Recuerdo la cantidad de gente que en el 15M venía con ideas sobre cómo dar la vuelta al país. Gente preparada que sabía cómo quería construir el futuro de una generación, la suya, que veíamos (y vemos) muy oscuro. Es evidente que desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas. Entre ellas, un gobierno de coalición en España que ha puesto en marcha una agenda legislativa sin precedentes, especialmente en el campo del feminismo y en el del mercado laboral. Sin embargo, observamos cómo la movilización de aquellas fuerzas enormemente dinámicas va perdiendo fuerza o se ha redirigido hacia otros espacios de impugnación perdiendo su sentido original: la toma del control de este país.

Ahora, más de diez años después de aquel momento, parece surgir una lógica de restauración alrededor de los partidos clásicos, la ultraderecha y de la Casa Real. No obstante, movimientos como el independentismo y la España vaciada nos recuerdan que la crisis de régimen sigue abierta y que seguramente la mejora de las condiciones materiales de la ciudadanía no es suficiente. Si bien esta ambiciosa agenda legislativa en el campo de los derechos civiles y sociales, en cuestiones como el aumento del Salario Mínimo Interprofesional, por poner un ejemplo, ha supuesto un gran avance y ha sido de vital importancia, no debemos quedarnos solo ahí. Tampoco se trata, únicamente en este caso, del modelo de Estado basado en Monarquía o República, sino en un movimiento de fondo que tiene que ver con una reformulación completa de la arquitectura del Estado o, dicho de otro modo, un nuevo contrato social.

El 69% de la ciudadanía se declara poco o nada satisfecho con el funcionamiento de nuestra democracia según el último estudio del CEO. Tal vez tenga que ver con el hecho de que el 64% del censo actual no votó la actual Constitución. Aun siendo mayoritaria la generación del 15M, la renovación generacional todavía no se da, y la generación de la posguerra y la generación Boomer siguen siendo las que llevan las riendas de la dirección del país, ejerciendo de forma masiva su derecho al voto y la dirección de Estado desde distintos ámbitos. Es evidente que cada generación es hija de su historia, y por tanto hay diferentes visiones generacionales del país que tiene que resolverse a favor de quienes tienen que liderar las próximas décadas. Pero para eso tenemos que dar un paso adelante. Todos los grandes procesos de transformación históricos han contado con un notable peso de la juventud. Esta vez no puede ser una excepción.

Un país se construye desde muchos lugares, desde el mundo laboral, el cultural, el sindical, el científico o el académico. Es necesario que hagamos una llamada a construir un país desde cada uno de esos espacios en los que contribuimos cada día. Y hacerlo alrededor de una alternativa política que permita a nuestra generación tomar definitivamente las riendas del país y llevar adelante los cambios profundos que necesita nuestra sociedad.

Necesitamos un nuevo movimiento ciudadano alrededor de nuestra generación que sepa sentar las bases del país que queremos y que contribuya con su creatividad y su esfuerzo a ponerlo en marcha sobre las bases del progresismo, el feminismo y el cuidado del medio ambiente. Toda esa energía, todas esas ideas, toda esa voluntad de tomar el control y hacerse un país a su medida tienen que volver a aflorar si queremos avanzar definitivamente hacia un nuevo contrato. Un nuevo contrato donde se reduzcan las diferencias de renta y se emparejen las condiciones de vida y acceso a puestos de dirección entre hombres y mujeres y donde sea efectiva la igualdad de oportunidades.

La disputa entre un país moderno y continuar con lo que tenemos sigue en marcha, pero para ganar esa disputa debemos activarnos y ponernos a construir juntas y juntos algo en lo que participemos con convicción, en lo que nos podamos ver reflejados y suplir la resignación por la ilusión de crear algo conjunto desde abajo. Es lo que nos da sentido como comunidad, el asumirnos como propios los unos a los otros, vivamos en la parte del país que sea, seamos o no conocidos. Participar del mismo proyecto creado con nuestras propias manos debe ser la base de nuestro constructo de identidad más allá de la diversidad de lenguas y culturas que atesora el país.

Somos la generación que en la actualidad está llamada a tomar el control de un país diverso, una construcción de la que estar orgulloso, de la que podamos mirar atrás en el tiempo y saber que es nuestro legado. Tenemos que recordar para qué vinimos: recuperar la ambición de ser y tomar las riendas con energía y determinación alrededor de un espacio político que pueda representar esos anhelos de tomar el relevo y proyectar el país que queremos para los próximos veinte años y que nuestros hijos e hijas tendrán que actualizar cuando llegue su momento.

Rise up, Spread the word and Take the lead.

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