Vale, pues vamos a hablar de reglas, de abortos, de derechos fundamentales y de bajas, y del IVA en los productos de higiene íntima. Sin tapujos, ya que tampoco tienen los señores que estos días se han manifestado en contra como ya va siendo un clásico sobre los temas ajenos, pero que parecen tener una gran afectación en el resto de sus privilegios.

De entrada: No, las reglas a mí nunca me han hecho daño, ni me han incapacitado. Soy de aquellas personas odiosas que con un tampón al día va tirando, ya menudo hay que estirarlo reseco y que puede hacer free blooding sin ser “demasiado de la cuerda”, que ha tenido la regla desde hace ya muchísimos años, sin demasiado impacto en su día a día.

En resumen, que el precio de los productos de higiene íntima y su correspondiente IVA, no tienen demasiado efecto en mi precaria economía.

No utilizo la copa porque he tenido que pasar por quirófano cuatro veces, y tengo los bajos delicadísimos. Uno de los motivos, y no me escondo, porque prigé con el papiloma, que me hizo crecer células malignas a la velocidad de un jet ultrasónico, mientras que al portador, no le supuso nada más que un estornudo, y si es que lo hizo, que sinceramente lo dudo.

Me detengo un momento aquí, que acabo de recordar algo. El tema de la vacuna del papiloma, Virgen Santa, y su posterior debate.

Tengo 44 años y descubrí hace dos días que había una para los hombres. Había cierta polémica que no terminé de entender nada (y según lo mejor), sobre si era correcto que se la pusieran los hombres heteros, y supe también de la “trampita” de hacerse pasar por homosexual para poder acceder; cosa que me hace estar obviamente junto a cualquiera que quiera ponérsela, y más si es gratuitamente, más que nada, porque a mí me costó una pasta gansa, y recuerdo que eran unas cuantas dosis; me aconsejaban.

Me arruiné literalmente. El terror que viví, ni lo comento.

A la persona portadora, NO LE DIJERON DE HACER NADA DE NADA.

Espere, que cojo aire. Me acabo de sulfurar un mico, pero ya está, ya está, todo bien.

Sin embargo, a pesar de lo que decía antes, se ve que tengo un Síndrome pre menstrual rarísimo, cuyo nombre nunca recuerdo, y que me comentaron un día a consulta, así, como de paso, que me hace perder la fuerza de manos, piernas y pies, hasta el punto de que no puedo ni escribir un whats por teléfono, y camino haciendo zig zaga, como si fuera un poco piripi, sin demasiado equilibrio, y que me provoca en ocasiones una migraña brutalísima, con pérdida de visión en el ojo derecho.

A todo esto me he acostumbrado a convivir. De hecho, salvo causa mayor, no tiendo ni a explicarlo mucho.

Más cosas… Ah, sí, el tercer tema: he vivido la experiencia del aborto. Además en una soledad absoluta, pero con la certeza de que era el mejor para todos, y que en todo caso, sólo me correspondía a mí de decidirlo.

Sigo. Con todo esto… No, nunca he cogido la baja y he seguido trabajando. Ni por migrañas, síndromes extraños, ni abortos, ni intervenciones corre-corre-que-ha-prisa.

Y por primera vez, en todo este tiempo, me avergüenzo de mí misma, y ​​de no haberlo hecho en su momento. Porque con todo este escenario y debate que han generado últimamente estos tres temas (entre otros), me doy cuenta de que no lo he hecho en el momento que lo vivía porque pensaba que eran cosas mías, y que no era necesario explicar “porque total, Pous hace reír y no explica demasiadas desgracias salvo cuando ya son una anécdota”, porque no estaba segura de si alguien lo entendería, porque el trabajo no espera y al día siguiente será peor, porque, porque, porque…

¿Sinceramente? Lo acepto. He sido algo imbécil, y he normalizado tantísimo convivir con estas cosas, que sin darme cuenta, por un lado hago tuits reivindicando todos nuestros derechos, pero en realidad no había tomado conciencia de que me los había negado a mí misma .

Y esto es así. Lo acepto y hago autocrítica.

Y lo que me sabe más mal es que esta actitud mía es precisamente la que quizás no ha ayudado en su momento a alguna compañera que haya vivido lo mismo.

Y ahora me da rabia. Una rabia inmensa.

Y aunque sé a ciencia cierta que el problema es estructural y sistémico, y que es precisamente esa culpa que siento, la que sentimos muchísimas cada día en todo lo que hacemos o no hacemos, en realidad también es una trampa, ya no me da el hambre de colaborar nada al menos en estos temas, nunca más.

Por tanto, tanto si tengo o no tengo, tanto si quiero contar o no contar lo que me pasa, bastante ya, una mierda que aguantaremos las críticas de los machirulos.

No, si no te encuentras bien por lo que sea, no tienes que ir a trabajar.

No, no tengo por qué gastar y pagar más que alguien que no usa lo que quien sea necesita cada mes porque no tiene la regla.

No, no tengo que renunciar ni debatir con nadie el derecho a decidir sobre lo que hago con mi propio cuerpo.

No, no he sido el mejor ejemplo.

¿Y QUÉ?

No importa si me pasa a mí o no, o si yo lo he hecho o no, o si lo he vivido o no.

Ni un paso atrás.

Derecho a todos los permisos necesarios en caso de incapacitación por regla o lo que sea.

Derecho a abortar.

Derecho a no tener que pagar una morterada por una compresa o lo que sea que utilicemos cada mes.

Derecho a reclamar que se vacuna de una fucking vez todo el mundo y no tengamos que pasar por quirófano.

Derecho a decir que no voy a debatir absolutamente nada con quien no reconozca estos derechos.

Y hasta aquí mi chapa, por si alguien le interesa o le sirve.

Share.
Leave A Reply