Escribo desde la delgada línea que separa el despecho personal del académico, one more time.
Como gay que acaba de rechazar involucrarse en un modelo de relación poliamoroso he sido despojado de todo mi halo de progresía, y my loneliness is killing me, para qué engañarnos. Ahora mis compañerxs queer me miran con recelo, me he convertido en un conformista, mi deseo sostiene la norma, soy la franja negra en la bandera arcoíris: “más de lo mismo.” A su modo de ver, una estafadora totalmente, pero how was I supposed to know? ¿Desde cuándo la teoría queer identifica unívocamente lo distinto o lo alternativo con lo políticamente deseable?
Sigo la reflexión de Ben Nichols en Same Old (2020) para preguntarme si hay espacio para “lo de siempre” dentro de lo queer. Porque I must confess, I still believe.
En Same Old, Nichols muestra cómo los conceptos fluidez, dinamismo, flexibilidad, diferencia, o novedad conforman el eje de la teoría queer, que los lee como lo alternativo y en tanto que alternativo, anti-normativo. Según él, la teoría queer opone estos conceptos a otros como estabilidad, rigidez, conformismo, repetición, o copia, que considera referidos a un desinterés por el cambio y, por lo tanto, reaccionarios. Esta lógica que enfrenta lo diferente a lo mismo, y en la que cada extremo representa una posición política ha convertido lo queer en una ontología que incorpora y pone en valor todo aquello capaz de producir novedad o alternativa ante la realidad actual. En consecuencia, favorece que se rechace por reaccionario todo aquello que refiera a la reproducción de lo de siempre.
La efectividad política de esta ontología queer que ha creado un imaginario infinito y utópico de combinaciones identitarias abstractas a las que se les presuponen características transgresoras en virtud de su diferencia está siendo desmitificada por autores –en su mayoría trans– como Kadji Amin, a quien cita Nichols en su obra. El trabajo de Amin se dirige precisamente a desidealizar lo queer poniendo en duda su lógica interna alegando que la priorización y producción de la diferencia que caracteriza a los estudios queer reduce su valor teórico al de simple extensión del método taxonómico clásico. Y nadie debería confiar sus objetivos políticos anti-identitarios al modelo científico clasificatorio que generó el problema. La idea era buscar objetivos comunes, no sólo ampliar el menú de identidades cada vez más abstraídas.
El análisis de obras literarias que lleva a cabo Nichols ofrece ejemplos que ponen de manifiesto lo inefectivo de alinearse con una lógica que tiende a considerar que lo radical está solo en la diferencia. En los distintos capítulos del libro, Nichols expone casos en los que el sexismo, la homofobia o el racismo no funcionan dentro de esta lógica retórica que opone lo distinto a lo de siempre condenando al segundo a la impotencia política. A partir del análisis de los textos que recoge, Nichols suscribe la utilidad de desmitificar lo queer, de cuestionar su preferencia por lo diferente y de prestar atención a la denigración de lo de siempre que implica. Su propuesta es la de reconducir los estudios queer hacia las formas de marginalización y exclusión social que viven las personas no heterosexuales al margen de la deriva teórica de la disciplina.
No escribo esto sólo porque mi repentino deseo monógamo y mi tremenda obstinación gay me hayan hecho cuestionarme los conceptos y los valores que definen lo queer en términos de oposición. Oh baby, baby. How was I supposed to know? Lo escribo desde el convencimiento de que, como académicxs queer deberíamos preguntarnos sobre la necesidad de novedad y diferencia que justifica el proyecto político queer en determinados ambientes. Al fin y al cabo, sabemos que la repetición de lo mismo es la única forma de (re)producción que tienen las culturas minoritarias para asegurarse la supervivencia, y la rapidez que se nos exige para teorizar nuevas formas de relacionarnos, nuevas direcciones para nuestro deseo, y nuevas identidades, puede no siempre contribuir a mejorar nuestras vidas.
Same Old es un alegato en favor de unos estudios queer que produzcan “más de lo mismo” para asegurar la (re)producción de las vidas LGTBIQ+ en un contexto en el que su conservación y difusión aún no están aseguradas. Su mensaje es fácilmente extrapolable al contexto español, en el que la literatura LGTBIQ+ y la educación en temas de sexualidad entran o salen de bibliotecas y aulas según los resultados electorales. “Sin instituciones sólidas dedicadas a transmitir y desarrollar la historia y cultura queer, las personas queer se ven abocadas a tener que inventar la rueda una y otra vez” dice Nichols.
Los testimonios de reasignación sexual, la repetición de historias de salida del armario, la vida ordinaria y lo mainstream; este “más de lo mismo” que no está motivado por la búsqueda de lo alternativo, que no vende libros, y que no atrae financiación conforma el archivo histórico que nos pone en común, en el que podemos mirarnos y redescubrirnos, donde podemos ver qué ha cambiado y qué sigue igual.
Aunque Nichols lo desarrolla lúcidamente en su libro, nada de esto es nuevo. Distintas figuras del feminismo lo han defendido antes. Jane Elliot, a quien en un acto imperdonable de tediosa repetición Ben Nichols cita en su libro, apuntaba que “las cosas pueden ser verdad durante más tiempo del que resultan interesantes”, y por supuesto, Britney Spears, que lleva desde tiempos inmemoriales apelando a la (re)producción de lo homo-géneo: “Hit me, baby, one more time.”


