Entre gritos de “¡Sí se pudo!”, coreados al unísono por una entusiasta multitud hacinada en la Plaza Bolívar de Bogotá, ante la sede del Congreso, Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierdas de Colombia. Un momento histórico que el país andino vivió con pasión. “Prometo a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia”, juró ante el presidente del Congreso, Roy Barreras, y se desató la euforia.
Se cumplió el dicho, a la tercera fue la vencida. Tras dos intentos fallidos, en 2010 y 2018, y después de pasar por la alcaldía de la capital, Bogotá (2012-2015), Petro alcanzó lo que nunca, por razones diverses, logró antes la izquierda colombiana, alzarse con la presidencia del país, y lo hizo después de alcanzar más de 11 millones de votos. No es casual que quien le invistiera fuera la senadora María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, quien fuera compañero de Petro en la guerrilla del M-19, que cayó asesinado en 1990 cuando era candidato presidencial y la intención de voto le alcanzaba el 60%.
Uno de los colombianos que mejor conoce al nuevo presidente Petro es sin lugar a duda el periodista, reconvertido en político, Hollman Morris. Con Petro al frente de la alcaldía de Bogotá, Morris ejerció la gerencia de Canal Capital y se habla ahora de su posible vinculación a la red de televisión pública de Colombia. Morris, para Catalunya Plural, define a Petro como “un revolucionario, un hombre coherente, pero sobre todo como uno de los imprescindibles; a mí me enseñó la coherencia del que lucha por sus ideales y por el amor al pueblo”. Recuerda que nunca un político de izquierdas había presidido Colombia porque “lamentablemente en el país ha habido una clase dirigente asesina, que acabó en su momento con todo un partido de izquierdas, la Unión Patriótica”. “Colombia tiene los récords más altos de asesinato de sindicalistas, periodistas, de defensores de derechos humanos y ahora más recientemente de líderes ambientalistas”, completa. “Colombia tiene una tradición de exterminio al que piensa diferente; así, dirigentes que promovían un cambio hacia la izquierda fueron asesinados”, remacha.
Tampoco fue casual que en la ceremonia de investidura el ya presidente Petro, economista y exguerrillero, mandara traer la espada del libertador Simón Bolívar, un símbolo de su lucha guerrillera. “Como presidente de Colombia solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar, una orden del mandato popular de este mandatario”, ordenó Petro. El robo de la espada de Bolívar fue el primer acto de la guerrilla M-19, a la que perteneció el ahora presidente; el movimiento la sustrajo el 17 de enero de 1974 de la Quinta de Bolívar, una casa museo en el centro de Bogotá donde estaba exhibida. La pieza fue devuelta por el M-19 al gobierno colombiano con ocasión de su desmovilización tras firmar un acuerdo de paz en 1990.
Un gesto, el de la presencia de la espada, lleno de simbolismo, que al parecer no entusiasmó al rey español Felipe VI, presente en el acto, que, a diferencia del resto de mandatarios invitados, dudó al ponerse en pie en el momento en que la espada entraba solemne en la plaza. Un desaire que no gustó al pueblo colombiano, que abucheó al monarca español. “El rey Felipe VI no entendió que los tiempos cambiaron”, describe Morris. Define el gesto con una expresión típica colombiana: “Fue una embarrada, una desconexión grande” del monarca.
Otro gesto importante de la ceremonia fue cuando, tras ser investido, Barreras le puso en la solapa a Petro una “paloma de la paz”, que simboliza uno de los principales retos que asume el nuevo presidente, tratar de llevar a cabo la “paz total” en Colombia. Lo dijo en su discurso de investidura y lo ha venido repitiendo a lo largo de la campaña electoral: “Llamo a todos los armados a dejar las armas en las nebulosas del pasado” para que “la paz sea posible” y así “terminar, de una vez y para siempre, con seis décadas de violencia y conflicto armado”. “Para que la paz sea posible en Colombia, necesitamos dialogar, dialogar mucho, entendernos, buscar los caminos comunes, producir cambios”, subraya.
Petro se compromete a cumplir el acuerdo de paz con las FARC, firmado en 2016, y a seguir “a rajatabla las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad”, que se presentó a finales de junio porque, según remarca, “no podemos seguir en el país de la muerte, tenemos que construir el país de la vida”. “Trabajaremos de manera incansable para llevar paz y tranquilidad a cada rincón de Colombia. Este es el gobierno de la vida, de la paz y así será recordado”, reitera de manera constante Petro, quien ha prometido una política de “paz total”, que abarque desde retomar diálogos con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) hasta conseguir el sometimiento jurídico de otros grupos. Tanto el ELN como algunas facciones de disidencias de las FARC y el paramilitar Clan del Golfo, la mayor banda criminal del país, han mostrado su disposición a negociar para un cese al fuego.
“Ese es el gran reto del gobierno de Petro, la paz total”, reconoce Morris. “Una paz que tienen que llevarnos a que entre colombianos no nos matemos, a pasar la página de los odios y los rencores; el legado que hemos de dejar a las nuevas generaciones no puede ser el odio”, cuenta y añade que en esa lucha tiene un papel primordial “la guerra contra las drogas”.
Otro momento clave de la ceremonia fue cuando, ya investido presidente, Petro invistió a su vez a Francia Márquez como vicepresidenta, la primera afrocolombiana en el segundo cargo más importante de Colombia. “Juro a Dios y al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia y también juro ante mis ancestros y ancestras”, dijo Márquez, para concluir con una frase que ya ha hecho popular: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Otra de las patas con las que Petro sostiene su compromiso con el pueblo colombiano, clave también en la victoria que le ha llevado a Casa de Nariño, es la igualdad. En su discurso, el presidente recordó que “el 10% de la población colombiana tiene el 70% de la riqueza”, lo que considera “un despropósito y una amoralidad”. Así, otro de los pilares de su mandato será, según promete, luchar contra esa desigualdad. Así, su administración presenta al Congreso una reforma tributaria enfocada en lo social para conseguir recursos para ayudar a la población más vulnerable. “La igualdad es posible si somos capaces de crear riqueza para todos y todas, y si somos capaces de distribuirla más justamente. Por eso proponemos una economía basada en la producción, el trabajo y el conocimiento. Y es por ello por lo que proponemos una reforma tributaria que genere justicia”, argumenta.
Petro, un político con un discurso hipnótico, desata pasiones a favor y en contra entre colombianos. Mientras los sectores más humildes, la mayoría, lo reciben con los brazos abiertos, las reformas económicas que este economista de 62 años pretende impulsar, generan temor entre la clase más pudiente colombiana, que ven en Petro un Robin Hood del siglo XXI, que echará mano a sus privilegios. En su defensa, Petro recuerda el crecimiento económico que Bogotá experimentó durante su mandato al frente de la capital.
Por otro lado, no son pocos los que recelan del éxito de Petro en la erradicación de la violencia. A nadie se le escapa la complejidad del conflicto colombiano. Petro apuesta todo su crédito a una paz, que quiere total. La narcoguerrilla mueve muchos intereses y no se lo va a poner fácil al exguerrillero, ahora investido presidente. De momento, se va rodeando de los suyos, gente de izquierdas, pero su gobierno incorpora también líderes de centro e incluso de derechas. Con todos busca la reconciliación del país.
Petro tienen claro que el primer presidente de izquierdas del país no puede fallar. En su primera entrevista a un medio extranjero, El País, lo resumió así: “Si yo fallo, vienen las tinieblas que arrasaran con todo; yo no puedo fallar”. Concluye metiéndose presión.


