El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su gobierno, con paciencia y diplomacia han logrado que bastantes países se integren la coalición contra Vladímir Putin. La Unión Europea, Canadá, Reino Unido, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Taiwán han impuesto algunas de las sanciones que Washington ha aplicado al régimen de Putin. Como consecuencia, ni el banco central ruso ni las entidades financieras del país pueden acceder a las divisas que tenían en cuenta en países occidentales. No pueden, por tanto, emitir deuda ni financiarse.

La Universidad de Yale actualiza cada día una lista de las multinacionales occidentales que han suspendido parcial o totalmente su actividad en Rusia. Algunas han cancelado nuevas inversiones, pero se mantienen por ahora en Rusia. 310 se han retirado totalmente. De estas 310, 122 son de los Estados Unidos., 113 de la Unión Europea y 40, británicas. Pero aún hay pocas (2-3) de Japón, Corea del Sur y Australia. Las que abandonan lo hacen en parte por la presión de sus accionistas y la opinión pública. Contribuyen mucho las imágenes de los crímenes de guerra cometidos por tropas rusas en Bucha y otras poblaciones de Ucrania. Pero Putin puede continuar su ofensiva en el Este y en el sur de Ucrania, donde intenta capturar una franja de territorio para enlazar el Donbass y Crimea. Su ejército ha combatido hasta ahora de forma ineficiente. Los ucranianos están unidos y cuentan con suficiente armamento proporcionado por EE.UU. y sus aliados para infligir pérdidas considerables a los rusos.

Sin embargo, el reto de la coalición occidental es conseguir que las grandes economías emergentes también dejen de llevar a cabo inversiones y comercio con Rusia. Se trata de China, India, Brasil, México, Indonesia, Turquía y Argentina. Por diferentes motivos, Putin puede seguir vendiendo petróleo, gas natural, materias primas agrícolas y metales a los países citados. Rusia es el segundo suministrador de petróleo y el tercero de gas natural para China.

Presión a las potencias emergentes

Pero la diplomacia occidental cuenta con medios para presionar. India, en virtud de un acuerdo de 2015, recibe de EE.UU. la tecnología más avanzada para centrales nucleares. Pero el primer ministro Narendra Modi rechazó disminuir los intercambios con Rusia. Y aun sigue compra petróleo, rebajado de precio, a Moscú. India pertenece a la agrupación Quad – integrada por EE.UU., Australia, Japón y la India. El objetivo del Quad es frenar la expansión china en el espacio Indo-Pacífico. Pekín, además, tiene una alianza con Pakistán, enemigo de Nueva Delhi. Por todos estos motivos Washington y Bruselas deberían conseguir que la India no haga causa común con Putin.

Brasil es la primera economía de la América Latina y, junto con Argentina, el pilar de Mercosur. El bloque de integración económica de América del Sur alcanzó un acuerdo comercial con la Unión Europea después de muchos altos años de negociaciones que podría entrar en vigor en breve. La Comisión podría suspender el acuerdo si ambas potencias siguen haciendo negocios con Moscú. El principal socio comercial de México es EE.UU. La economía mexicana depende de su pertenencia al tratado USMCA, el sucesor del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica. Washington también puede presionar al presidente López Obrador exigiendo que los demandantes de asilo político tengan que quedarse en territorio mexicano, como sucedía hasta 2021.

Indonesia también es víctima del expansionismo chino en el Pacífico, y, por tanto, debería decantarse por la coalición occidental. La cumbre del G20 se celebrará en noviembre en Yakarta. Washington pretendía que Putin no pudiera ir. Pero por ahora sólo han logrado que se invite al presidente ucraniano Volodímir Zelenski. El caso de Turquía es más complicado. Putin y el presidente turco, Recep Erdogan, han tejido una relación muy estrecha. Pero Turquía recibe gas natural de EE.UU. y es miembro de la OTAN.

La dependencia del gas natural ruso

La UE se comprometió a disminuir su dependencia del gas natural ruso un 66% hasta finales de año. Es un objetivo seguramente imposible de lograr. El 40% del gas natural que consume la UE lo bombea Rusia mediante varios gasoductos. Alemania, Italia, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria son los Estados miembros con la mayor dependencia. La Comisión quiere incrementar el número de países suministradores y las cantidades proporcionadas por Qatar, Noruega, EE.UU., Australia, Emiratos Árabes Unidos y Argelia.

España, Reino Unido, Francia e Italia son los países con mayor capacidad de almacenar gas natural licuado (GNL) y plantas para su regasificación. Desde principios de año las exportaciones de GNL de EE.UU. han aumentado de forma sustancial. Más allá de la legitimidad de defender la soberanía de Ucrania, a Washington le interesa y le saldría rentable sustituir a Rusia como proveedor de gas natural a Europa.

Los envíos de gas licuado desde Estados Unidos a Europa se han disparado. El 75% de todos sus cargamentos en marzo tuvo como destino Europa y Turquía, frente al 44% de marzo de 2021. EE.UU. envió cien cargas de GNL a Europa en marzo, un 28% más que en el mismo mes el 2021. Francia recibió dieciséis remesas, España quince y el Reino Unido doce. Corea del Sur, Turquía y Países Bajos empataron con cuatro. Del total de 36 terminales de regasificación de GNL en Europa, España tiene siete (y dos en construcción) y Reino Unido, Turquía y Francia cuatro cada uno.

La mayoría de las plantas españolas son propiedad de la compañía Enagás, y están en Barcelona, ​​Bilbao, Gijón, Ferrol, Sagunto, Cartagena y Huelva. La de Barcelona es la de mayor capacidad en Europa, con 760.000 metros cúbicos. Además, existe una flotante en construcción en Tenerife y una segunda más polémica en el archipiélago canario. Pese a la construcción de nuevas plantas, las existentes están operando a máxima capacidad. Australia y Qatar han incrementado sus aportaciones de GNL. Pero ambos países admiten que a corto plazo no pueden sustituir a Rusia, en parte porque sus exportaciones ya acordadas van a potencias asiáticas.

Washington y Bruselas también previeron que, en el 2030, EEUU entregará 50.000 millones de metros cúbicos de GNL. Pero las siete plantas de exportación de gas en EE.UU. están operando a su capacidad máxima, y ​​también se envían cargamentos a Japón y Corea del Sur. El objetivo de la Unión Europea de recortar en dos terceras partes la importación de gas también tiene el objetivo de un mayor ahorro energético y un incremento de las renovables.

Aunque la apuesta de la Unión Europea por diversificar es seria, la magnitud del reto es muy grande. En 2021 Rusia exportó a la UE 155.000 millones de metros cúbicos de gas. La UE debe importar el 97% del petróleo, 90% del gas natural y 70% del carbón que consume. Hay al menos dos factores que pondrán a prueba el compromiso de EE.UU. de ser el suministrador principal de GNL en Europa. Putin ya ha cortado el suministro de gas a Polonia y Bulgaria porque rechazan pagar en rublos. En cambio, Austria, Hungría, la empresa alemana Uniper y quizás la italiana Eni aceptan la exigencia del Kremlin.

Costará mantener un frente europeo unido frente a Moscú, especialmente porque la ciudadanía no quiere precios altos y resulta dudoso que esté dispuesta a aceptar sacrificio a medio plazo para aislar a Rusia. Si la inflación y los precios de energía se mantienen en los actuales niveles muy altos tanto en EE.UU. como Europa, el compromiso energético transatlántico será más difícil de mantener.

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