El sobrepeso y la obesidad aumentan progresivamente en las sociedades más desarrolladas. Hablamos de sobrepeso cuando el índice de masa corporal (IMC) de una persona se sitúa entre los 25 y 30 kg/m² y, de obesidad, cuando el IMC supera los 30 kg/m². Tanto el sobrepeso como la obesidad se calculan dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m²). Según la Encuesta de Salud de Cataluña de 2021, en situación de sobrepeso se encuentra el 35,3% de la población en Cataluña, de 18 a 74 años. Y un 14,8% de personas conviven con la obesidad. Entre los menores de 19 años, el 22,6% tiene sobrepeso y el 11% obesidad.

La Organización Mundial de la Salud ( OMS ) define el sobrepeso y la obesidad como la acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Con los niveles de IMC, las cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, la diabetes, osteoartritis y varios cánceres, como el de mama, próstata, hígado, riñones o colon pueden darse con mayor frecuencia, así como la disminución de la esperanza de vida en personas con sobrepeso u obesidad. La genética es una de las posibles causas o influencias de la obesidad. En una familia con antecedentes de diabetes, probablemente existirá un mayor riesgo de obesidad en los descendientes.

Vidas más sedentarias

Trabajo y entretenimiento, secuestrados frente a las pantallas, nos han ubicado en unas vidas muy sedentarias, pero con nuestro cerebro programado para contar siempre con reservas energéticas. «El cuerpo, evolutivamente, prefiere comer, porque necesita asegurar reservas. También por eso prefiere los dulces y las grasas, los alimentos ricos en calorías», explica Marc Schneeberger, profesor asistente de Fisiología celular y molecular en la Universidad Yale -Mc Cluskey Yale Scholar-, y en el Instituto Wu Tsai para la Mente y el Cerebro.

Desde este pasado verano, Schneeberger cuenta con su propio laboratorio de investigación, donde centra su investigación en la obesidad. Concretamente, este investigador catalán en Estados Unidos trata de averiguar cómo el cerebro controla los procesos de gasto energético y la ingesta de alimentos. Su diana de estudio ahora es saber cómo las poblaciones neuronales que controlan el apetito comunican con los vasos sanguíneos del cerebro, y cómo en situaciones de obesidad esta comunicación se desestabiliza. En definitiva, estudia lo que hace que el mensaje del cuerpo saciado no llegue a la conciencia. Es una nueva línea de investigación, un nuevo campo de trabajo, que es además, un paradigma del funcionamiento del cerebro en procesos tan fundamentales para el organismo como es la alimentación.

Hace dos años, en otra investigación, este investigador hijo de Lloret de Mar, de formación farmacéutico, descubrió una proteína de un orgánulo intracelular que forma parte de la mitocondria, y que es importante para esta regulación del apetito. Son neuronas que se activan en situación de saciedad. La investigación, que recibió el premio Ramon Margalef, dio lugar a la tesis doctoral de Marc Schneeberger en la Universidad de Barcelona. El trabajo fue dirigido por Marc Claret, investigador principal del Grupo de Investigación Control del Metabolismo del IDIBAPS , y codirigido por el catedrático del Departamento de Medicina de la UB Ramon Gomis.

El objetivo es ir identificando las diferentes poblaciones de neuronas que controlan lo que comemos y dejamos de comer. «Intentamos descifrar cómo funcionan las conexiones neuronales», explica Schneeberger. “Manipulando el proceso intracelular ya hemos sido capaces de reducir el peso corporal en ratones obesos”.

De hecho, varias farmacéuticas han conseguido recientemente fármacos, que son ya en fase tres estudios clínicos, que reducen el peso entre el 17 y el 20%, gracias a la intervención en estos procesos cerebrales. «Son mecanismos en los que intervienen hormonas, como la leptina, neurotransmisores, o péptidos, como GLP1 (vinculado a la nueva línea de fármacos); que interaccionando con los circuitos neuronales responsables de controlar la saciedad, regulan el peso corporal», comenta el investigador catalán afincado en Estados Unidos.

Estigma social

Precisamente por estos mecanismos internos que no siempre funcionan bien, el estigma social que culpabiliza a las personas obesas o con sobrepeso no sólo es duramente injusto, sino que contribuye a empeorar la autoestima y bienestar emocional de quien convive con el sobrepeso. Una persona con kilos de más corre el peligro de «sentirse menos válida y, por tanto, menos merecedora de cariño, oportunidades o respeto», según explica Amalia Gordóvil Merino, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de ‘Educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC).

En voz de profesionales de la psicología como ella, la UOC deja evidencia de los sutiles prejuicios contra los kilos de más, como asociar sobrepeso u obesidad al fracaso personal o bajo rendimiento laboral. También explican que entre los problemas más frecuentes en las víctimas del sesgo de normatividad corporal se encuentran la ansiedad, la depresión y los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Pero, tal y como recalcan, socialmente nos centramos mucho más en los datos del sobrepeso asociados a la salud física y, en cambio, no hay tanta información en cuanto a la salud mental.

Discriminar y estigmatizar significa también echar de la publicidad de las marcas internacionales los cuerpos más voluminosos de lo que nos han acostumbrado a ver en las pasarelas de moda y anuncios de publicidad de todo tipo de productos, artículos y servicios. La apuesta de firmas como Decathlon, que integran todas las tallas, no sólo en sus tiendas, sino también en sus anuncios, sientan una normalidad que históricamente ha tenido un vacío, siendo así cómplices de esta discriminación social a perfiles con más grasa. Sin embargo, también hay quien, mayoritariamente en las redes sociales, expresa que mostrar cuerpos más grasos contribuye a fomentar la obesidad.

Tal y como se precisa en el Canal Salut, «la estigmatización sobre el peso refuerza la idea de que la obesidad es sólo una responsabilidad individual de la persona. Esto hace que las personas con obesidad a menudo se sientan culpables de padecer esta enfermedad y no busquen la atención y el apoyo adecuados y necesarios». Y todo esto tiene en la adolescencia la etapa más crítica.

También el portal de información sobre salud de la Generalitat, Canal Salut , recuerda que la obesidad tiene múltiples causas, entre las que se encuentran «la misma biología humana, la genética, y también determinantes sociales desfavorables, como la vivienda, la educación, el trabajo o el transporte.

El hambre emocional

La falta de actividad física y la alimentación, la falta de sueño y ciertas situaciones y etapas de la vida pueden tener que ver también, así como los síntomas de algunos trastornos de salud mental y los medicamentos asociados, que pueden provocar aumento de peso. Y el marketing contribuye a ello, como responsable de la promoción de alimentos que tienen un vínculo con la obesidad.

La relación directa entre emociones e ingesta, y cómo los alimentos, especialmente aquellos con más calorías, sacian no sólo el hambre, sino otras necesidades, más de carácter emocional, es también determinante en el aumento de peso, pero sobre todo en las dificultades para adelgazar. Remontar el ánimo o calmar los nervios tienen en la comida un aliado que nuestro cerebro sabe que funciona rápidamente.

El estudio Prefronto-cerebellar neuromodulation affects appetite in obesity , llevado a cabo por investigadores de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) y las universidades de Harvard y Nueva York, evidenció que la red del cerebro que está implicada en lo que los neurocientíficos llaman control cognitivo desempeña un papel determinante en el éxito o el fracaso a la hora de cumplir el objetivo de seguir una alimentación saludable o conseguir el peso ideal con una dieta. Como explica Diego Redolar-Ripoll, subdirector de investigación de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y uno de los autores del estudio, «diferentes regiones cerebrales se activan cuando algo nos gusta, porque representa un estímulo que nos gratifica y activa el sustrato nervioso del refuerzo».

Tal y como expresa Marta Calderero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, las investigaciones muestran que la adicción a los alimentos altamente apetecibles se ve muy afectada por la impulsividad y el estado de ánimo. «El estrés crónico puede afectar negativamente al funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-suparrenal, lo que influye en el comportamiento alimentario y aumenta el deseo de consumir alimentos muy apetecibles», indica. Cuando se consume este tipo de alimentos poco saludables “intentamos regular nuestro malestar emocional”, dice.

Cirugía bariátrica

Los riesgos que comporta la obesidad para la salud han llevado a la Sociedad Española de Obesidad a alertar de la necesidad de una mayor atención y ser diagnosticada y tratada correctamente por médicos especialistas. En realidad, la obesidad es considerada la enfermedad más prevalente en España en la actualidad.

El consumo de alimentos más saludables y la práctica de ejercicio físico de forma habitual pueden ayudar a prevenir tanto el exceso de peso como la obesidad. Sin embargo, el esfuerzo que supone a muchas personas un cambio de dieta y tomar el hábito de la actividad física para librarse de una gran cantidad de peso no siempre es asumible, especialmente para quien arrastra el sobrepeso desde hace años.

Según un estudio de la Sociedad Española de Obesidad ( SEEDO ), un 44% de los españoles incrementó su peso durante el confinamiento. Los especialistas del mismo organismo indican, sobre las dietas para adelgazar, que «8 de cada 10 personas fracasan en el intento de bajar de peso, y las investigaciones muestran que no es sólo cuestión de fuerza de voluntad, también hay que tener en cuenta el funcionamiento neuronal», tal y como hemos explicado.

En su informe anual sobre la salud de los europeos, la farmacéutica STADA mostraba que la mitad de los adultos españoles, y el 38% de los encuestados que respondieron desde Cataluña, habían intentado adoptar una dieta más saludable en los últimos 12 meses antes de ser entrevistados , y un 50% afirmaba realizar ejercicio cardiovascular. Las entrevistas se realizaron la pasada primavera a 30.000 personas de 15 países.

Cuando hablamos ya de obesidad mórbida, cuando el índice de masa corporal de una persona es igual o superior a los 40 kg/m², o de 35 kg/m² cuando hay enfermedades asociadas, una de las posibilidades de ayuda es la cirugía bariátrica. Se recomienda cuando el intento de adecuarse a una dieta con menos calorías y en la práctica de ejercicio físico no han funcionado.
Dentro de la denominada cirugía bariátrica existen diferentes técnicas. Unas reducen el tamaño del estómago, que puede combinarse con la anulación de un tramo de intestino. Todas ellas se llevan a cabo mediante laparoscopia, mínimamente incisiva, introduciendo a través de pequeños orificios el instrumental para modificar estómago o estómago e intestino, y la cámara diminuta que guía en el procedimiento, haciendo posible la transmisión en directo del mismo en una pantalla, desde la que el cirujano visualiza perfectamente el interior del cuerpo.

Estas intervenciones también conllevan la reeducación alimentaria y de los hábitos de vida de la persona operada para conseguir el objetivo. Por eso también el apoyo psicológico ayudará a conseguir que la experiencia, el hecho de poder establecer los hábitos saludables, y una mejor relación cuerpo y mente, así como la relación más adecuada con los alimentos, se vivan con mayor éxito y más positivamente.

«Son técnicas muy seguras, que comportan habitualmente sólo 2 o 3 días de ingreso. El paciente no lleva sondaje, ya las 6 u 8 horas empieza a hacer líquidos y se levanta de la cama, facilitando así que deambule muy rápidamente», explica el dr. Ramon Vilallonga, especialista en cirugía general y del aparato digestivo de Clínica Corachan . Un equipo multidisciplinar, con nutricionistas y endocrinólogos, ayudan, en este proceso, a materializar un cambio de vida donde la pérdida de peso mejora las condiciones de salud, y sube el estado de ánimo.

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