Una jornada calurosa, calurosísima, en la capital italiana vio caer a Draghi, el hombre que la política trajo para solucionar lo que ella misma había destruido. Quien hace apenas 17 meses era visto como un salvador dentro y fuera del país tuvo que salir casi por la puerta de atrás. Se fraguó durante la jornada la ya típica crisis de Gobierno italiana, otra más, casi 70 desde 1946 y que arrastra, en su explosión, a quien se encuentre en el camino.

Este miércoles, el expresidente del BCE se presentó a primera hora de la mañana dispuesto a recomponer las fisuras en el consenso del seno de su Ejecutivo, nacido a través de un amplio acuerdo nacional para sacar a Italia de la crisis derivada de la COVID. Se mostraba abierto y, sin más miramientos ni estrategias, seguiría adelante si conseguía un apoyo unánime. Pero no pudo ser, ni su experiencia de tecnócrata, ni su reputación internacional impoluta, ni la petición de más de 1.600 acaldes italianos, rectores y sectores de la sociedad civil. Draghi recibió más síes que noes durante la votación de confianza pero ya todo estaba perdido. No se trataba de una cuestión numérica, sino de si la viabilidad de su gobierno seguía en pie. Y ayer fue amputado.

El artífice de la crisis, abierta hace una semana cuando Mario Draghi intentó dimitir, fue el M5S. Es un partido en descomposición desde hace meses, que ha perdido más de 20 puntos según las encuestas y que ha pasado de haber sido la fuerza política más votada en 2018 a terminar la legislatura con una gran escisión, los más de 60 parlamentarios que siguieron al ministro de Exteriores Luigi di Maio y decenas de tránsfugas que en estos cuatro años han abandonado a la formación.

El Movimiento (M5S) populista ha virado, demasiadas veces en este tiempo, de postura y ha pagado un precio por sus decisiones: los votantes no encuentran a Giuseppe Conte como una referencia de liderazgo. Cuando el jueves pasado salieron del aula ante el voto de una medida fundamental para el país, el “decreto ayudas”, Draghi dijo basta. Los desencuentros de los últimos meses habían llegado a un límite y el aún primer ministro no consentía esa falta al voto en un tema fundamental porque, como explicó ayer en su intervención, aquel comportamiento podía generar un precedente. Durante cinco días, los enfrentamientos internos en el partido no cesaron y, la duda sobre si sostener aún a Draghi o abandonarlo a su suerte sobrevoló el partido hasta casi unos minutos antes del voto en el aula del Senado este miércoles.

Pero mientras se fraguaban sus dudas, que podían dar una mínima esperanza de poder seguir adelante, la derecha irrumpió como estruendo para convertirse en la verdadera protagonista del final de Draghi. Se sintieron ofendidos, decían en las réplicas, por el discurso del premier y por las pocas menciones a algunos temas para ellos especialmente sensibles, como el control de la inmigración.

El acuerdo de la rotura definitiva tardó en llegar. Casi hasta el final, Silvio Berlusconi, de Fuerza Italia, y Matteo Salvini, de la Lega, negociaban, presumiblemente con Draghi, si aún podía gozar de su apoyo. Pero el caramelo de las elecciones era demasiado dulce y la ruptura se conjuró finalmente no sin líos internos y discusiones, que ya han dejado algunas renuncias entre las propias filas de la derecha.

Fuera de este gran debate que mantenían ambos partidos, el tercero, Hermanos de Italia, de la ultraderechista Giorgia Meloni, estaba ya frotándose las manos ante un futuro adelanto electoral en las próximas semanas. La conservadora lleva meses en la cabeza de las listas, ayudada por encarnar el rol del único partido italiano en la oposición, y ayer pedía en un evento en Roma, fuera de lo que sucedía entre las paredes del Senado, unas elecciones inmediatas.

Y será precisamente lo que Meloni tanto desea lo que seguramente ocurra ya. Draghi evitó ir anoche a presentar su dimisión a pesar de que la pérdida de confianza se había confirmado y tenía previsto comparecer esta mañana en la Cámara de Diputados para dar cuenta de su decisión antes de visitar, como es protocolario, al presidente de la República, Sergio Mattarella, que no tendrá otra opción que adelantar elecciones.

Así, Italia votaría a finales de septiembre o principios de octubre, pero nada garantiza que el voto solucione una situación de esta gravedad entre los partidos. Ahora Draghi dejará el barco y, en la mano de este batallón conflictivo, dejará los fondos de recuperación europea, los presupuestos de este año o la crisis de sequía derivada del cambio climático que vive el país.

 

Texto original de La Marea

Share.
Leave A Reply