En el año 2008 se creó por primera vez, bajo el gobierno de Zapatero, un ministerio de Igualdad en España. En el 2010 el Ministerio fue integrado en el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y no fue hasta el 2020 que se desvincula de la vicepresidencia y crea ministerio de Igualdad independiente. Estas idas y venidas pueden responder a movimientos de carácter político, pero lo que venimos a analizar hoy aquí no es el intríngulis institucional detrás de dichos movimientos, sino el trabajo presupuestario que se da a día de hoy en el Ministerio de Igualdad en materia de violencia de género y digitalización.
Según la información del Gobierno, el presupuesto del Ministerio de Igualdad para el 2022 es de 282 millones de euros. De cara al 2023 se prevé aumentarlo en un 9%. De estos aumentos de cifras en términos consolidados debemos quedarnos con el hecho de que según el proyecto de presentación de los Presupuestos Generales del Estado, en el 2022 se dotó de 76 millones de euros al Proyecto de Recuperación y Resiliencia de las víctimas de violencia de género y en el 2023 se le dotará de 59 millones de euros. Es importante subrayar esta diferencia, porque existen titulares que dan pie a interpretaciones erróneas tan solo variando los términos absolutos o relativos de las cifras que estamos analizando. Existe, por un lado, el presupuesto del Ministerio y luego la partida concreta destinada al Proyecto de Recuperación y Resiliencia de las víctimas.
Estos 59 millones de euros son destinados, según las fuentes del Gobierno, a cuatro actuaciones concretas: la mejora de la digitalización y ampliación de la asistencia telemática de todas las mujeres víctimas de cualquier tipo de maltrato, la modernización y ampliación de los dispositivos de atención y protección a las víctimas, la creación de centros de atención integral 24 h a víctimas de violencia sexual y el desarrollo de plataformas online que centralicen la información en materia de cuidados. El Proyecto de Recuperación y Resiliencia de las víctimas de género forma parte del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia Español, enmarcado en la iniciativa de los fondos Next Generation de la Unión Europea.
Durante la pandemia se observó una reducción de los asesinatos por violencia de género en España, pero las expertas señalaron que no se debió a una reducción del maltrato, sino a un mayor control dentro de las relaciones, es decir, no había más asesinadas, pero sí había otras formas de maltrato dentro de las relaciones. Cabe señalar que esta reducción en el número de asesinatos remonta en los meses post-pandemia, en el momento en el que las normas sociales y legales vuelven a aproximarse a la “antigua normalidad”. Además, este impasse en el número de víctimas vino acompañado de un incremento de las llamadas a los teléfonos de emergencia, hecho que permite señalar esta diferencia entre el maltrato visible, asesinatos, y la violencia menos visible dentro de la pareja.
A este fenómeno hay que sumarle la rápida digitalización de nuestras vidas a partir de la pandemia. Si la tecnología ya formaba parte de nuestras vidas, después de la cuarentena tomó aún más importancia. Es por este motivo que el foco de la prevención en materia de violencia de género se centra no solo en la atención física a las víctimas, sino también en la digital. El Gobierno de España cuenta con una definición de violencia de género digital y con una especificación de las distintas formas que puede tomar. Uno de los primeros informes publicados desde las instituciones estatales lo encontramos en el 2014 donde se analiza de forma detallada el ciberacoso y su relación con el maltrato hacia las mujeres. Precisamente como no se trata de algo nuevo, su importancia después de la pandemia se puso de manifiesto de una manera muy orgánica: más uso del mundo digital, más violencias potenciales en este ámbito. Se trata de un traslado de las dinámicas de dominación del mundo físico al mundo “de la nube”.
Sin ánimo de desprestigiar la tarea que desde distintos ministerios, carteras y secretarías de Estado se ha ido desarrollando hasta ahora en materia de violencia de género, cabe destacar la importancia del uso de estos fondos europeos para hacer los recursos digitales más accesibles a nuevo público y más intuitivos para aquellas personas que ya los usan. De esta manera se hace de la prevención de la violencia de género una política con más incidencia.
No solo tiene sentido orientar las políticas públicas de prevención en materia de violencia de género hacia el mundo digital a causa de la pandemia, sino también por una diferencia generacional a tener en cuenta. Según las últimas estadísticas, las jóvenes y adolescentes son las mujeres que más violencia machista sufren. Antes de sacar conclusiones precipitadas y llevarnos las manos a la cabeza, señalando a los nuevos referentes culturales de los jóvenes como culpables de una supuesta ola reaccionaria de machismo, deberíamos realizar una lectura generacional de este dato. ¿Son más machistas los jóvenes actuales o son más conscientes ellas de lo que es un acto machista? Si la respuesta a esta pregunta es la primera parte que se enuncia, un trabajo en prevención desde la educación es necesario. Si consideramos más adecuada la segunda hipótesis, hay que continuar visibilizando la violencia machista desde una edad temprana y dotar de recursos a las nuevas generaciones para que puedan defenderse en el ámbito personal, institucional y social. A nuestro parecer, tendría sentido abarcar ambas hipótesis y trabajar conjuntamente desde los dos frentes: potenciales víctimas y potenciales agresores, para acabar con la lacra que supone la violencia machista.
Finalmente, como broche a este análisis sobre la digitalización de parte del presupuesto estatal destinado a la prevención de la violencia de género, nos gustaría señalar la importancia que se le debería dar a nuevas herramientas como la realidad virtual en la tarea de prevenir y reinsertar. A día de hoy existen estudios que explican cómo utilizar la realidad virtual sobre maltratadores, haciéndolos “vivir” durante unos minutos como la víctima, tiene efectos positivos y crean un cambio sobre la percepción emocional y social del maltrato en ellos. Es evidente que ante un caso de violencia machista no hay que centrar todos los esfuerzos en el que ejerce violencia, sino que hay que acompañar, sin caer en paternalismos, a la víctima. No obstante, si se cree en la reinserción, se debería trabajar también desde la perspectiva del agresor para que no se vuelva a ejercer ese tipo de violencia, sin olvidar el trabajo de reparación y asunción de responsabilidades. Siendo así, la realidad virtual es una nueva manera de actuar desde la prevención de la violencia machista junto a las vías legales, institucionales y aquellas a las que las partes involucradas sientan que deben acudir. Ante este avance social y personal de la digitalización de nuestras vidas, sabemos que la violencia machista se hace hueco de manera no analógica en nuestra realidad, pero a su vez, tanto los presupuestos estatales como las vías de actuación con perspectiva de género, aprenden a adaptarse a este nuevo mundo.


