A lo largo de mis paseos debo ser el barcelonés más obsesionado con la sensación de travesar limbos invisibles para los demás peatones, quienes quizá intuyen rarezas sin profundizar en las mismas.

Para regresar a Freser desciendo por el tramo inicial de Nació, comentado varias veces en estas páginas al liberarse sólo para la ciudadanía en 1979. Es un sector horrible, pero con muchas posibilidades de mantenerse por los siglos de los siglos, amén, dada su viveza comercial y aprovechamiento residencial.

Pese a ser un horror estético transmite dinamismo. Un vecino me responde a mis preguntas informándome de cómo un prostíbulo oriental ha tomado hace poco el relevo a otro de brasileñas, justo al lado de una frutería y frente a una oficina bancaria, ahora mismo privilegiada por la eliminación de otras de la misma entidad en las cercanías.

Vista del carrer Freser desde el carrer Nació | Jordi Corominas

Además, este segmento de Nació nos enfoca hacia la parte bella de la calle, inaugurada en su esquina con Freser, donde la casa José Alá marca la pauta al crear una perspectiva lateral preciosa para aunar distintas casas modernistas, a las que volveremos en esta serie.

La otra protagonista de esta encrucijada, no tan simbólica como la de Freser con Maragall, es la casa Ramón Biosca, pretoriana de otras construcciones más bajas a su derecha, quien sabe si carne de derribo, pero fundamentales por conservar la morfología de un pasajito ahora anodino y antes esencial por su ubicación en el mapa de Sant Martí de Provençals.

Lleva el nombre de Andreví. El apellido ha ganado evocación con el paso de los decenios, desfigurándose mediante absurdos ecos misteriosos, fantásticos para todos aquellos vecinos y paseantes curiosos. En realidad, remite a un ilustre maestro de capilla de Santa María del Mar durante la primera mitad del siglo XIX, donde viajó con su arte por toda la Península Ibérica.

El passatge de Andreví desde Joan de Peguera | Jordi Corominas

Reemplazó a Andres Martí en marzo de 1922, cuando el Ayuntamiento, en una larguísima tarea más bien poco mencionada, continuó la eliminación de duplicados en el nomenclátor, con el resultado de anular el conocimiento del origen y el de la herencia en el enclave de nuestro interés, pues los habitantes de por aquel entonces no podían tener ninguna constancia auditiva del talento de Andreví.

En cambio, Martí debía ser recordado por los más ancianos, o eso nos susurra la cronología de la documentación consultada. En noviembre de 1876 pidió edificar una hilera de fincas en un terreno de sus propiedades con la intención de convertirlo en un pasaje, tal como estipuló en un mapa adjunto.

Pere Falqués, joven arquitecto municipal de Sant Martí de Provençals, aceptó la solicitud, no aplicable hasta precisar alineaciones y rasantes. Cuando estas estuvieran en orden, el maestro de obra Josep Graner podría proceder con su labor. Tenía poco más de treinta años y una larga trayectoria por delante, tanto como para volver cuarenta años después a la zona desde otra tesitura, hija de la experiencia y víctima de las modas. Antes de ese instante se limitó a cumplir con el encargo de un conjunto de viviendas de planta y dos pisos, excepto en uno de los comienzos de toda esta estructura, aún visible para nuestros ojos en el lado derecho de la calle.

Proyecto de Josep Graner para el lado derecho del passatge de Andreví, en ese momento Martí | Jordi Corominas

Martí repitió el procedimiento en enero de 1878 y rebajó sus ambiciones, tanto en lo monetario como en lo estilístico. La parte izquierda de Andreví es más baja y modesta, sin alardes de ningún tipo. La rubricó Antoni Falqués, sin parentesco con Pere pese a tener casi todo su legado en Sant Andreu del Palomar, a la sazón independiente, como Sant Martí de Provençals.

Sin embargo, en esa época de reformas y paulatina aceleración, todo el llano de Barcelona iba a rebosar de rumores sobre las futuras agregaciones y la mayoría de municipios se sometían a reformas internas. Sin ir más lejos, Sant Andreu abrió la rambla de Santa Eulàlia, futuro paseo de Fabra i Puig, en 1878 para agilizar el tráfico rodado y mejorar la conexión con el resto de sus núcleos, alho ahora mismo difuminado; antaño, la extensión de este pueblo era inmensa, como demuestra, sin ir más lejos, el emplazamiento de su homónimo cementerio.

Andrés Martí no vivía distante a la rambla de Santa Eulalia. Su residencia habitual era en el 95 del carrer de Sant Antoni, hoy en día de Portugal por aquello de evitar tantas redundancias nominales. Antoni Falqués desarrolló, como muchos profesionales sin tanto talento como otros más renombrados, una singladura eclética, casi aniquilada, salvo por un par de obras en el carrer Gran de Sant Andreu.

Vista del carrer de Freser desde su cruce con Lorenzale | Jordi Corominas

La de Andreví, en sintonía con la de Graner, no destaca más allá, que no es poco, por ser un paradigma de una determinada arquitectura popular sin pretensiones y funcionalidad clara para quienes la encargaba para lucrarse alquilándola, como a buen seguro hizo Andrés Martí, consciente además de tener un negocio rentable porque, a no más de cincuenta metros, colisionaban con estridencia lo viejo y lo nuevo, por no mencionar cómo su travesía abría desde el carrer del Carme, rebautizada en 1907 Freser para proseguir con esta concatenación contraria al despiste, la senda hacia el interior del Camp de l’Arpa.

Debió ser una vía tranquila. La hemeroteca la registra en pocas noticias, una de ellas muy significativa para comprender el ambiente rural y campesino del entorno. El martes 25 de enero de 1910, un caballo de una cuadra del passatge de Martí mordió a un sujeto de veintiséis años, causándole una herida de pronóstico reservado en el antebrazo izquierdo.

Andreví, poco transitado, tiene un aire de ruina cuando es oro lleno de estiércol por tanto desprecio colectivo. En una de mis clasificaciones es uno de los pasajes de una larga frontera que media desde Industria, la intrusa del Eixample en la ecuación de estas proximidades, hasta avinguda de Gaudí. La morfología de esas centenas de metros jamás ha sido derrotada por la cuadrícula de Cerdà.

Freser 184 | Jordi Corominas

Más allá de esto, una anécdota podrá resumir cómo nadie la considera desde la desinformación imperante, siempre amiga de la piqueta, en connivencia con el Ayuntamiento y las inmobiliarias. Una mañana lluviosa de hace unos meses paré a sacar una foto general de Andreví mientras una chica salía de la casa ocupada en su esquina con Freser, esta sí en vías de derrumbe, de curioso trencadís en su fachada. Me increpó al verme con la cámara, contestándome que aquello era suyo y nadie debía molestarlos para no alterar la convivencia. Pocas semanas después acudí con unos alumnos y quizá había dormido mejor. Escuchó mis explicaciones, nos dio las gracias y se fue con la bici quién sabe dónde.

La efeméride, además de plasmar con solvencia la diarrea mental de muchos ciudadanos abandonados por carecer de estímulos para tener más sapiencia sobre lo suyo, es devastadora, pero más lo es lo sencillo de restituir el valor de las fincas ejecutadas por Graner y Falqués para comprender el significado de Andreví en su geografía, no sólo ceñida al Camp de l’Arpa al tener una potencia digna para contar Barcelona. Mientras tanto, atendemos improbables reacciones. Lo constata un rostro oculto para la mayoría, tan sedada como para no mirar arriba. Su boca ríe y llora. Cuando caiga, lo hará un pasado anulado por un presente tan prepotente como para decapitar las migajas forjadoras de su camino.

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2 comentaris

  1. yo fui vecino de este pasaje vivi en el desde los años 1939 al 1964 en la planta baja que vivi pase mi infancia y me fui a hacer la mili en Africa en Sidi Ifni,cuando me licencie volvi hasta que en 1964 me fui de el pasaje.Guardo unos recuerdos mas o menos como todoas las personas que vivimos en el,todavia recuerdo con cariño a barios vecinos -as. he tenido una gran alegria al recordar mi infancia y juventud vivida alli

  2. Hola! Soy la chica que se increpó contigo en esa ocasión. Si hace fotos de las casas le preguntaré siempre (yo y todo el barrio) quien es usted y para qué son las fotos. Cuando lo hice, me respondió usted con mala educación, defendiéndose que no debería dar explicaciones sobre dichos registros fotográficos, a lo que yo procedí a palabra groseras. En esa segunda ocasión no hacía usted registros de ningún tipo, no se comportó usted como el gran portador de los derechos urbanos en la vía pública y yo iba con prisas a trabajar. Una sonrisa y un “venga, adéu” son lo más útil para deshacerte de una persona que incomoda. A lo mejor había dormido mejor y tenido un orgasmo u otro ese día, por qué no?! Lo único ofensivo, al fin y al cabo, señor, es que diga que yo le agradecí. Jamás!

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