Los humanos llevamos interactuando con los animales desde los orígenes de nuestra especie. Esta relación nos ha traído beneficios, como poder cultivar mejor el campo o alimentarnos de forma saludable, pero también perjuicios como las enfermedades zoonóticas, causadas por gérmenes nocivos que llevan a los animales y que pueden transmitirse a las personas.
El último capítulo sobre estas patologías lo protagoniza la viruela del mono , una zoonosis viral endémica en África que desde hace unas semanas acumula 257 casos fuera del continente , 98 reportados en España.
De acuerdo con un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ( FAO ), el 75% de las patologías infecciosas son de origen animal. Estos virus, bacterias, parásitos y hongos ocasionan problemas tanto leves como graves e incluso pueden llegar a provocar la muerte. Además, se propagan mediante contacto directo o mediante alimentos, agua o medio ambiente.
Las enfermedades zoonóticas, de las que ya están identificadas más de 200 tipos, van en aumento y se propagan más y más rápido.
Ya hay identificadas más de 200 enfermedades zoonóticas , que aumentan y se propagan más y más rápido. Afortunadamente, algunas pueden prevenirse íntegramente mediante métodos como la vacunación.
Érase una vez…las zoonosis
A lo largo de la historia, estas patologías infecciosas han influido en el ser humano y todo parece indicar que lo seguirán haciendo a escala planetaria. Las primeras civilizaciones de Oriente Medio, como Egipto y Mesopotamia, ya documentaban la existencia de la rabia . Esta antiquísima enfermedad zoonótica es causada por un virus de la familia Rhabdoviridae y se propaga a través de mordiscos o arañazos por un animal infectado.
La forma más eficaz de combatirla es la vacunación de los perros domésticos, puesto que son los principales responsables de la propagación. Actualmente, la rabia se concentra en poblaciones pobres y vulnerables de Asia y África.
A lo largo de la historia, las zoonosis han influido en el ser humano y todo parece indicar que lo seguirán haciendo a escala planetaria.
Mucho más letal fue la peste negra , que causó la muerte a 50 millones de personas y generó una gran alarma entre la población del siglo XIV. La causante de esta conocida masacre fue la bacteria Yersinia pestis , que habita en pequeños mamíferos y en las pulgas que les parasitan.
Su rápida propagación vino motivada por el contacto frecuente con ratas y pulgas y las precarias condiciones de vida que se daban en la Edad Media. Hoy, la peste sigue afectando a casi 3.000 personas en todo el mundo y se considera endémica en varios países como Madagascar, República Democrática del Congo y Perú.
En 1986, se detectaron los primeros casos de encefalopatía espongiforme bovina ( EEB ) en Reino Unido. La ‘enfermedad de las vacas locas’ consiste en la acumulación de la proteína prion en el tejido nervioso y se transmite consumiendo carne contaminada.
Según la Organización Mundial de Sanidad Animal ( OIE ), el riesgo de infección se produce cuando el alimento está contaminado por material orgánico derivado de otros herbívoros. Tras obtener datos concluyentes e identificar las causas de la EEB, se dejó de alimentar a las vacas con el pienso que originó este episodio zoonótico.
A punto de entrar en el nuevo milenio, en 1997, conocimos la gripe aviar . Esta nueva patología de origen animal es provocada por subtipos del virus Influenza A que afectan a las aves, aunque algunas de sus cepas pueden infectar puntualmente a los humanos y otros mamíferos.
Desde finales de 2019, la humanidad convive con un nuevo virus, el SARS-CoV-2, que ha supuesto la primera gran pandemia del siglo XXI.
De 2004 a 2006 el virus se propagó entre las aves de corral de Asia en Europa y la Organización Mundial de la Salud ( OMS ) advirtió que la gripe aviar tenía potencial para convertirse en una pandemia. Si bien todavía no existe una mutación del virus que facilite la transmisión entre las personas, siguen apareciendo noticias de contagios en humanos a través de cepas nuevas .
Desde finales de 2019, la humanidad convive con un nuevo virus, el SARS-CoV-2, que ha supuesto la primera gran pandemia del siglo XXI. Más de dos años después del primer brote, se sigue investigando qué animal fue el responsable de que este virus saltara a humanos y si hubo un transmisor intermedio. ¿El principal sospechoso hasta ahora? El murciélago.
A esto hay que sumar, en 2022, el brote del virus de la viruela del mono ( monkeypox ). Aunque no es la primera vez que sale de África, ahora ha llegado a varios países de Europa. Afecta a la población general y se transmite en cualquier contexto que implique un contacto estrecho, no necesariamente por vía sexual . Ya se ha conseguido la secuenciación completa .
¿A qué se debe la proliferación de estas enfermedades?
Las enfermedades zoonóticas no son fruto de la casualidad, sino que detrás de su proliferación coinciden numerosos factores , que influyen tanto en los agentes patógenos (gérmenes) como en sus huéspedes (humanos y animales).
Los cambios o mutaciones que sufren ambos para adaptarse al entorno se conocen como factores biológicos. Por lo general, cuanto más simple es un organismo, más rápidamente cambia y da lugar a diversas variantes de una misma especie. Lo que estamos viendo de cerca con el SARS-CoV-2.
Los factores físicos, como el clima o la meteorología, determinan la supervivencia (o multiplicación, si la posee) del patógeno fuera del hospedador original. Es decir, que estos elementos brindan a virus, bacterias, parásitos y hongos diversas oportunidades para que puedan transmitirse a otras especias.
Sería un error hablar de un listado de animales a vigilar porque estas situaciones son imprevisibles. La cuestión es que la interacción con animales es cada vez más intensa, tanto a nivel doméstico, como en el mundo salvaje.
La alteración en los ecosistemas se incluye dentro de los factores ecológicos, entre los que también figuran la deforestación, los desastres naturales o la agricultura intensiva. Elisa Pérez, viróloga veterinaria en el Centro de Investigación en Sanidad Animal ( INIA-CSIC ), explica que “la pérdida de biodiversidad afecta gravemente al equilibrio de los ecosistemas. Los sistemas depredador-presa se ven alterados, algunas especies sufren la carencia de alimentos y de refugio, etc. Todo esto debilita el sistema inmunitario de los animales y aumenta el riesgo de que aparezcan nuevos virus o variantes”.
El experto en estudios ecoepidemiológicos y profesor de la Universidad de Barcelona ( UB ), Jordi Serra, añade: “Nos hemos dedicado principalmente a combatir la pérdida de biodiversidad más visible e inmediata como los incendios o la deforestación. El problema es que nos olvidemos que las dinámicas entre microorganismos también cambian. Estas alteraciones no son inmediatas y son más difíciles de percibir, pero también desempeñan un papel importante en los episodios de zoonosis”.
Las migraciones humanas, por ejemplo, se han asociado históricamente con la aparición y difusión de nuevas patologías. Este fenómeno se ha agravado con los viajes en avión.
Este fenómeno se ha agravado con los viajes en avión, permitiendo que agentes infecciosos puedan llegar a cualquier parte del mundo en 24 horas. Ha sido el caso de virus como el ébola o el del Nilo Occidental.
Ricard Parés, presidente del Consejo del Colegio Oficial de Veterinarios de Barcelona ( CCVC ), lo ilustra con la situación en Ucrania: “Allí todavía hay animales salvajes con rabia que pueden transmitirla. Cuando se les ha proporcionado ayuda humanitaria a estas personas, que es lo más primordial, es necesario ver si llevan mascotas con ellos. Éstas podrían reintroducir enfermedades ya controladas en territorios donde no es obligatoria la vacunación”.
Por otra parte, la explotación intensiva, ya sea agrícola, ganadera o piscícola, también es otro elemento a tener en cuenta. En el mundo actual se explotan tanto animales locales como especias nuevas o exóticas. En este sentido, destacan los mercados húmedos , caldos de cultivo idóneos para que surjan patologías como la gripe aviar y la Covid-19.

Situaciones imprevisibles, vigilancia requerida
Entonces ¿habría que identificar y vigilar una serie de animales potencialmente peligrosos para nuestra salud? “Sería un error –comenta Parés–, ya que estas situaciones son imprevisibles. A nivel doméstico se abre el abanico de lo que se considera una mascota. Los cerdos vietnamitas o reptiles como iguanas o tortugas son un buen ejemplo de ello. Por otra parte, en el mundo salvaje también existe más interacción a través de actividades turísticas, como los safaris en África. No es necesario generar alarma, simplemente son factores a tener en cuenta”.
El comercio en torno a los animales exóticos, ya sea legal o ilegal, influye también en los episodios de zoonosis.
El comercio en torno a los animales exóticos, ya sea legal o ilegal, influye también en los episodios de zoonosis. Al trasladarlos a lugares distintos de su hábitat, a menudo a miles de kilómetros, las enfermedades infecciosas que podrían sufrir viajan.
Es lo que ocurrió en el 2003 con el primer brote de viruela del mono que se registró fuera de África, en EE.UU. Las personas que contrajeron la infección fueron contagiadas por sus mascotas, unos perritos de las praderas. Estos roedores, en la tienda de animales, estuvieron en contacto con unos mamíferos procedentes de Ghana, que les transmitieron el virus.
One Health : la salud depende de todo y de todos
Dada la gran cantidad de factores que influyen en la aparición y propagación de las zoonosis, no resulta extraño que los intentos por proteger nuestra salud sean cada vez más multidisciplinares y colaborativos. En este sentido, en los últimos años ha cobrado bastante el concepto One Health , que reconoce que la salud de las personas está estrechamente relacionada con la de animales, plantas y medio ambiente. Es necesario que los profesionales de estas y otras áreas se comuniquen y colaboren para afrontar nuevas amenazas.
Es necesario fortalecer los sistemas sanitarios, sobre todo a nivel primario. Dado que la pandemia nos demostró, un problema de salud en un rincón alejado del planeta es un problema comunitario.
Adelaida Sarukhan, redactora científica sobre virus emergentes en el Instituto de Salud Global de Barcelona ( ISGlobal ), explica que la salud debe concebirse a escala global, y no sólo desde el global north (norte global, en español) como fines ahora.
“Para construir una salud global es necesario colaborar para generar y compartir datos de calidad. Es esencial que se dediquen los recursos adecuados para ayudar a los países de renta media y baja a producir y analizar estos datos. La otra piedra angular -prosigue Sarukhan- es fortalecer los sistemas de salud, sobre todo los primarios. La pandemia nos demostró que un problema de salud en un rincón del planeta es un problema comunitario”.
La clave: la vigilancia
El trabajo conjunto puede ayudar a predecir el riesgo de infección humana. Sarukhan comenta que la acción más importante para identificar un brote zoonótico y evitar epidemias o pandemias es la vigilancia.
“Se piensa que hay unos 300.000 virus desconocidos, sólo en mamíferos, susceptibles de saltar a lo humano. Identificarlos e investigarlos puede costar entre mil y cinco mil millones de dólares, que no se compara con el coste humano, social y económico de una pandemia”, añade.
Hay unos 300.000 virus desconocidos, sólo en mamíferos, susceptibles de saltar a lo humano. La acción más importante para identificar un brote zoonótico y evitar epidemias o pandemias es la vigilancia.
“Los ciudadanos podemos ayudar con cosas muy simples: no dando comida a animales silvestres, como los jabalíes, que pueden ser portadores de la hepatitis E.; o evitando dejar basura fuera de los contenedores, ya que esto les atrae. Para impedir la proliferación de mosquitos, que pueden ser transmisores, es necesario procurar no tener recipientes con agua en casa. Y, finalmente, pero no menos importante, lavarse las manos”, sostiene Jordi Serra, investigador de IRBio .
Cuando las poblaciones humanas crecen y expanden, las personas aumentan el contacto con animales y enfermedades nuevas. “Necesitamos ciudadanos informados y conscientes de que sus acciones diarias tienen un impacto sobre la naturaleza y la salud”, concluye Elisa Pérez.


