Francesc Torralba es filósofo, teólogo y docente. Tiene tres doctorados en tres universidades distintas: en Filosofía, por la Universidad de Barcelona; en Teología por la Facultad de Teología de Cataluña y en Pedagogía por la Universidad Ramon Llull. En este último centro universitario dirige la Cátedra Ethos. La Fundació Jaume Bofill ha publicado el informe “¿Somos críticos? Fundamentos para una educación comprometida”, escrito conjuntamente con la coordinadora de la Cátedra Ethos, Mar Rosàs. Hablamos con él sobre el papel del pensamiento crítico en la sociedad y en el sistema educativo.

¿Puede haber pensamiento que no sea crítico? Hay quien dice que todo pensamiento debe serlo. Que si no lo es no es pensamiento

Todo pensamiento, en esencia, comporta crítica, entendiendo por crítica discernimiento, análisis y capacidad de identificar aquellos elementos que son negativos de un contexto, de una sociedad, de un sistema. Si no es así, estrictamente no es pensamiento. Cuando uno se dispone a pensar se da cuenta de que hay muchos elementos que no funcionan de la sociedad, de las instituciones, del poder, de la iglesia… y eso necesariamente le lleva a ser una voz crítica. Además, hay formas de ejercer la crítica. Criticar va muy ligado a discernir. Quien piensa discierne, valora, analiza y hace juicios de valor: esto está bien, esto está mejor, esto está mucho mejor, eso está peor…

¿No hay nada que no esté sometido a la crítica?

La crítica puede ser positiva. Puedes decir que nuestro sistema universitario tiene muchos aspectos criticables, negativos. Por ejemplo, la masificación en relación a Cambridge u Oxford. Ahora bien, aquel que es tan excelente y que está en el número 1 reiteradamente, también es criticable. De acuerdo, son muy pocos en clase, tienen unas ratios y unos campus fantásticos pero son muy excluyentes en la medida en que sólo puede acceder a esos centros una tipología de estudiante del mundo que, aparte de tener un potencial económico y de notas excelentes, deja a las puertas a los demás. Quien piensa, critica. Lo que ocurre es que la crítica puede ser identificando factores negativos o factores positivos que deben reafirmarse, consolidarse y que no podemos perder. Podemos hacer una crítica a la democracia. ¡Por supuesto! Pero nuestra democracia tiene muchos elementos terribles, mejorables pero es mucho mejor que la de Pericles. Quien piensa, critica. Puede ser una crítica más profunda, más sustancial, más accidental, positiva, negativa… Hay crítica porque no hay sistema perfecto, universitario, de salud, de educación, penitenciario… La crítica es inherente al acto de pensar. Cuando piensas un objeto, por bueno que sea, ves ángulos oscuros, elementos mejorables.

“La crítica puede ser identificando factores negativos o factores positivos que se tienen que reafirmar, se tienen que consolidar y que no podemos perder” | Pol Rius

¿Se pueden discutir, por ejemplo, los derechos humanos que calificamos de universales?

En clase hablo de los 30 artículos y el prólogo de la Declaración de los Derechos Humanos. Primero hay que decir que han ido saliendo otras generaciones de derechos. Y segundo: la propia formulación de los derechos ha sido muy criticada. Algunos, por ambigua, por imprecisa; otros, por vaga. Todo individuo tiene derecho a la vida. ¡Muy bien! ¿Y qué es un individuo? ¡Ya estamos! Si es precisa no hay consenso. Si no es precisa, existe consenso. La Declaración, que es unánimemente citada en las cartas magnas de las democracias occidentales, es criticada por su ambigüedad, de modo que los grupos prolife se acogen a la Declaración pero los prochoice también. Unos dicen que son partidarios del derecho a escoger y el derecho a la libertad y otros dicen que son partidarios del derecho a la vida y ambas cosas están en la Declaración.

‘Críticos, sí; criticones, no’, se lee en el informe. ¿Cuándo y cómo se pasa de ser crítico a criticón?

Una cosa es ser crítico y otra, criticón. El criticón no es fruto de un análisis racional, ponderado, tranquilo emocionalmente. El criticón es aquel que lo revienta todo, casi diría que por despecho. Lo revienta todo porque la emoción le lleva a hacerlo pero no porque lo haya pensado a fondo. Es una crítica muy epidérmica. El crítico también es capaz de reconocer lo que va bien: “Esto es una conquista histórica. Esto debemos fortalecerlo. Ahora bien, aquí hay verdaderas carencias, limitaciones, oscuridades”. En cambio, el criticón tiene una actitud muy adolescente, pueril. Lo critica todo pero se queda en la superficie y no es capaz de ver lo que funciona y lo que realmente no funciona. Muy a menudo es para significarse, para dar la nota, para marcar la singularidad. El criticón es muy destructivo. Generalmente, es el espectador. Mira cómo los demás hacen cosas desde el balcón y les va dedicando juicios negativos. Él nunca hace de actor, nunca se implica. Se mantiene en la barrera y va criticando a quienes hacen algo. El crítico para tener legitimidad intelectual debe primero ser autocrítico. Está la heterocrítica, la crítica del otro, que es lo que hacemos más habitualmente: el político, el banquero, el empresario, el periodista, el publicitario, el profesor… Pero, ¿y la autocrítica? Lo que nos da legitimidad intelectual para criticar al otro es cuando uno somos capaces de autocuestionarnos. Critico mis convicciones, mis pertenencias, mis ideales, mi itinerario… es muy fácil criticar despóticamente al otro. Es lo que hacemos habitualmente. El pensamiento autocrítico no abunda en absoluto.

El pensamiento autocrítico no abunda en absoluto

En Twitter deben predominar los criticones

Twitter es una verdadera cloaca de criticones. Para criticar algo, como decía muy bien Blaise Pascal en los Pensamientos, tienes que conocer bien el objeto. Y para conocer muy bien el objeto debes dedicarle tiempo, debes estudiarlo a fondo. Pongo un ejemplo: Quiero criticar el pontificado de Ratzinger. ¿Usted cuántas encíclicas ha leído de Ratzinger? Son los textos básicos. Hizo tres. No puedes hacer esa crítica sin haberlas leído.

Twitter es una verdadera cloaca de criticones

El criticón critica a partir de titulares. Critica algo que ha oído o a partir de un titular. No se ha leído el documento. Esto significa tiempo y en la sociedad de la velocidad no hay tiempo. Vivimos mucho de tópicos y estereotipos. Lo veo en Filosofía. Para criticar a Aristóteles hay que dedicarle horas, leer sus libros, no recoger sólo tres frases muy hirientes. Si el que hace la crítica hubiera leído la totalidad de su obra vería que tiene elementos muy valiosos, incluso hoy, y elementos que realmente te preguntas cómo podría pensar esas cosas de la esclavitud, la mujer o la democracia. Pero deben leerse todos sus aspectos. El criticón vive de oídas y realiza un análisis muy epidérmico. El crítico de verdad es aquél que profundiza en el objeto y tiene paciencia. Antes de morder en la yugular, tiene paciencia y lee todo Nietzche o todo Marx. Marx aquí o aquí creo que flojea pero eso otro es valiosísimo. Y esto falta mucho. Estamos en la polarización, en contra o a favor. Es el imperio del maniqueísmo. A favor de la independencia o en contra, a favor de Marx o en contra, a favor de Judith Butler o en contra, o de Peter Singer, que defiende que los simios tengan derechos, o en contra. ¿Qué ha leído de Singer? ¿Una entrevista? ¡Hombre! Se ha leído su libro “Liberación animal”? ¡Ah, caramba! Ahora ya tiene posibilidades de realizar una crítica suya. Pero no hay tiempo por eso.

“El criticón vive de oídos y hace un análisis muy epidérmico. El crítico de verdad es aquel que profundiza en el objeto y tiene paciencia” | Pol Rius

Recuerda que el ‘pensamiento crítico’ caracterizó el mayo del 68 y ahora vuelve. ¿Es porque ese ‘pensamiento crítico’ fracasó?

Vuelve porque la crítica se quedó a medias, se quedó esbozada, no se transformó en un verdadero cambio de la realidad. Yo tenía un año en mayo del 68. Ahora podemos analizar todos esos ideales de cambio. Es necesario transformar muchos aspectos de la sociedad. Era partidario de todo tipo de libertades, civiles, expresión, pensamiento, movimiento, sexual. Hoy nuestras libertades están muy limitadas en muchos aspectos. Por ejemplo, si no tienes dinero, tu libertad queda muy limitada. ¿Por qué hace falta la crítica? Porque vivimos en un sistema que es una jaula. El sistema tecnocapitalista es una jaula. Si no hay crítica te vas quedando cada vez más encerrado. La crítica es lo que permite recuperar las conquistas y que no se pierdan. Estas conquistas son muy frágiles. Los derechos que tenemos no han nacido por generación espontánea. Detrás de los derechos que tenemos ahora, muchos se han dejado la piel. No nos han sido regalados. Hay que coger la antorcha de manos de quienes la han traído hasta aquí y seguir. A mis alumnos, les recuerdo que el derecho a voto de las mujeres es reciente en la historia. Las sufragistas inglesas se dejaron la piel para que puedan votar y hay chicas estudiantes que me dicen que ir a votar no sirve para nada, porque los políticos nunca cumplen lo que dicen. Aquí existe un peligro de retroceso. Mayo del 68 logró unos derechos, unas libertades, un nivel de emancipación, de empoderamiento de la sociedad civil, como se dice ahora. La amenaza de ver fagocitados estos derechos está siempre presente, la amenaza de jerarquías, de discriminaciones, de desigualdades. Hay que persistir en el pensamiento crítico. La cuestión es cómo se enseña, quién lo enseña y a cuántas instituciones no les interesa enseñarlo. Donde hay pensamiento crítico siempre hay una actitud que cuestiona el poder fáctico y, por tanto, es algo contradictorio que una institución que sea poder fáctico potencie el pensamiento crítico en su interior con el riesgo de que le corten la cabeza. Todo el mundo habla del pensamiento crítico pero ¿cómo se pone manos a la obra? Mis alumnos son más crédulos que nunca.

¿Vamos para atrás?

Más crédulos que nunca. ¡Una credulidad! ¡Lo he leído en Internet! ¿Tú sabes las toneladas de mentiras que hay en Internet? Lo he leído en Wikipedia. ¿Sabes los errores que existen en Wikipedia? Lo ha dicho un influencer que tiene cinco millones de seguidores. ¿Qué califica a este individuo para hablar de Ucrania, del SARS-COV-2, de Pegasus? ¿Sólamente que tiene cinco millones de seguidores? ¡Por el amor de Dios! Antes el principio de autoridad era el texto. Lo he leído en un texto. No significa que el texto fuese verdad. Por el texto pueden circular millones de mentiras y errores. Ahora, el principio de autoridad es la red y el número de seguidores que tienes. Si lo dice un influencer que tiene cinco millones de seguidores, es verdad. ¿Ah, sí? ¿Desde cuándo es verdad? O si lo dice un artista, o un jugador de fútbol, ​​o un premio Nobel de Literatura, que habla de Medicina o de Física y no tiene ni idea. Esto es terrible. Es un escenario de confusión brutal. Hay una enorme credulidad. El principal antídoto, la principal vacuna contra la credulidad es el pensamiento crítico y autocrítico. Cuando cuestionas esto se quedan sorprendidos. ¡Eslóganes publicitarios! Si compras ese coche serás feliz. La gente se lo compra y sigue siendo tan desgraciada como antes. Si compras este móvil serás más libre. Y la gente es más esclava. ¡Me han engañado! Ya, pero si compras este que es más caro y tiene más prestaciones serás más feliz. Y la gente vuelve a comprarlo. El pensamiento crítico naturalmente que no gusta al publicitario porque dinamita ese eslogan, que está hecho para que tú piques; compres, te gastes dinero, te conviertas en un consumidor. Si tienes esa nariz, si te pones esos senos, si tienes esos glúteos serás una mujer o un hombre feliz. Observo una credulidad enorme.

La principal vacuna contra la credulidad es el pensamiento crítico y autocrítico

¿Las tradiciones culturales y religiosas son un obstáculo para el pensamiento crítico?

Históricamente, ha habido unas confabulaciones de poder terribles y, por tanto, en algunos aspectos, las instituciones religiosas pueden haber caído en un acriticismo e incluso al legitimar el status quo. Pero cuidado con los personajes religiosos. Jesús fue un crítico respecto a los poderes fácticos de su tiempo de primer orden. Tan crítico que lo mataron, lo crucificaron. Si me hablas de las instituciones, en la medida en que existen lógicas de poder, intereses creados, puede ser muy fácil que el pensamiento crítico se evapore o desaparezca. Pensemos en tres personajes que son no sólo expresión del pensamiento crítico, sino del pensamiento proactivo a favor de los grupos más vulnerables. Martin Luther King, un icono, era pastor protestante. Este hombre lo que tiene en mente es el evangelio. Esto le lleva a ser enormemente crítico con una sociedad discriminatoria donde los blancos ocupan los puestos de poder y tienen todos los derechos y los negros no podían ir ni a la universidad. Este individuo, empujado por el evangelio, se convierte en un elemento crítico y, claro, lo asesinan. Un fundamentalista lo asesina, cuando tenía 39 años. Pongamos a Gandhi, un personaje religioso, hindú. Critica a la sociedad de castas, un elemento de su propia tradición, donde los parias no tenían ningún derecho y el colonialismo británico, mediante la no violencia que llevó a la liberación de la India. Admito que todas las instituciones tienen intereses creados, las políticas, las religiosas, las sociales, las educativas, las sanitarias… Pero no cabe duda de que hay personajes carismáticos dentro de las tradiciones religiosas que han sido críticos con la política, la sociedad, la educación de su tiempo. Edith Stein es una cristiana conversa del judaísmo que critica enérgicamente el nazismo. La matan en Auschwitz. A ella y a su hermana. Es monja del Carmelo, santa de la iglesia católica. Ahora bien, también te encuentras dentro de las tradiciones religiosas aquellos que han practicado el acriticismo, han aceptado el status quo porque les iba bien, la esclavitud, el colonialismo, la explotación de la mujer… En efecto, en las tradiciones religiosas ha habido personajes críticos e hipercríticos -Jesús es un ejemplo- y personajes que están en una situación acomodada y ya les va bien el discurso para seguir explotando al negro, al pobre, al indigente o al africano.

“El pensamiento crítico naturalmente no gusta al publicitario porque dinamita aquel eslogan, que está hecho para que tú piques” | Pol Rius

Con el nacionalismo y el patriotismo, ¿pasa lo mismo?

Aquí debemos ser muy autocríticos, también. A veces, hay formas de patriotismo y nacionalismo que son chovinistas. En Cataluña somos muy autocríticos, por crisis de autoestima, porque no somos lo suficientemente buenos, lo suficientemente mejores, lo suficientemente excelentes. Hay nacionalismos que son imperativos, colonizadores y se miran el ombligo: nosotros somos el centro del mundo y los demás deben aprender de nosotros. Esto genera resentimiento y animadversión en los demás. Una cosa es amar a la patria, amar a tu país. Otra cosa es considerar que tu país es una especie de Ítaca, incólume a los errores, que no tiene pecado original. Toda patria humana tiene defectos, sea Francia, Cataluña, sea la que sea. Esa autocrítica es la que nos permite mejorar. Sin embargo, hay planteamientos patrióticos, que dicen que son el centro del mundo, son los mejores, que lo saben todo, y los demás unos pobres desgraciados a los que convenceremos y adoctrinaremos. Esto trae formas de eurocentrismo, de americanocentrismo. Puede existir un nacionalismo y puede existir un patriotismo, pero si tiene ese espíritu autocrítico tiene el antídoto para no convertirse en un fanatismo nacionalista o patriótico. Donde hay fanatismo hay ceguera mental, como decía Saramago. Donde hay fanatismo, la capacidad autocrítica ha desaparecido. Y eso lo diría para un cristiano, para un judío o para un catalanista fanático. ¿Usted no es capaz de ver las carencias que tiene su nación, las limitaciones que tiene su tierra, los terribles episodios oscuros de su historia? Usted ha construido una patria que no existe, que está en el mundo de las ideas pero no está arraigada en la tierra.

Donde hay fanatismo hay ceguera mental, como decía Saramago

¿En el debate actual Cataluña-España actual qué predomina: el pensamiento crítico o el fanatismo?

No predomina el pensamiento crítico o autocrítico. Lo que predomina son los discursos paralelos, que no se tocan, sin campos de intersección. El independentista lee independentista para reafirmarse en sus tesis. ¡Cuánta razón tenemos! ¡España es una basura! ¡Parece mentira! Un discurso que vas retroalimentando con los tuyos. Y el no independentista, o unionista hace exactamente lo mismo. Consecuencia: se crean como dos esferas con su propio relato cada vez más confirmado y que sólo con tocarse saltan chispas. Esto también ocurre en otros campos. A mí me interesa mucho el diálogo entre creyentes y no creyentes. He hecho un par de libros al respecto, con Vicenç Villatoro y Teresa Forcades, personas diferentes que yo de las que me interesa saber por qué creen en lo que creen o porqué no creen en lo que yo creo. Son ejercicios que siempre nos inquietan. Cuando uno habla con aquél que no es de los suyos y le escucha a fondo empieza a plantearse si sus convicciones son tan sólidas o tan profundas, o el relato que le han contado es tan redondo, o si tiene muchas fisuras. Si sólo hablas con los convencidos de tu bando es terrible, porque tu cabeza se va haciendo cada vez más pequeña, cada vez eres más provinciano, llegas a pensar que todos ven el mundo como tú y que el que no lo ve así es un estúpido. A esto se le llama polarización de los relatos. Uno va generando un discurso cada vez más compacto. El otro también. Pero no existe interacción. Y cuando interaccionas llegan las dudas. ¿Y si tuviera razón en que no hay Dios? Porque los argumentos que da no son estúpidos.

Uno va generando un discurso cada vez más compacto. El otro también. Pero no existe interacción.

¿Y si tuviera razón que hay Dios? Por qué los argumentos que da tampoco son tan estúpidos. ¿Y si tuviera razón que la mejor forma de organizar este país sería con la independencia? ¿Y si tuviera razón el otro? La duda es lo que no soporta el pensamiento único. Es ese puñetero “y si”, esa sospecha. Dediqué un libro a los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. La sospecha es poner en cuestión lo que siempre te han dicho como verdad. ¿Y si Cataluña no fuera una nación? No fastidies, tú; esto no estoy dispuesto a pensarlo. ¿Y si España no fuese una nación? No fastidies, tú; esto no estoy dispuesto a pensarlo. ¿Y si no hubiera vida eterna? Ostras, no; eso sí que no estoy dispuesto a pensarlo. Uno hace pensamiento crítico cuando se dispone a pensar lo que no le gusta pensar, cuando se dispone reflexionar sobre lo que le incomoda reflexionar porque hará que se tambaleen sus cimientos. Esto nunca lo hacemos porque nos es mucho más cómodo que no nos toquen los cimientos e ir subiendo el edificio. En cambio, cuando dialogas con el otro dices: ¡a ver si me habré equivocado de verdad!

¿Esta credulidad que detecta en los estudiantes universitarios también se da a niveles inferiores del sistema educativo?

También. Hablaría de una credulidad digital. Estos chicos y chicas han sacralizado a los influencers, son los nuevos dioses. Hoy hablamos de un politeísmo digital. Es un politeísmo digital y espumoso. Espumoso porque duran muy poco, como la espuma sobre la bañera. Es una estrella pero al poco tiempo se ha volatilizado y nadie habla nunca más de él. Es un politeísmo como el griego y el romano, pero muy volátil -por eso lo llamo espumoso- y digital. Hoy, el Olimpo es la red. Nunca les tocas. Estas divinidades que tienen cinco millones de seguidores y viven en Andorra para desgravar fiscalmente no las tocas nunca, ni ves cómo viven, pero tienen una enorme influencia. Se produce un fenómeno de mimesis, de imitación de masas. Si el influencer dice que todos deben ponerse estos pantalones, al día siguiente se venden dos millones de pantalones, todos deben ponerse este pin, todos deben hacerse veganos o ecologistas como yo, y se hacen, todos deben ir a este resort, si pueden, y la gente hará esfuerzos para ir… De tal modo que las marcas ven negocio ahí. Le ofrecen productos a éste individuo es productos para que los vaya anunciando, porque tiene autoridad ante esos chavales. Estoy hablando de chicos y chicas de 14, 15, 16 años. Se produce lo que llamaríamos una imitación gregaria. Esto lo han estudiado Freud, Ortega… No hay nada nuevo. Y nunca se cuestiona a estos influencers. ¿No veis que os está tomando el número, que está vendiendo marcas, que vive como un marajá y tú eres un matado con un trabajo precario que con mil euros no puedes ni irte de casa? Sencillamente, es la nueva divinidad, que va a durar lo que va a durar. Poquísimo. La longevidad de estos dioses es muy baja.

Hoy hablamos de un politeísmo digital. Es un politeísmo digital y espumoso

La credulidad es un mal endémico de nuestra sociedad y la encontramos en los universitarios, los adolescentes, los jóvenes. El niño pequeño es lógico que sea crédulo. Cree lo que dice su madre: los Reyes, el caga tió, el ratoncito Pérez,… Todo esto forma parte de la vida infantil. Ahora bien, hay un momento, con el crecimiento, que cuestionan estas creencias. Las cuestionan pero las sustituyen por otras. A mis alumnos universitarios, de unos veinte años, les pido que pongan en una columna las creencias que tenían cuando tenían cinco añitos. Te las puedes imaginar: que los padres lo saben todo, que Dios existe, los Reyes Magos, que la gente es buena,… una visión muy pueril del mundo. En una segunda columna ponme qué creencias tiene ahora. Prácticamente se queda vacía. ¿Crees que si tienes dinero serás feliz? Y está lleno de gente adinerada que se tira por la ventana. ¿Crees que estudiando tendrás un trabajo digno? Hay gente con cuarenta años y trabajos precarios. ¿Crees que lo que dice ese influencer te mejorará la vida? Y te conviertes en un esclavo de las marcas. ¿Crees que el móvil te hará libre? Y eres un esclavo. Estás lleno de creencias falsas. Has sustituido las creencias de cuando eras pequeño por otras que son tanto o más alienantes que aquellas. El pensamiento crítico no es sustituir una creencia por otra es cuestionar la creencia y ver su legitimidad intelectual.

“La credulidad es un mal endémico de nuestra sociedad y la encontramos en los universitarios, a los adolescentes, en los jóvenes” | Pol Rius

¿Los maestros actuales promueven el pensamiento crítico o adoctrinan?

Hay de todo. El adoctrinamiento, por desgracia, es una tentación siempre presente. Y, tristemente, también en la Universidad. Aquel que aprovecha su clase para decir ‘ahora es la mía’ y hacer adoctrinamiento político, nacionalista, ecologista, de lo que quieras, amparándose en la libertad de cátedra. Siempre es una tentación. Además, como existe un desequilibrio de conocimientos, puede aprovecharse de la clase de Historia para hacer adoctrinamiento del tipo que sea. Afortunadamente, también está el profesor en la Universidad y también, naturalmente, primaria, ESO o Bachillerato, que aprovecha el aula para que sea una caja de resonancia de pensamiento crítico, que dice a los alumnos “escuchad, os están engañando como quieren, para que compréis lo que quieran, os están manipulando la cabeza de qué manera. Siempre hay voces proféticas, resistentes. Si tienes un profesor de estos –yo tuve uno-, te abre los ojos y te ensancha los oídos. Los demás es discurso único, te ponen en la autopista. El otro te enseña un sendero, un sendero por el que nadie transita y entonces ves cosas que nunca habías visto.

¿Por qué triunfan personajes como Trump o Bolsonaro? ¿Falla el pensamiento crítico?

Sí. El populismo, el neopopulismo, de derechas o de izquierdas, ofrece soluciones mágicas a problemas sumamente complejos: el paro, la inmigración, el cambio climático, la robotización. Esto te lo resuelvo en cinco minutos. Y a la gente le gusta esto. Lo que ocurre es que no puede resolverlo en cinco minutos. El populismo tanto más va a ganar terreno cuanto más arrinconado esté el pensamiento crítico. Lo único que puede hacer frente al populista es el pensamiento crítico. ¿Sabe que esto que dice no tiene ninguna consistencia intelectual? Pero cuanta más ignorancia y credulidad hay, más terreno gana el populista. Lo voto porque me va a resolver el problema del paro, el problema de la vivienda, el problema de la energía. El populista sabe a ciencia cierta que no podrá resolverlo. Es un cínico. Pero lo que quiere es el voto. Y, por tanto, engaña. ¿Qué genera esto? Más frustración, mayor actitud pasiva ante una democracia que no resuelve los problemas. Es lógico. Tú has confiado en ese mesías y finalmente está sentado en la Casa Blanca, la Moncloa o donde sea y no resuelve los problemas, porque no puede resolverlos de la forma que había previsto. Y si lo resuelve de otro modo, desilusiona también. ¡Esto no es lo que nos habías dicho! Os lo había dicho para tener los votos, me habéis votado y ahora tengo el poder cuatro años. El único antídoto real al populismo es el pensamiento crítico.

El populismo, el neopopulismo, de derechas o de izquierdas, ofrece soluciones mágicas a problemas sumamente complejos

¿Los medios de comunicación fomentan el pensamiento crítico o no lo hacen?

Aquí también hay que hacer distinciones. Hay medios que introducen muchos elementos críticos de la democracia, del nacionalismo, de la iglesia y, por tanto, ponen en la superficie lo que estaba escondido y eso debe agradecerse, porque hacen un ejercicio de transparencia y de identificación de zonas oscuras de la sociedad, de personajes que tenían reputaciones angélicas y después resulta que eran verdaderos corruptos. Ahora bien, también hay medios que obedecen al pensamiento único porque “poderoso caballero es don dinero”. Si estoy en este medio y ese medio lo paga X, nunca criticaré a X, porque me va en ello el salario. Criticaré a Z, F, J, pero a X nunca. ¡Hombre! Hay mucha crítica entre los medios y sobre todo de los outsiders, aquellos que carecen de intereses creados y pueden criticar abiertamente porque son voces libres, no están secuestradas.

“Hay medios que introducen muchos elementos críticos de la democracia, del nacionalismo, de la iglesia y, por lo tanto, ponen a la superficie aquello que estaba escondido y esto se tiene que agradecer” | Pol Rius

Habla de un pensamiento crítico transversal que permita decidir al servicio de qué concepción del mundo ponemos nuestras competencias. ¿Al servicio de qué concepción deberían ponerse nuestras competencias?

Esto tiene que ser fruto de un discernimiento. Lo que no puede ser es que tu talento lo pongas al servicio del primero que te ofrece 3.000 euros a fin de mes. Tú tienes un talento, unas destrezas. La pregunta es ¿al servicio de quien quieres ponerlas? Puedes ponerlas al servicio de la iglesia, del ejército, de un partido político, de una ONG. Una persona crítica es aquella que primero conoce qué activos tiene, qué fortalezas tiene, y entonces es capaz de decir que optará por trabajar aquí y no allá, porque ve que aquí son ecosostenibles, o tienen sensibilidad hacia los grupos más vulnerables o porque es una empresa que tiene una huella de carbono cero. Aquí me interesa poner el talento. Allí me pagan muy bien pero destruyen el medio ambiente, son machistas y resulta que, además, son excluyentes con los grupos vulnerables, no tienen a ninguna persona con síndrome de Down o discapacitada. No me interesa. Una persona formada críticamente es aquella -sobre todo la élite- que, teniendo talento, discierne dónde pondrá su talento y dónde no. Y esto es muy importante.

Tú tienes un talento, unas destrezas. La pregunta es ¿al servicio de quien quieres ponerlas?

¿Que se extienda mucho este pensamiento crítico es garantía de que tengamos un mundo mejor?

Es garantía de corregir los enormes defectos que tenemos en nuestro sistema y, por otra parte, también mantener y fortalecer firmemente las conquistas históricas. La perfección no existe. Mientras haya ser humano, no hay perfección. Todo es imperfecto, familias, instituciones… Pero existen grados de imperfección. Nuestra democracia es imperfecta pero es más perfecta que la de Pericles. Nuestro sistema educativo es imperfecto pero es más perfecto que el que existía en el siglo XIX. Nuestra manera de entender a las personas con discapacidad es imperfecta pero es más perfecta que como era cincuenta años atrás. El reconocimiento de los derechos de la mujer que tenemos hoy es imperfecto pero es más perfecto que cincuenta años atrás, en muchos campos, empresa, deporte, ejército, mossos… Un pensamiento crítico es el que permite ver luces y sombras e ir acercándonos a esta sociedad mejor. Es asintótico, nunca lo tocas, pero es mejor educativamente, sanitariamente, las prisiones… ¿Cómo eran las prisiones hace cincuenta años, cómo era la Modelo? ¿Cómo son hoy? Naturalmente que en algunos lugares son verdaderas jaulas pero es muy diferente y mejor que lo que teníamos antes o como se plantean hoy los procesos de reinserción, de acompañamiento, de cambiar a aquella persona para que se regenere y vuelva a la sociedad. El pensamiento crítico es el gran instrumento para mejorar la sociedad.

El pensamiento crítico es el gran instrumento para mejorar la sociedad

Suena bien pero hay elecciones en Andalucía y va a subir mucho la extrema-derecha de Vox, hay una guerra terrible en Ucrania, hambre en el mundo…

La credulidad es el campo de cultivo número 1 del populismo y cuanta más haya más triunfarán este tipo de mesiánicos que plantean soluciones perfectas a problemas muy complejos que piden sacrificios, deliberación. La gente no quiere saber nada de esto, quiere soluciones fáciles. ¿Usted me las da? Lo voto. Luego sale y no puede aplicarla y si la aplica, fracasa, y cuando no puede aplicarla, frustra a todos.

¿Nunca ganará el pensamiento crítico?

Creo que sí, porque en la medida en que las personas se den cuenta de la insostenibilidad del populismo verán que deben votar a otro tipo de personajes. Ahora bien, para darse cuenta de esto se debe sembrar mucho. Yo tengo cierta esperanza.

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1 comentari

  1. María Ángeles Araya González on

    Hola, me gustaría seguir recibiendo este tipo de entrevistas que animan a generar el pensaminto crítico. Soy fiel seguidora del pensamiento de Francecs Torralba. Estoy cursando una maestría en Bioética y me interesan todos estos problemas que atentan contra la vida.

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