Cuando se habla de techo de cristal, se entiende la situación bajo la que conviven mujeres que tienen profesiones que se entienden como masculinas a las que les cuesta mucho hacerse visibles y llegar a alcanzar cargos de responsabilidad. Las mujeres deben demostrar una valía a la que a sus compañeros hombres ya se les presupone por el mero hecho de ser hombres y haber cursado unos estudios concretos. Pero, ¿qué ocurre cuando este techo de cristal no afecta a una profesión típicamente masculina, sino a una bien feminizada como la enfermería?
Nueve de cada diez enfermeras somos mujeres. Tenemos una profesión vocacional, pero la vocación es sólo el punto de partida. Después debemos estudiar un grado universitario y a menudo completar nuestra formación con posgrados, másteres, una especialidad o el doctorado, sin olvidarnos de realizar formación continuada e investigación. Las enfermeras nos estamos formando continuamente y tenemos un alto nivel de experiencia. ¿Cómo se explica que la nuestra sea considerada una profesión de segunda? ¿Cómo se explican los agravios comparativos que a menudo aparecen con otras profesiones que tienen el mismo nivel académico? La respuesta está clara: por una cuestión de género.
La enfermería tiene un grueso techo de cristal que hay que romper para poder permitir la expansión de todo el conocimiento que genera la profesión, porque no olvidemos que tenemos una disciplina científica que genera conocimiento que acaba redundando en beneficio de toda la población. Un conocimiento y una utilidad social que no es menos importante que el que generan otras profesiones sanitarias. Entonces, ¿por qué otros profesionales de la salud cobran, de entrada, un 20% más que las enfermeras? Basta con mirar las tablas salariales de empresas del sector público. Y si nos fijamos en cargos políticos, ¿cuántas enfermeras encontramos? ¿Cuántas se hacen cargo de un ministerio o de una consejería de salud? Cuando se habla de científicas, ¿se piensa en las enfermeras?
Ya es hora de romper ese techo de cristal y hacer de la nuestra una profesión normal. Si lo consiguiéramos, supondría un gran paso en beneficio, no sólo de la profesión, sino de toda la población, y una muestra de madurez de la sociedad en la que vivimos.



1 comentari
Te doy toda la razón. Pero te falta hablar de la gran culpable de que estemos así: la profesión médica.