
¿Hasta qué punto somos esclavos de internet?
A menudo me pregunto si realmente utilizamos internet con libertad, cuando nos apetece, por diversión o para aprender o realmente nos hemos convertido en esclavos de un mundo virtual infinito donde nos sentimos aceptados porque realmente no nos conocen y podemos ser quien queramos.
Nos encontramos en muchos casos de personas que se dedican exclusivamente a la creación de contenidos en diferentes plataformas en internet que acaban siendo esclavos de sí mismos, de terceras personas familiares o de los propios seguidores.
Se conocen casos muy graves de creadores de contenido que han estado retransmitiendo en directo por más de 24 horas forzados y obligados por algún miembro de su familia especialmente por sus parejas románticas, todo ello para asegurar unas audiencias que les garanticen la popularidad, lo que paralelamente les genera unos niveles de ingresos muy altos que les permiten llevar un estilo de vida de lujo ya los que les es muy difícil renunciar una vez lo han probado.
Se trata de una mezcla muy peligrosa en la que se forma un cóctel de avaricia y narcisismo en un entorno tóxico y que suele terminar en la quiebra total psicológica y emocional de estos creadores de contenido.
Esta profesión que convierte en esclavo a cualquier persona con esta avaricia de lucrarse es un negocio donde se hace tanto dinero y de forma tan fácil, aparentemente, que creen firmamento que si no están retransmitiendo en directo están perdiendo dinero y se sienten casi obligados a ser productivos y aprovechar el tiempo para extraer el mayor beneficio posible.
Por otro lado, en este tipo de contenidos los límites entre la vida privada y la profesional está muy difuminada y con frecuencia acaban arriesgando sus vidas personales, familia y entorno muy cercano por la sobreexposición a las redes sociales y diferentes plataformas de retransmisión. Lo que se muestra no es lo que sus creadores harían en su vida ordinaria, sino que va dirigido a mantener a la audiencia, a llamar la atención y se convierte entonces en un factor imprescindible que obliga al creador de contenido a no bajar el ritmo para no perder ese imperio de humo.
La verdad es que en Internet si no tienes un perfil en las redes no existes, y nadie quiere pasar desapercibido, todos queremos tener un altavoz y que se nos vea y se nos escuche, que nuestra opinión o reflexión sobre un tema en concreto sea importante, pero cuando esto va creciendo poco a poco comienzan los pensamientos obsesivos con el número de seguidores y likes, donde la trampa está en la variación del número, el resto de usuarios premian o penalizan con los likes, follows y/o comentarios a los creadores de contenido generando así adicción de recibir cada vez más feedback positivo, y de lo contrario algunos llegan a degradarse física y mentalmente para conseguir esta atención y reacción por parte de los seguidores.
Es un mundo muy oscuro, y del que debemos tener mucho cuidado, porque no parece tan peligroso hasta que te metes un poco más, conocemos muy poco y todo lo que creemos saber sólo es la punta del iceberg, todavía no somos totalmente consciente de todo el poder que reside en internet, un poder que se puede utilizar como fuente de aprendizaje y evolución, o como una razón por la decadencia humana y fin de la humanidad.


