Cuando Pepe Encinas empezaba en el mundo de la fotografía, en los años setenta, tenía dos frases. La primera, una especie de lema: “Pepe Encinas, crea una imagen”. La segunda, “yo hago fotos, no milagros”, un recurso habitual cuando lo interpelaban con la manida frase de “sácame guapo (o guapa)”. Era muy difícil sustraerse a la simpatía arrolladora de Pepe Encinas. Desarmaba a los más reticentes.

El primer medio para el que trabajó de forma remunerada fue Tele/eXpres, un periódico de tarde propiedad de los Godó (entonces aún no existía como Grupo). En realidad, Pepe Encinas (Barcelona, 1954) era administrativo y cuando había alguna urgencia y no encontraban al fotógrafo titular recurrían a él. Esas colaboraciones ocasionales fueron creciendo hasta el punto que pasaba más tiempo en la calle haciendo fotos o en el laboratorio revelando, que en su mesa de administración.

Hasta que se cruzó casualmente con el director del periódico, Manuel Ibáñez Escofet, y aquella fugaz charla se tradujo en que al día siguiente se incorporó a tiempo completo a la redacción.

Sus primeros pasos en la fotografía los había dado en la revista Quatre Cantons, de Poblenou, su barrio. El alma mater de aquella revista era Josep Maria Huertas Clavería y aquella redacción ubicada en la parroquia de Santa Maria del Taulat fue un auténtico vivero de “huertamaros”. “Huertas fue un amigo, o quizá el hermano mayor que te guía y te aconseja”, dice Pepe Encinas. Con Huertas coincidió en Tele/eXpres y después en El Periódico. Pero, sobre todo, se patearon juntos Barcelona y sacaron a la luz un buen número de libros. Podría decirse que Pepe Encinas era el fotógrafo de cabecera de Huertas.

Hay otros dos referentes en su recorrido profesional. El primero, Xavier Miserachs, de quien al cabo de los años, llegaría a ser amigo y que “tuvo siempre en mí una influencia mayúscula”. Pepe Encinas considera que el libro “Barcelona Blanco y Negro”, de los años sesenta, fue y sigue siendo “una biblia para los fotógrafos”.

El segundo es Francesc Català-Roca, “un maestro y una institución, siempre accesible para todos”.  Dice Pepe Encinas que no hay fotógrafo que lo haya conocido y no lo venere, por sus imágenes y su empatía”. De él aprendió que en las fotos tiene que aparecer gente.

Pepe Encinas considera que las fotografías que expone en Palo Alto y que representan una parte del pulso ciudadano de Barcelona son un buen reflejo de estas tres influencias que han marcado su vida personal y profesional.

Seis fotos comentadas por el autor

Catalunya Plural ha pedido a Pepe Encinas que seleccione y comente media docena de fotos expuestas en Palo Alto (hasta el 29 de noviembre), una muestra organizada por el Fotoclub Poblenou.

“Una niña, Júlia, hace cosquillas a una escultura de Joan Miró, ‘Muchacha evadiéndose’, instalada en la azotea de la Fundació Miró. El edificio de Josep Lluís Sert es uno de mis lugares preferidos y me encanta ver cómo los niños disfrutan de los colores del pintor catalán. Siempre que voy, subo enseguida a la azotea para ver cómo los niños se acercan a esta escultura, que parece complacida, les espere”.

 

“Rosa es una niña gitana que en clase siempre estaba muy atenta a las explicaciones del maestro. Cuando se dio cuenta de que me acercaba a hacerle una foto, cogió su plumier nuevo de flores y lo puso encima de la mesa para que lo fotografiara. Esta imagen se enmarca en un reportaje sobre las escuelas del barrio de La Mina, cuando los maestros reivindicaban que este tipo de centros deberían tener unos horarios especiales. La gente de la Mina vivía en pisos superpoblados y los niños iban a dormir muy tarde, cuando se apagaba la tele. Solían dormir en colchones en el suelo del comedor. Por la mañana, nadie podía levantarlos…”

 

“Una niña ayuda a su madre a lavar ropa en los lavaderos de las Casas del Gobernador, en Verdum, también conocidas como las “casas de papel” porque los pisos no llegaban ni a los 20 metros cuadrados. Estas viviendas tenían muy poca potencia eléctrica, sólo 100 vatios, y era imposible planchar ropa o enchufar cualquier electrodoméstico. Las duchas y lavaderos eran comunitarios.”

 

“Estaba en Poblenou, delante de una casa pintada con la imagen de una mujer. Mientras esperaba a que pasase alguien, de repente, llegó una madre con su hijo. Pensé que pasaría de largo, pero se paró en la puerta y la abrió. ¡Qué suerte!”

 

“En el andén de la estación de plaza Catalunya de los Ferrocarrils de la Generalitat, una niña, Laia, se adormilaba sentada en el banco. Tenía sueño y parece que nuestro ancestro más famoso, Lucy, la mima.”

 

“Un inmigrante escapa de la autoridad con su mercancía a cuestas y pasa corriendo ante un mural que representa un mar lleno de peces. Desgraciadamente, en el mar de verdad, nuestro querido Mediterráneo, hoy viven los mismos peces, pero también mueren muchos de sus compatriotas.”

 

Share.
Leave A Reply