Durante esta serie sobre el barrio dels Indians hemos recorrido varios orígenes del mismo entre algunos propietarios con carisma y una de las empresas con más solera. Sin embargo, aún no nos habíamos adentrado al verdadero quilómetro cero de su Historia, basada en una mentira aceptada por todos, según la cual los primeros pobladores modernos tuvieron un pasado en Cuba y las colonias ultramarinas, destacándose entre ellos Francisco Subirats Font, conocido popularmente como Pancho, quien a inicios del Novecientos compró unas parcelas en el actual carrer de Garcilaso junto a dos amigos, Diego Frau Mayans y Josep Trius Tous.
Según este tópico, Subirats, nacido en Reus en 1843, vivió un tiempo en La Habana y regresó desconsolado a Barcelona tras la pérdida de su mujer e hijo. Esta versión tiene algo de fábula sin serlo del todo, algo por otra parte rutinario en muchas crónicas de la Ciudad Condal.
Antes de este salto definitivo hubo un intento a cargo de los hermanos Pere y Manuel Romaní, quienes junto a Luís y Pedro Oliva pidieron urbanizar algunas tierras de la masía de Can Berdura. Corría 1899 y la petición fue denegada por no adecuarse a la planificación de Ildefons Cerdà.
Los Romaní fueron acaparadores de hectáreas y más hectáreas con el fin de sacar beneficio mediante su urbanización, lográndolo en porciones de importancia en La Torrassa de L’Hospitalet y el Guinardó, vecino de su frustrada adquisición, donde trabajó con cierta frecuencia Domènec Boada, rubricante de una finca de Pere Romaní en Terrassa.
Por aquel entonces ya existían algunos inmuebles en este sector comprendido entre los límites del torrent de la Guineu y la carretera de Sant Andreu a la capital catalana. Ahora mismo, pasear por els Indians tiene algo de ciencia ficción cuando intentamos recuperar su génesis, pues la mayoría de viviendas conservadas son posteriores a 1920 y lo que sí se mantiene de sus comienzos es la estructura del callejero, modificada en los cincuenta por la extensión de Felipe II, aviso de su convivencia con la barriada del Congrés.
He dedicado bastantes horas a localizar documentos sobre Francisco Subirats. En su necrológica del 16 de febrero de 1913 del Diario de Barcelona resolvemos casi todas las dudas sobre su persona. Falleció con setenta y cuatro años. Dejaba viuda, desde ese mismo instante con rango protagonista en este relato, y los tres hijos de su matrimonio con la misma: Carmen Escoté Esqué. La casa mortuoria se ubicaba en el carrer de Sevilla 7/ Baluard 54, en la Barceloneta, así como la iglesia del funeral, la inevitable Sant Miquel del Port.

Subirats Font figura en la guía Barcelona Selecta de 1908 como agente retirado de Bolsa. Su profesión nos remite a esa novela pionera en el género barcelonés, La febre d’or, de Narcís Oller, los dorados de la Llotja de Mar como metáfora de esa avidez monetaria sin freno en el tradicional parqué del negocio y la especulación. El patriarca de nuestro triunvirato no se conformó con la retirada de ese mundo, integrándose en 1911 en la membresía de la Cambra de la Propietat Urbana.
Pancho era el más veterano de los tres amigos, dos de ellos residentes en la nueva Barceloneta, bautizada tanto por estilo como por modernidad como su Eixample, con habitaciones superiores al típico cuarto del barrio y fachadas mucho más vistosas, en sintonía con las modas del Modernismo y el Novecentismo. La delimitación de este anexo a la unificación hacia el mar podría fijarse desde el carrer de San Fernando, hoy en día de La Maquinista, y el de Ginebra. En ambos tenía negocios de alimentación la familia de Josep Trius Tous, de provechosa carrera forjada por la prosperidad del ultramarinos del 14 de Ginebra y la confitería de San Fernando, paisajes en creciente progreso e integrados en la senda hacia Barcelona.

Trius Tous fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona por la Lliga Regionalista en 1920, implicándose en las políticas de aquel lustro tan convulso en la agonía de la Restauración. En diciembre de 1923, tres meses después de instaurarse la Dictadura fue detenido por respaldar proclamas catalanistas del CADCI, Centre de Depenents de Comerç i Indústria, en septiembre de 1922. La detención inauguró una década más bien luctuosa y trágica en lo privado, culminada con el óbito de su madre, Teresa Tous, en diciembre de 1927.
El clan había volado del Eixample de la Barceloneta al de la urbe, estableciéndose en el 480 de la Gran Vía, a mucha distancia del meollo de Josep, proclamado Presidente de la Asociación vecinal de Can Berdura en 1934, quizá su último hito antes de expirar hacia 1949, poco antes de la boda de una de sus nietas.
La Barcelona de finales del siglo XIX no tenía tantísimos bares en los barrios, tampoco en el centro, donde poco a poco florecían. Eso obligó a muchos grupos a montar sus conversaciones en las reboticas de los negocios. Es sencillo fabular sobre las de Trius padre con Pancho Subirats, a las que más tarde se unirían el hijo y uno de sus amigos, Diego Frau Mayans, otro de los inquilinos del Eixample de la Barceloneta al estar empadronado en el carrer de Balboa. Frau Mayans debió ser coetáneo de Trius Tous y constituye la mezcla perfecta de los elementos de la trilogía porque fue agente de Bolsa, hasta ser tesorero de los representantes libres de este oficio, y devino yerno de Subirats al casarse con su hija Carmen.
Los indianos del mito no vinieron de Cuba, sino de la Barceloneta sin ninguna urgencia de arraigo, sintiéndose de repente ricos al presumir de posesiones a la vera de la montaña. La humildad de su patria chica, menos tangible en el caso de los más jóvenes, chocaba con sus ideales conservadores, exhibidos en distintos tramos de su existencia. En 1905, Frau Mayans firmó una declaración en favor de la visita de Alfonso XIII a Barcelona. En 1939, Carmen Escoté Esqué donó dos cadenitas de oro, un rosario y un escapulario de plata para el tesoro nacional. Eran oportunistas para sobrevivir y devotos. Su objetivo final era aumentar la cuenta corriente en una línea de superación con sus antecesores, adaptándose al presente mientras intentaban hacerlo suyo. El camino de Trius Tous es muy Auca del senyor Esteve y muestra la trascendencia de un ultramarinos, más aún al enclavarse el suyo en el centro de una nueva estructura como el Eixample de la Barceloneta. La tienda era su industria; defenderla con la Lliga una consecuencia natural aunada de ambición.

Pancho debió ser como un padre para Diego Frau, digno de novela en los matices de sus esporádicas apariciones en la prensa. Durante la República catalanizó su nombre en Dídac, desvaneciéndose este desafía tras la derrota de 1939.
Frau tiene pinta de haber sido uña y carne con Trius. Ambos debieron recordar sus andanzas hacia la madurez bien en la casa del primero en el 40 de Aviñó, bien en sus fincas en la esquina de Garcilaso con Francesc Tàrrega, justo cuando la vieja carretera de Horta a la Sagrera se ensancha hacia la Meridiana no sin cobijar el domicilio de Carmen Escoté, erigida hasta su muerte en 1960 como custodia de este origen hasta ahora tergiversado porque a todos nos hechizan los cuentos chinos.
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Decir que los indianos vienen de la Barceloneta es un poco inventivo. Solo porque tuvieran inmuebles o cuatro vivieran en el barrio. Visto así, también podemos decir que era un barrio modernista porque Puig y Cadafalch tenía el taller en la Barceloneta. Ojo con inventar cosas que no son.