Cuando el actor, director, productor y guionista Seth MacFarlane presentaba la ceremonia de los Oscar en el 2013 bromeó a las actrices de reparto: «Felicidades a las cinco. Ahora ninguna tendrá que ver que se siente atraída por Harvey Weinstein», el comentario pasó aparentemente desapercibido… hasta que, el jueves 5 de octubre del 2017, el diario The New York Times publicó el artículo Harvey Weinstein Paid Off Sexual Harassment Accusers for Decades («Harvey Weinstein acusado de acoso sexual durante décadas», 2017). El artículo estaba escrito a cuatro manos por las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey y mostraba el resultado de la investigación realizada durante meses.

En el artículo se denunciaba un comportamiento abusivo por parte de Harvey Weinstein en actrices y trabajadoras a las que citaba en habitaciones de hoteles para hablar de trabajo, pero con un desenlace muy poco profesional: en todos los casos denunciados el productor las había acosado sexualmente. Al mes de haber publicado el artículo, más de ochenta mujeres hicieron público que también fueron acosadas, en algunos casos, relatando con detalle las situaciones vividas. La bola de nieve ha ido creciendo desde entonces con más denuncias, con reconocimiento de cómplices pasivos, y la expulsión definitiva de Harvey Weinstein de la Academia de Cine de Hollywood y de su empresa. Todo ello ha conducido a varios juicios ante un tribunal y otros aún pendientes, mientras Weinstein los espera ya en prisión por las primeras sentencias.

Al descubierto

La denuncia de ambas periodistas impulsó de nuevo un movimiento global con la etiqueta #metoo de denuncia del abuso sexual tanto a hombres como a mujeres y que ha salpicado a toda la industria del cine por todas partes, con una máxima que la misma Academia de Cine reconocía en su nota de expulsión: «La era de la ignorancia deliberada y la vergonzosa complicidad ha terminado». Desde la publicación del artículo muchas personalidades han reconocido también ser víctimas en algún momento de su carrera, y otras se han arrepentido de no haber denunciado lo que ocurría ante sus ojos. Cabe recordar que la expresión Me too («Yo también») fue utilizada por primera vez por la activista Tarana Burke en 2006, empleado como un grito de auxilio y de reclamo, dando voz a miles de mujeres que sentían por fin que podían denunciar el calvario que habían pasado. Conmueve pensar que el significado último de la expresión es que sirva para hacer público el abuso sufrido.

El artículo de Jodi Kantor y Megan Twohey, editado por Rebecca Corbett, hizo que The New York Times ganara el Premio Pulitzer en 2018. Ambas periodistas publicaron el libro She said. Breaking the Sexual Harassment Story That Helped Ignite a Movement («Ella dice. La última hora de la historia de acoso sexual que ayudó a iniciar un movimiento», 2020), donde relataban en detalle todo el proceso de investigación realizado y que ha servido de base en su adaptación al cine en la película Al descubierto (She Said, 2022), dirigida por Maria Schrader, e interpretada en sus papeles protagonistas por Zoe Kazan y Carey Mulligan. El guion adaptado es obra de Rebecca Lenkiewicz.

Al descubierto

Las protagonistas de la película son las dos periodistas, relatada de forma cronológica, describiendo el detallado y completo proceso de la investigación realizada hasta el texto final publicado. El objetivo último era denunciar el acoso sexual en todos los ámbitos en los que se pueda producir y también denunciar a sus facilitadores. Cabe recordar otro caso también muy destacado, otro acosador sexual privilegiado, Roger Ailes, en el que la cadena Fox, de la que era presidente, tardó en despedirle y lo hizo cuando se retiraron los patrocinadores, después de pagar durante décadas por el silencio de las agredidas. Todo lo pudimos ver en la película El escándolo (Bombshell, 2019)… También podía haberse titulado «Cuando la ética del editor tiene un precio».

De hecho, en She Said (novela y película), los medios de comunicación tampoco salen muy bien parados. Algunas de las agredidas afirman que había periodistas que estaban al corriente y, en algunos casos, eran testigos, pero callaban a cambio de tener contraprestaciones. Por ejemplo, primicias en el futuro, acceso a entrevistas con actores y directores de futuras películas, regalos, etc. Y si escribían, tergiversaban la historia real y lo publicaban en la sección de «estilo», como un chismorreo, burlándose de la actriz y no del agresor. Periodistas corruptos mirando a otro lado a cambio de privilegios, cómplices de desprestigiarlas si era necesario… una corrupción sistémica de la profesión que hemos visto en otras especialidades. Cuando la ética del periodista tiene un precio.

La pregunta que intentan responder las periodistas es por qué el acoso sexual está tan arraigado y es tan difícil de abordar. En palabras de la propia Jodi Kantor: «Nos hemos encontrado con un acoso sexual abusivo en el entorno laboral. Todas las chicas fueron a lo que creían que iba a ser una reunión de trabajo con un productor o un empresario. Tenían esperanzas, acudían pensando tener una conversación sobre su trabajo, un posible proyecto. Y dicen que se encontraron con amenazas y exigencias sexuales. Hubo agresiones y violaciones. Si eso ocurre con las actrices de Hollywood, imagínate todo lo que habrá».

Al descubierto

Contemplamos atónitos un sistema que protege a los abusadores y castiga a los alertadores y a los denunciantes (en este ámbito, se considera denunciante si trabajas en la entidad en la que se denuncian las irregularidades). De hecho, es habitual que éstos se vean obligados a afrontar represalias de las manos de la entidad acusada, sea una organización, empresa o la administración (y sí, incluida la universidad), siendo despedidos, perjudicados laboralmente o denunciados, atacados de forma feroz y financiada por la propia entidad tóxica mientras que el alertador o denunciante suele encontrarse solo, cubriendo el gasto de su propia defensa. Habría que sumar los efectos devastadores sobre la salud mental y física de los afectados.

Las mujeres que se decidieron a denunciar en su día acabaron aceptando acuerdos económicos a cambio de su silencio. Los acuerdos, siempre, estaban sujetos a contratos de confidencialidad, contratos que no se tratan en audiencias públicas. Los abogados de las agredidas acostumbran a quedarse con el 40% de la compensación económica, un premio que incentiva este tipo de práctica puesto que el abogado siembre defenderá esta solución, la más beneficiosa para él, no para la agredida. Ellas piensan que al llegar a un acuerdo el agresor está reconociendo la culpabilidad, pero en realidad están firmando una mordaza: deben de entregar todas sus pruebas (fotos, correos electrónicos, diarios, móviles, etc.), y su silencio perpetúa la acción de los abusadores. Las pruebas acostumbran a no ser contundentes si es que hay, aunque en la película se pueden escuchar audios reales grabados al mismo Weinstein acosando a una joven, un audio que un juez desestimó por considerarlo «insuficiente». Ay, ojalá más audios que escuchar, muchos cómplices quedarían retratados, incluidos los que permiten el acoso laboral sistemático, la intimidación y las barreras y amenazas de destruir tu carrera profesional. Las organizaciones están plagadas de burócratas corruptos.

En la película Al descubierto escuchamos a las implicadas explicando su experiencia personal, todas ellas marcadas de por vida, avergonzadas por dejarle hacer lo que hizo, culpabilizándose de no haber reaccionado en ese momento de otra manera. Hay que recordar que, en muchos casos, eran chicas muy jóvenes y que se podría considerar como humanas las reacciones que tuvieron, bloqueadas o atemorizadas o ambas emociones a la vez. A todas ellas se las privó de su voz y de su ambición justo cuando empezaban su carrera profesional. Tenían mucho miedo a denunciar. Su coraje contribuyó a que sus testimonios conmovedores hayan sido fundamentales para cambiar algo más que la acción de un único depredador. Será difícil que se vuelvan a reproducir comportamientos sistémicos similares, pero todavía hay mucho trabajo por hacer. Y muchos cómplices que juzgar.

Como ejemplo de la corrupción del sistema y la complicidad de todos los que miraban hacia otro lado podemos destacar un cómic de Marvel en el que justamente se denunciaba este comportamiento abusivo de los hermanos Weinstein. Lo increíble es que el cómic se publicase entre agosto de 2002 y enero de 2003 y que la parodia/denuncia no sirviera para nada. El tsunami de noticias que generó la publicación del artículo en New York Times sirvió para recuperar el cómic, que en castellano editó la Editorial Panini en 2018 con el título Spiderman, Monstruos de Hollywood (Get Kraven, 2002), en un único volumen recopilatorio.

El cómic pertenece al universo de Spiderman pero no aparece este personaje. De hecho, el principal protagonista de la historia es en realidad un amigo suyo, hijo de uno de los malvados más relevantes del superhéroe arácnido, conocido como El Cazador. Espoleado por Spiderman, llega a Hollywood con el objetivo de convertirse en productor de cine, acompañado de su novia. Lo que se encontrará en la industria es una continua sucesión de personas sin escrúpulos, de decisiones inmorales e ilógicas, pero sobre todo se encontrará con dos hermanos que acabarán convirtiéndose en la imagen de la corrupción y el desenfreno, y, también, de un comportamiento mafioso (se rumorea que los originales hermanos Weinstein tenían un equipo de mercenarios que se dedicaban a asustar a quienes no «colaboraban» con sus decisiones).

El guionista del cómic, Ron Zimmerman, verdadero impulsor de la historia/denuncia, bautizaba a los hermanos en la ficción como Rothstein, buscando deliberadamente la proximidad fonética, y el dibujante John McCrea acabaría diseñando una estética para ambos que recordaba el físico de los hermanos originales, eso sí, caricaturizando el comportamiento asqueroso y repugnante en el dibujo.

A los abusos sexuales y a las violaciones que aparecen en el cómic y que son el motor del relanzamiento de la publicación y la noticia en los medios, hay que sumar una imagen tétrica de Hollywood, con directivos poco calificados por no decir drogados y/o borrachos directamente, unos castings inhumanos y un tratamiento inmoral a los actores, y una falta de respeto para los creadores, especialmente los guionistas, con los que se les puede comprar su obra para después poder cambiarla completamente, una imagen poco atractiva para los aficionados que imaginábamos que Hollywood era un mundo de fantasía idílica y que todo funcionaba como un reloj, todo transparente e imparcial… y ahora sabemos que no era más que un gran estercolero.

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