El escritor Javier Cercas, nacido en Ibahernando, Cáceres) ganó el premio Planeta en 2019 con la novela “Terra Alta”. El protagonista era Melchor Marín, a quien convirtió en la ficción en el mosso de escuadra que abatió a cuatro terroristas en Cabrils, el 18 de agosto de 2017. Lo recuperaría en el libro “Independencia” y el pasado mes de marzo aparecía una tercera entrega de sus aventuras de serie negra: “El castillo de Barbazul” (Tusquets Editores). Algunos de los libros de Cercas se han llevado al cine, como Soldados de Salamina o Las leyes de la frontera. La trilogía de Melchor Marín también puede imaginarse como películas o una serie de Netflix. Residente en tierras gerundenses desde pequeño, Cercas vive ahora en Verges. El 6 de abril cumplió 60 años.
En una entrevista reciente explicaba que en “El castillo de Barbazul” se plantea el derecho a tomarse la justicia por la mano. También es el tema central de “Terra Alta” e “Independencia”. ¿Existe ese derecho o la respuesta debe darla cada lector?
En la vida normal, ahora mismo, opino que eso está muy mal, como tú, como cualquier persona mínimamente civilizada. Como dice un viejo policía en la novela, quien no respeta las formas de la justicia no respeta a la justicia. Estamos todos de acuerdo. Pero la ficción, la literatura no funciona como la vida, afortunadamente. La literatura es ante todo un placer, como el sexo, pero también es una forma de conocimiento, como el sexo. Por eso cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo único que se me ocurre es darle el pésame o acompañarlo en el sentimiento, pero la forma de conocimiento de la literatura no es la del periodismo, ni la de la ciencia, ni la de la historia, ni nada de eso. Lo que hace la literatura es lo contrario, es poner en cuestión nuestras creencias más arraigadas, sacarnos de quicio, empatizar, esta palabra de moda, con actitudes, con ideologías, con personas, con hechos que no son los que nosotros aceptamos en la vida cotidiana. La literatura es exactamente lo contrario de la pedagogía. Vas a ver la obra de Shakespeare ‘Ricardo III’, uno de los mayores canallas de la historia de la literatura universal, te pones en su piel y por momentos estás de su lado. Lees ‘Crimen y castigo’, de Dostoievski, y por muchos momentos estás del lado de Raskólnikov, que es un hombre que ha matado a una pobre vieja. Ves ‘El Padrino’, ahora que se celebra el cincuenta aniversario de la película, y estás del lado de Michael Corleone, que ha sido capaz de matar a su propio hermano. Y, sin ponerme a su nivel, modestamente, lees las novelas de la ‘Terra Alta’ y estás celebrando que Melchor Marín se tome la justicia por su mano. Y esto es lo que hace la literatura: obligarnos a ir a sitios morales peligrosos, que no son cómodos. Por eso la literatura es útil. La literatura es muy útil si no quiere ser útil. Si quiere ser útil, se convierte en propaganda o pedagogía, deja de ser literatura y deja de ser útil.
La literatura es muy útil si no quiere ser útil. Si quiere serlo se convierte en propaganda
Como persona soy totalmente pro-sistema, porque el sistema es la democracia, pero como escritor soy totalmente anti-sistema, lo que quiero es complicarle la vida al lector. La literatura, el cine, el arte por lo general hacen preguntas incómodas. Si no lo hacen, si no son capaces de incomodarte, no es buena literatura, no es buen cine. Es un desafío moral permanente. No es una incitación a que la gente se tome la justicia por su mano, como ‘El Padrino’ no es una apología de la mafia o cómo ‘Crimen y castigo’ no es una apología del asesinato. Es una sacudida moral. Aristóteles lo llamaba ‘catarsis’, una suerte de purificación, hacer en la ficción lo que no podemos hacer en la realidad, sacar a la mala bestia que llevamos dentro.
Cuando alguien me dice que no le gusta leer le acompaño en el sentimiento
“El castillo de Barbazul” se puede entender como un alegato contra la impunidad de los poderosos. Algunos de ellos que pueden verse reflejados en Rafael Mattson, el magnate que organiza fiestas para abusar de chicas y adolescentes. ¿Puede servir su novela para meterles el miedo en el cuerpo?
¡Ojalá! No caerá esa breva, que dicen. Esta gente existe desde que el mundo es mundo. ¡No nos engañemos! Ahora se han denunciado casos como los de Epstein o Weinstein, pero, desde que el mundo es mundo, la gente que tiene dinero y que tiene poder hace estas cosas. Lo que ocurre es que solo hace muy poco que nos hemos dado cuenta de que tenemos un elefante en la habitación, que es que a las mujeres se las ha violentado, se las ha machacado desde siempre. Aristóteles, un pilar de la civilización occidental, escribió en ‘Política’ que las mujeres son inferiores a los hombres y lo hizo porque todo el mundo en su época lo pensaba. Aunque el feminismo se pueda remontar a la Edad Media, hasta hace cuatro días las mujeres estaban apartadas, humilladas, relegadas, sometidas, y la violencia contra ellas era algo cotidiano, asimilado… ¿Cuánto hace que se contabilizan en España los asesinados de mujeres en manos de sus parejas? No llega a veinte años. ¿Antes no se mataba a las mujeres? ¡Por supuesto! Le llamaban ‘crímenes pasionales’, que suena incluso romántico. Un informe de la policía dice que cada hora existen dos abusos sexuales en España. Y España no es una excepción. En algunos países del Norte, las mejores democracias del mundo, aún es peor. Ni te digo en México y en otros países… Para la gente joven es increíble. Este tema, que es esencial, no estaba en la agenda de la gente de mi edad. No estaba en la escuela. No se hablaba en ella de la igualdad de hombres y mujeres. No se hablaba de eso en los medios de comunicación. Hace cuatro días que somos conscientes de ello. La violencia contra las mujeres es uno de los temas esenciales de todas las novelas de ‘la Terra Alta’. No porque yo lo haya ido a buscar. Los escritores no vamos a buscar los temas. Los temas nos vienen a buscar a nosotros o nos los encontramos. Melchor Marín es un tío asediado por la violencia contra sus mujeres. Mataron a su madre, que era una puta, mataron a su mujer, ahora van a buscar a su hija… ¿Por qué? Porque estamos rodeados de esto. ¿Servirá la novela para meter el miedo en el cuerpo a alguien? ¡Ojalá! Pero no es algo nuevo, algo que se hayan inventado el Me too, el feminismo o el ministerio de Igualdad. Existe desde que el mundo es mundo.

Melchor Marín, el protagonista es, en estas novelas, el mosso de escuadra que mató a cuatro yihadistas la madrugada del 17 al 18 de agosto de 2017. ¿Ha conocido a este mosso? ¿Ha hablado con él? ¿Sabe qué ha sido de su vida?
En principio no quería conocerlo. No me he inspirado en ese personaje. Estaba escribiendo la novela y pensé que Melchor Marín podría ser ese tío. Le pude achacar la identidad porque no sabemos quién es. La policía, por motivos obvios, no ha desvelado su identidad. Yo no quería conocerlo. Ahora sí que tengo ganas de conocerle. Me consta que ha leído las novelas porque lo explicó en un artículo que publicó El País.
En “Terra Alta” el título no tenía ningún misterio. En “El castillo de Barbazul” se puede buscar en Internet el cuento de Barbazul y encaja con la trama de la novela. Pero no queda claro porque tituló “Independencia” el segundo libro de esta serie…
Por muchos motivos. Primero, para que todo el mundo me preguntara por qué se llamaba ‘Independencia’. Lo conseguí. Segundo, porque me encantan los títulos equívocos. Shakespeare los utilizaba a menudo. Umberto Eco decía que el mejor título de la literatura universal era “Los tres mosqueteros”. ¿Por qué? Porque eran cuatro y el más importante era el cuarto. Tercero, porque el gran triunfo de los secesionistas catalanes ha sido apropiarse de las palabras bonitas. Si quieres conquistar la realidad primero tienes que conquistar el lenguaje. Ésta es la primera norma de la política real. El gran triunfo es haber conquistado por completo el lenguaje. La prueba es que les llamamos ‘independentistas’, cuando lo que quieren no es la independencia; es la secesión, la separación. ‘Secesión’ es una palabra fea mientras que ‘independencia’ es bonita. Se han apropiado de la palabra ‘libertad’, de la palabra ‘democracia’, se han apropiado de todas las palabras bonitas. “El resto son para vosotros”, para los que no son secesionistas. Y en último término, porque fuera de España, por ejemplo en Italia, se ha entendido como una metáfora del procés. La novela “Independencia” puede resumirse como la historia de un hombre que va en busca de su independencia personal, de su autonomía, de la forma equivocada. Es el protagonista secreto de la novela y su padre le dice ‘Arrímate a los buenos’, que es lo que le dice la madre de Lazarillo de Tormes a su hijo. Él se arrima a los ricos y los poderosos y éstos hacen con él lo que suelen hacer los ricos y los poderosos con los que se acercan a ellos buscando prosperar; es decir, utilizarlos para sus fines -perversos, en este caso- y luego lavarse el culo literalmente con ellos. “Independencia” es un ataque feroz contra las élites catalanas, que son las grandes responsables de lo ocurrido en Cataluña. No es una interpretación del proceso. Es lo que ocurrió y todos lo sabemos. Sencillamente, después de la crisis, las élites catalanas, con nombres y apellidos que todos conocemos, presionaron al poder político, presionaron a Madrid, para salir de la mejor manera posible de la crisis. Y lo hicieron como lo han hecho siempre, sacando a la gente a la calle. Había gente que ya estaba en la calle, los indignados, que después se transformaron todos en independentistas. Decían que España nos roba, que los culpables de todo son los españoles, y sacaron a la gente a la calle con el señuelo de que ‘crearemos un país maravilloso, fantástico, donde podremos tomar helado de postre todos los días’, como decía la propaganda de la ANC, ‘donde todos seremos felices y, encima, nos libraremos de estos españoles que nos putean desde hace siglos’. Y la gente se lo creyó, como el personaje de mi novela. Cuando llegaron los problemas, las élites se retiraron y dejaron a la gente abandonada y enfadada. Fuera de Cataluña la gente lo ignora y en la misma Cataluña hay gente que no quiere verlo pero es evidente que el procés fue una operación lanzada por las élites catalanas que acabaron dejando a la gente abandonada.
El ‘procés’ fue una operación lanzada por las élites catalanas y acabaron dejando a la gente abandonada
Habla del procés como si fuera algo del pasado
El procés, para mí, terminó en 2017. Ahora estamos viviendo otra cosa, que no sabemos a dónde nos llevará. Tal y como se planteó, el procés acaba cuando choca con el estado de derecho sostenido por la Unión Europea, en otoño de 2017. Ahora tenemos un ‘problemón’ completamente diferente. Independentistas siempre ha habido.
El ‘procés’ acabó en 2017. Ahora tenemos un ‘problemón’ completamente diferente
Ahora viene Sant Jordi. ¿Vendría más o menos libros si no tuviera usted la etiqueta de ser contrario a la independencia de Catalunya?
Me da igual. Yo la democracia me la creo. Por eso digo que soy pro-sistema, como persona. Tenemos una democracia, muy imperfecta pero me la creo. Y cuando he visto realizar determinadas cosas simplemente he dicho que no. En muchos sentidos soy catalanista, estoy a favor de la lengua, de la cultura, de las instituciones… Si esto es ser catalanista, lo soy completamente. Pero no me gusta que los políticos del lugar en el que yo vivo se salten las leyes, lo cual significa saltarse la democracia. No me gusta que mientan. Simplemente he hablado. ¿Tengo una etiqueta? ¿Me han demonizado? Me da igual.
Vive en Verges que es un pueblo donde los independentistas son mayoría. Se debe encontrar cada día a Lluís Llach por la calle
Soy mucho más vergelitano que Llach. Nunca está allí. Vivo más en Verges que en Barcelona y nunca lo he visto. En Verges nunca he tenido ningún problema. He hecho lo que creía que tenía que hacer y ya está. No he tenido grandes problemas. Ni en Verges ni en Barcelona. Hubo un momento muy malo, en otoño del 2017, cuando se vivió un clima terrible. Josep Fontana habló de un clima prebélico. Estoy de acuerdo con él. Un clima totalmente creado, incentivado, impulsado por medios de comunicación, por los poderes públicos, etcétera. Aquello no surge espontáneamente. ¡No fastidiemos!
¿Habrá cuarta novela con las aventuras de Melchor Marín?
Esto es una trilogía con un final abierto que, como mucho, puede convertirse en una tetralogía. Inicialmente, después de terminar el primer volumen, la concebí como una tetralogía pero ahora mismo no lo sé. Las novelas son como las guerras, ahora que están tan de moda: se sabe cómo comienzan pero nunca se sabe cómo acaban.
¿Ha empezado a escribir esa cuarta entrega?
Hay muchas partes escritas de la cuarta entrega e incluso hay partes de otros libros. Ésta es la maravilla de haber creado un mundo, que es que hay muchas bifurcaciones. Yo no soy Balzac. Ya me gustaría parecerme a él. Nunca lo concebí como una serie. Tengo bastantes partes escritas de la cuarta novela pero no sé si la acabaré, si la publicaré… ahora mismo no lo sé.
¿Netflix le ha contactado para hacerle alguna propuesta?
Está en manos de tres productores pero no sé con qué plataforma van a trabajar. Ya veremos lo que sale. No me preocupa. Yo me limito a escribir libros. Lo que pase después…
¿Tiene en mente quién debería interpretar a Melchor Marín?
Sí. John Wayne de joven.
Parece que los jóvenes de ahora no leen mucho
Los acompaño en el sentimiento. No estoy seguro de que nuestra generación leyera más. Algunos sí. Me da pena que esta gente se pierda algo fundamental. La literatura sirve para vivir más, de forma más rica, más intensa y más compleja. Y me sabe mal que haya gente que se lo pierda. ¿Qué puedo hacer yo para que esto no ocurra? Escribir lo mejor posible. Es lo que intento. Y escribir libros que no sean literatura para literatos, autistas. Intento que sean libros que le importen a la gente, que les digan cosas interesantes. Naturalmente, sé que fracaso pero como decía Faulkner, en una expresión que me gusta mucho: “a lo mejor que podemos aspirar es a un fracaso honorable”. Mi ideal es escribir libros fáciles de leer y difíciles de entender, que leas apasionadamente, absorbentes, entretenidos, divertidos y que en el fondo haya una complejidad lo más grande posible. ‘Don Quijote’ es eso, las obras de Shakespeare son eso, las grandes novelas son eso. Una de las grandes supersticiones de nuestro tiempo es pensar que la literatura es inútil. No, la literatura es muy útil. No conozco nada más útil que un instrumento que sirve para vivir más, que da placer y conocimiento. Otra gran superstición de nuestro tiempo es la que dice que la buena literatura es sólo la minoritaria, secreta, de catacumbas. Esto es un disparate total, papanatismo intelectual. ‘Don Quijote’, que es la mejor novela que yo conozco, es un libro que fue enormemente popular, y no está escrito para catedráticos de Oxford sino para la gente. Shakespeare era enormemente popular. Ninguno de los dos era valorado por los intelectuales y sabios de la época. ‘Los miserables’ de Víctor Hugo, que es el libro fetiche de Melchor Marín, fue una revolución, un auténtico terremoto, muy popular. Dickens, Balzac, los grandes escritores… No estoy diciendo que sólo la literatura popular sea buena literatura. A la larga, sí. Kafka fue muy poco leído en su época, pero hoy es uno de los escritores más populares del mundo. Existe incluso el adjetivo ‘kafkiano’. Lo mejor que le puede ocurrir a la literatura es que vuelva a ser popular, que vuelva a decir cosas relevantes, importantes a la gente. La literatura cerrada, autista, es mala en el 99% de los casos. Hay muy pocas excepciones como el ‘Polifemo’ de Góngora.
¿Y es útil, sirve para que la gente se evada de una realidad donde convive con situaciones tan horribles como la guerra de Ucrania?
Para consolarse, también. De todos modos, este mundo terrible que vivimos no lo es más que el que ha existido siempre. La guerra ha existido siempre.
Pero ahora vemos las imágenes de las masacres en directo, o casi
Es verdad. Antes no los veíamos. Esto es una diferencia. Ha habido muchas más guerras en cualquier otra época que en la nuestra. Ahora hay unos periodistas que están ahí y nos enseñan lo que pueden. Hace poco tiempo que la guerra tiene el desprestigio que tiene ahora. En cierto modo, Putin ya ha perdido la guerra. La inmensa mayoría del mundo rechaza la guerra. Esto no ocurría antes. Los seres humanos, especialmente los hombres, pensaban que la guerra era útil para resolver problemas. Ha sido exaltada hasta límites extraordinarios. Horacio dice “dulce y honorable es morir por la patria”. El mejor cuadro que conozco es “La rendición de Breda”, de Velázquez, que es una exaltación de la guerra, allí todo el mundo es noble. Los poetas, los pintores,… se han cansado de exaltar la guerra. Hace muy poco tiempo, creo que desde la Primera Guerra Mundial que la guerra empieza a ser vista como la ve Goya, como un horror. El desprestigio de la guerra es muy reciente. Vivimos en un mundo mucho menos violento que el de cualquier época. ¿Qué puede hacer la literatura? Hacerlo lo mejor posible. La literatura es consuelo, es placer, es conocimiento, muestra la complejidad de las cosas. No es sólo evasión. Una buena novela te lleva a otro mundo, a través de la ficción debes entender cosas de ti mismo y de los demás. Humildemente intento que mis novelas sean entretenidas, muy distraídas, pero lo que quiero es plantear problemas que tengan que ver con la justicia, con la venganza, con la relación entre padres e hijos, con el heroísmo, que es una forma de excelencia moral, con las relaciones de amistad, con la traición,… No son incompatibles el entretenimiento y el humor con la seriedad. Todo lo contrario. ‘Don Quijote’ es un libro para reír y enormemente entretenido pero a la vez es un libro en el que todavía nos miramos y en el que todavía aprendemos cosas sobre nosotros mismos y sobre el mundo. Para eso sirve la literatura.