Congo, Somalia, Etiopía… hay muchos lugares en los que todavía hay conflictos de los que nadie habla. En este libro lo que hacemos, precisamente, es poner como protagonistas a personas que normalmente no lo son.

“Médicos Sin Fronteras se ha destacado, desde su inicio, por trabajar en conflictos olvidados, que no son mediáticos” | Pol Rius

¿De qué nos hablan sus fotografías?

Hablan básicamente de la ayuda de persona a persona. Hay toda una filosofía detrás de lo que conlleva estar trabajando día a día con personas olvidadas. Construimos sobre la esperanza y, si no existe la esperanza, debemos inventarla. Mis fotografías intentan que tú puedas reflexionar observándolas, que te dé ese punto de incertidumbre que te haga parar un segundo y preguntarte por qué te puede interpelar o no esta fotografía. En el fondo, busco generar conciencia.

Las personas que fotografías te están regalando su historia, sus vivencias, una parte de su vida. En definitiva, parte de su alma. Por eso debes ser muy respetuoso.

En sus imágenes, pese a la dureza y el drama que las rodea, no se ve derrota ni épica. ¿Cómo se debe fotografiar el sufrimiento humano?

Yo creo que debes partir de la base de que una fotografía, ante todo, debe emanar respeto. Tienes que pensar que las personas que fotografías te están regalando su historia, sus vivencias, una parte de su vida. En definitiva, parte de su alma. Por eso debes ser muy respetuoso y, si eres mínimamente sensible, se forma una empatía entre tú y esa persona. Yo intento no dar épica a la desgracia, sino que, por el contrario, con mis fotografías intento dignificar a la persona que tengo delante. Trabajando con Sebastião Salgado [un reconocido fotoperiodista brasileño], me daba cuenta de que él conseguía crear un ambiente mágico con las personas que fotografiaba. Él venía cantando, miraba a la gente, les sonreía, les tocaba, creaba complicidad y confianza. Por tanto, ser respetuoso con la gente que estás fotografiando es para mí un aspecto clave, y siempre tienes que pedir permiso. De hecho, el código ético de MSF nos obliga a contar con la autorización de cada persona de quien contemos su historia.

¿Qué te ha aportado a ti fotografiar zonas de conflicto y conocer todas estas historias de sufrimiento humano?

Por un lado, me ha aportado muchos dolores de cabeza. Ha habido ocasiones en las que he sufrido por mi vida. Cuando estás en lugares donde caen bombas, donde se disparan armas… pasas mucho miedo. Se sufre ansiedad y estrés pero, pese a toda la carga negativa, creo que el 90% de lo que yo soy tiene mucho que ver con mi trabajo. El resto creo que es por mi hijo, Leo. Lo tuve con 52 años y, desde entonces, todavía hago algún viaje, pero ya no voy a zonas de conflicto. Ya no me la juego tanto como antes.

Supongo que vivir estas situaciones te hace ver lo horrible que puede ser el mundo a veces.

Una guerra es un espacio en el que puedes ver lo mejor y lo peor del ser humano. Una guerra crea una atmósfera de miedo y terror. Lo primero que hace es romper completamente el equilibrio de una vida. Si de repente te quedas sin casa, sin dinero, sin comida, sin futuro… es terrible, es lo peor que puede pasarte. Las guerras son, sin lugar a dudas, lo peor de la condición humana.

“Con mis fotografías intento dignificar a la persona que tengo delante” | Pol Rius

Después de vivir y fotografiar estas situaciones, de ver a niños malnutridos, ver las consecuencias de grandes conflictos y catástrofes naturales… ¿cómo es volver a casa?

Vuelves muy tocado. Depende de dónde vengas, claro, pero hay viajes que impactan mucho. Desde que soy padre, evidentemente, cuando retrato una historia dura en la que los niños son los protagonistas, vuelvo mucho más tocado todavía. Cada uno tiene sus herramientas para que pueda ser menos doloroso. Yo me dedico mucho a mi hijo cuando vuelvo.

¿Cuáles son las experiencias o fotografías que más le han marcado?

Creo que lo que más impacta es cuando ves la muerte en directo. Y ahora, como padre, creo que ver a un niño morir en una crisis nutricional es lo más duro, porque es, con todas las letras, un auténtico asesinato. Y no es que muera uno, sino que mueren muchos. En 2005 en Níger retraté la peor crisis nutricional que he visto jamás. Todos los días se morían 50 niños. Es un choque emocional muy fuerte.

¿Ha habido casos en los que ha tenido que dejar la cámara y ayudar?

Muchísimos. Por encima de todo, eres persona. Muchas veces he tenido que dejar la cámara y ayudar. Para mí esto ha sido como una “defensa”, me ha liberado. Hago fotografías, sí, pero también trabajo en ayuda humanitaria con Médicos Sin Fronteras.

La fotografía humanista tiene una gran carga ideológica detrás, te estás posicionando o denunciando algo.

En casos de crisis o emergencia vemos, a menudo, a muchos fotógrafos capturando la misma escena, incluso peleándose por conseguir el mejor ángulo.

Esto siempre ha pasado. Ha pasado ahora en Bucha, pero también pasó en Bosnia, Chechenia, Kosovo, Grecia… ahora, coges un avión y en un momento y con poco dinero te plantas donde quiera que esté. Ahora bien, en una guerra, en primera línea, no todo el mundo se atreve a entrar. La gente muere y eso da mucho miedo. Tienes que tener mucha sangre fría.

Con tanta saturación de información e imágenes, ¿nos hemos acostumbrado al horror?

Yo creo que, sin embargo, nos impacta igual. Sí que es cierto que, de alguna forma, te acostumbras, porque ya has visto muchas fotografías, muchos documentales sobre conflictos… al final, son guerras convencionales. Pero nos impactan igual. Y cuando estás y lo vives directamente en primera persona, más aún, claro.

En el libro El compromiso de la fotografía, editado por la revista 5W, en el que conversa con la fotógrafa Anna Surinyach, defiende que la diferencia entre una fotografía y una imagen es la tesis: si no hay tesis, no hay fotografía.

La fotografía tiene mucha parte de proceso intelectual. Has tenido que leer mucho y recibir muchos inputs de la historia que retratas para que en un momento dado, en una décima de segundo, puedas tomar una fotografía sabiendo qué es cada elemento de lo que aparece, qué hay detrás y cuál es el concepto de fotografía que quieres hacer. Una imagen puede ser muy bonita, pero si quieres transmitir algo, interpelar a las personas que la vean, esto tiene mucho trabajo detrás. En este sentido, la fotografía humanista tiene una gran carga ideológica detrás. Tú interpretas la realidad, te estás posicionando o denunciando algo. Y antes de hacer una denuncia, debes testimoniar lo que estás viendo y desarrollar tu tesis.

“El reporterismo que se hace ahora no es tan ideológico como antes. Ahora se tiende mucho más a la inmediatez” | Pol Rius

¿Para qué sirve la fotografía?

Yo creo que la fotografía humanista, la de reportaje, es una herramienta de testimonio y denuncia que puede tener un gran impacto, con una gran carga emocional e ideológica. Contribuye a romper estereotipos y generar conciencia. Es lo que decía antes de la tesis. Sin embargo, el reporterismo que se hace ahora no es tan ideológico como antes. Ahora se tiende mucho más a la inmediatez. Dime, por ejemplo, cuántos medios españoles han enviado fotoperiodistas propios a Ucrania. Casi ninguno. La gran mayoría son reporteros y fotoperiodistas freelance. Y están muy mal pagados. La fotografía documental o bien te la financia una beca o Fundación o bien tienes que financiarla tú, y después intentar vender tu trabajo. Se necesitan recursos y tiempo para contar historias en profundidad y el periodismo y fotoperiodismo de hoy van muy ligados a la inmediatez.

El gran reto del fotoperiodismo es el dilema que se crea entre la inmediatez y la realidad. Por ser más rápidos que el resto, podemos caer en que lo que estamos explicando o está tergiversado o no es del todo real. Esto requiere una gran reflexión.

¿La inmediatez limita mucho en su trabajo en Médicos Sin Fronteras?

Sí, mucho. Muchas veces vas a situaciones de emergencias y debes enviar las fotografías muy rápido. También se suma el hecho de la existencia de los protocolos de seguridad, que son muy estrictos. No puedes ir por todas partes y, a veces, el tiempo es muy limitado. Antes teníamos más libertad, pero ha habido secuestros de trabajadores de MSF -hace poco en Camerún secuestraron a cinco, por ejemplo-, el año pasado fueron asesinados tres trabajadores en Etiopía… hay que ir con mucho cuidado.

¿Cuáles son los retos actuales del fotoperiodismo?

Yo creo que el gran reto que existe ahora es el dilema que se crea entre la inmediatez y la realidad. A veces, por ser más rápidos que el resto, podemos caer en que lo que estamos explicando o está tergiversado o no es del todo real. Esto es un dilema con el que debemos ir con mucho cuidado y que requiere una gran reflexión. Se puede manipular fácilmente la información con las fotografías. Por otra parte, la ética y la moral son muy importantes. Saber lo que estás haciendo y para qué, y tener clara, insisto, cuál es tu tesis.

¿Cuáles son las historias que quieres contar en un futuro?

Tengo un proyecto pendiente, que empecé en 2010 y con el que he viajado a Sudán, Níger y Etiopía, entre otros, que es sobre cómo puede afectar la falta de agua y el cambio climático sobre los movimientos de población, es decir, el tema de los refugiados climáticos. Yo creo que no van a pasar muchos años hasta que haya conflictos por el agua, en lugar de por el petróleo o por las energías como estamos viendo ahora. Y muchos habitantes del mundo sufrirán sus consecuencias.

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